Cuando en 1918 entra en el noviciado de los oblatos enVilla La Salle, el joven Gérard Mongeau estaba lejos de prever el camino que recorrerá en su larga vida de 94 años.

Un día de junio de 1919, el padre Guillaume Charlebois, provincial, fue al noviciado para dar una charla. Al terminar su intervención, el padre añade una sencilla invitación que finalmente tendrá una gran influencia en la carrera de Gerard. “Recientemente – dijo – el provincial de Tejas me ha pedido uno o dos sujetos para su escolasticado. Como tenemos en Quebec una treintena de novicios, le he prometido un recluta para este año. Si ustedes están interesados en convertirse en misioneros en Tejas, den su nombre al maestro de novicios y escogeremos de entre los voluntarios”.

Dudas
Dejemos que el mismo Mons. Mongeau nos haga partícipes de sus reacciones ante tal petición: “Personalmente, no me sentía para nada atraído por Tejas. Mi idea ya estaba formada… no entro como voluntario. Temo ofrecerme. Dejar mi familia y mi país, exiliarme al sur de los Estados Unidos, mi poco conocimiento del inglés, todo me hacía temer. Pero puse toda mi confianza en el Señor. Preferí esperar. Al cabo de tres días, sin embargo, me decidí. Quería ver al padre Victor Jodoin, nuestro maestro de novicios. Le dije con temblor en la voz: “Padre, vengo a ofrecerme para Tejas (…). No quiero ir, pero si usted cree que puedo hacerlo, me ofrezco”. Su reacción fue espontánea: “Justamente nosotros habíamos pensado en usted, pero no queríamos forzarle. Además, queremos el consentimiento de su padre”.

Aceptación
Algunos días más tarde, mi padre vino a verme al noviciado. Habiendo comprendido mi historia, me dijo estas palabras que jamás olvidaré: “Para salvar almas no hace falta ir a Tejas, hay muchas en Montreal. Pero tus superiores son hombres prudentes (…). Doy mi consentimiento”. Quedaba convencer a su madre. Cuando el padre anuncia sus intenciones, estalla en lágrimas: “No, no consentiré jamás. Quiero verlo sacerdote, recibir su bendición, asistir a su misa (…). No quiero verlo partir al fin del mundo”. El domingo siguiente, ella fue a hablar con una tía. “Escucha, Gerard, tú no puedes partir sin mi consentimiento”. Fue mi turno de llorar y le dije: “Compréndeme, querida mamá, no quiero ir a Tejas. He reflexionado y rezado mucho… He hecho mi sacrificio al buen Dios. Ahora que me envían mis superiores, no es ya mi voluntad, sino la voluntad de Dios”. Durante un largo momento, mamá guarda silencio, seca sus lágrimas y, como auténtica cristiana, me envolvió con sus brazos y me dijo: “Si es la voluntad de Dios, puedes ir”. La abracé tiernamente para agradecérselo y así fue como partí a Tejas, respondiendo al llamamiento del Señor con un “sí tan rico en bendiciones”.

Rico en bendiciones
Mira lo que siguió. Gérard Mongeau es ordenado sacerdote en Tejas el 14 de junio de 1924. Parte a las Filipinas en 1939. Valiente y audaz, nada lo detiene. En sus cincuenta y cinco años de vida misionera, realizó plenamente su divisa episcopal: “El Señor está conmigo, no temo”. Construcción de iglesias y capillas, nacimiento de un clero local, desarrollo prodigioso de los colegios de Nuestra Señora coronados con una universidad, establecimiento de hospitales, hospederías, talleres, organización de la prensa y la radio, en lo que fue pionero, sin olvidar su preocupación por el diálogo con los musulmanes. Tras una vida bien plena, regresa a la casa del Padre a la edad de noventa y cinco años, el 29 de octubre de 1994.

André DORVAL, OMI