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Carta del Superior general, P. Louis Lougen omi 

AÑO DE LAS VOCACIONES OBLATAS

8 de diciembre de 2017 – 25 de enero de 2019 

¡La alegría y la generosidad de la Vida Oblata!

 L.J.C. et M.I.

¡Feliz día de fiesta a todos los que viven el carisma oblato! Comenzamos el Año de las vocaciones oblatas en la solemnidad de nuestra patrona, María Inmaculada. La gracia de su Inmaculada Concepción nos llena de gran alegría, amor y gratitud por todo lo que Dios ha hecho en ella. Es una fiesta misionera. La Inmaculada Concepción de María la dispuso para su llamamiento y la misión que Dios quiso confiarle: ser digna morada para el Hijo del Altísimo. La respuesta de fe de María nos inspira para vivir con fidelidad nuestra vocación de misioneros del Reino de Jesús. Encomendamos este año especial, el Año de las Vocaciones Oblatas, al cuidado de Nuestra Señora, con la firme creencia de que Ella intercederá para que la gracia de Dios, en el momento propicio para Dios y al modo de Dios, bendiga nuestros esfuerzos.

¿Por qué este año?

Les escribía el 8 de diciembre de 2013 y el 15 de agosto de 2017 que muchos oblatos me habían pedido llamar a la Congregación a ponernos serios sobre el ministerio del discernimiento vocacional. En todas las Jornadas Mundiales de la Juventud en las que he participado, los oblatos y los jóvenes me interpelaban a apoyar el ministerio vocacional oblato como elemento esencial del proyecto misionero de cada Unidad oblata. La insistencia de otros oblatos alrededor del mundo, especialmente en las regiones de Latinoamérica y Europa, reforzaron la necesidad de dirigir nuestro compromiso de invitar nuevos miembros a que se nos unan. Dichos llamamientos del Espíritu llevaron al primer Congreso sobre Vocaciones Oblatas en Aix-en-Provence en julio de 2016. En este Congreso, y después, en el Capítulo general de 2016, el Superior general en Consejo se sintió llamado a proclamar un “Año de las Vocaciones Oblatas”.

Este año es, ciertamente, una respuesta al llamamiento de los oblatos suscitado por el Espíritu. Con la misma pasión que la de las palabras del Papa Francisco, que nos dirigió durante el Capítulo general (7 de octubre de 2017), dichos oblatos están convencidos de nuestro futuro, tanto de los oblatos con votos, como de las muchas otras formas de vivir el carisma de laicos y mujeres y hombres consagrados,.

El tema de este Año.

Un hermoso tema, escogido por la Región de Latinoamérica para su primer Congreso Vocacional, expresa el centro del Año de las Vocaciones Oblatas: “La alegría y la generosidad de la vida oblata”. Este tema nos ofrece muchos elementos para nuestra consideración; nos debe cuestionar y fortalecer. Quisiera invitar a mantener estas dos palabras en nuestras mentes y cerca de nuestros corazones a lo largo de este año, profundizando en ellas en nuestra oración silenciosa, planteándonoslas en nuestras comunidades y compartiendo sobre ellas en los encuentros de la Familia Oblata y con los pobres de nuestros ministerios.

La experiencia de alegría y generosidad en mi vida oblata. 

Quizá el primer paso de cada uno de nosotros sería centrarse en nuestra propia experiencia de alegría y generosidad en nuestra vocación. El Año de las Vocaciones Oblatas debería comenzar por ayudarnos a descubrir la percepción de que nuestra vocación supone profundizar en nuestra relación con Dios, como camino de misterio, de diálogo permanente, escuchando y respondiendo a Dios a lo largo de la vida. Durante este año se nos invita a redescubrir el dinamismo de crecimiento en nuestra oblación y a hacernos más plenamente oblatos a lo largo de nuestra vida.

Nos invito a reflexionar:

  • ¿Experimiento alegría y generosidad en la vivencia de mi vocación oblata?
  • ¿Vivo con la oración mi vocación y es acompañada por un director espiritual, de modo que la profundice y la viva más plena y fielmente?
  • Lean, por favor, nuestra hermosa Constitución número 29 referente al voto de Perseverancia. ¿Ha imitado mi vida oblata el amor de Jesús por nosotros hasta el extremo?
  • ¿Qué puedo hacer para ser más plenamente oblato?

La experiencia de la alegría que surge de la misión, comunidad y amistad con Dios. 

La alegría de nuestra vocación se enraíza en la misión. Siempre que pregunto a los oblatos “¿qué da alegría a tu vida?” la primera respuesta es siempre: nuestra cercanía a los pobres es lo que nos da alegría. Esta especial relación que tenemos con los pobres proviene de nuestro carisma y refleja el corazón de San Eugenio. Ciertamente, a menudo descubrimos en las vidas de los pobres una alegría sorprendente, lo cual es don de Dios. Descubrimos una y otra vez que fuimos para llevar la Buena Nueva a los pobres, y así lo hicimos, pero descubrimos también la misma Buena Nueva entre los pobres, que nos llama a la conversión. ¡Los pobres nos evangelizan!

La alegría de la vida oblata está presente en nuestras comunidades apostólicas. ¡Es cierto que nuestras relaciones pueden volverse a veces algo tensas! Pero, sabemos cómo reírnos de nosotros mismos y disfrutar del otro, juntos. Creo que nuestra cercanía a los pobres genera en nosotros una sensibilidad que nos ayuda a apreciar el don que somos el uno para el otro, pudiendo ser mutuamente amables y compasivos. Esto también viene del corazón de San Eugenio; el nuestro es un carisma especial de vivir esta caridad. La caridad engendra alegría.

Siempre que los oblatos se juntan para encuentros, retiros y días de estudio, dichos eventos son reuniones gozosas. Tras el funeral de un oblato, una laica me dijo estar un poco atónita al ver a todos reír y bromear, ¡antes, durante y después de los ritos fúnebres! Entonces, dijo: “Bueno, supongo que expresa el afecto que todos le tienen y la creencia de que la vida no se acaba: lo mejor está aún por venir”. Podemos ni tan siquiera darnos cuenta de hasta qué punto la gente a la que servimos sienten la alegría entre nosotros.

La alegría de la vida oblata está también presente en nuestro modo de relacionarnos con Dios. Nuestra relación es real y conocemos a Dios como lleno de compasión y misericordia. La experiencia del amor de Dios manifestado en la cruz de Jesús marcó la vida de San Eugenio y marca la vida de cada oblato. Venimos ante la Trinidad con el sufrimiento de la humanidad en nuestros corazones. Aunque la sociedad haya explotado, rechazado e ignorado a los pobres, sabemos que Dios tiene un amor preferencial por ellos. Ésto nos mueve a predicar el Evangelio con compasión y misericordia. Somos atraídos por la presencia de Dios para contemplar su amor, el cual nos llena de mucha alegría.

El Fundador describía a menudo la alegría que experimentaba en la oración y la liturgia, siendo ello, seguramente, parte de nuestro carisma y una gracia abierta a todos nosotros.

Reflexionemos personalmente y compartamos entre nosotros:

  • ¿Qué alegría has experimentado en la misión, con tus hermanos de comunidad, en tu relación con Dios?
  • Recen para que todos podamos vivir más profundamente el don de la alegría.
  • ¿Habla la alegría de nuestra vida oblata a los jóvenes de hoy a modo de llamado vocacional? ¿Cómo podemos hacer de ella una invitación para ellos a que se planteen nuestro modo de vida?

La generosidad de la vocación oblata vivida en la oración, misión y comunidad. 

Cualidades tales como alegría y generosidad parecen ir juntas. La generosidad está está muy en línea con la alegría, muy al modo de Dios. Vivir el carisma oblato requiere gran generosidad. Cuanto más nos entreguemos a nuestra vocación, más abiertos de corazón nos volveremos.

En nuestra vida de oración profundizamos nuestra amistad con la Trinidad, tres Personas entregadas mutuamente en generosidad cuyo amor y vida se derraman a la creación. Dios nos ofrece gratuitamente el don de Sí una y otra vez, sin límites. Encontrándonos con tan magnánimo Dios nos hacemos más generosos y crecemos en libertad. Dios es simple y totalmente generoso con nosotros. La espiritualidad oblata nos llama a tiempos diarios de oración silenciosa para descansar en el Misterio de Dios. Esta experiencia nos vuelve más generosos en nuestro itinerario vocacional, en el modo en que nos relacionamos con los pobres y en la comunidad apostólica.

En la misión, a menudo interactuando con los pobres es como somos evangelizados y como nos volvemos más generosos. Nuestra vocación nos lleva a estar cerca de los pobres, haciéndonos testigos de su generosidad. Los que tienen poco, o nada en absoluto, son, a menudo, nuestros mentores en hacerse generoso. Por otro lado, es cierto que nos entregamos totalmente a la misión y muchas veces esto nos aparta de nuestra buena salud, nuestra vida de oración y nuestra vida de comunidad apostólica. Quizá esto venga también del corazón de San Eugenio, ¡que se enfermaba por estar sobrecargado de trabajo! Necesitamos esforzarnos por una práctica de la generosidad y por un equilibrio en darnos a nuestra misión, a nuestra relación con Dios y a una vida comunitaria significativa. Estas tres dimensiones no deberían contraponerse, sino enriquecerse, fortalecerse y profundizarse mutuamente.

La vida en comunidad apostólica se caracteriza por la generosidad. Estamos dispuestos a ayudarnos los unos a los otros, hacer sacrificios entre nosotros y dar nuestro tiempo y ayuda al otro hermano. A veces tenemos dificultades interpersonales, pero cuando se necesita prestar asistencia a otro oblato, estamos ahí para él. Ello lo hacemos con espíritu de gratuidad y alegría. Algunos oblatos arrastran heridas profundas porque sienten que hubo algún momento en que fueron olvidados por su comunidad. Podemos crecer en generosidad y consideración los unos para con los otros, además de en momentos críticos, buscando vivir esta presencia generosa a partir de la cotidianidad.

Les invito a reflexionar sobre estas preguntas y a compartir con los otros miembros de su comunidad:

  • Comparte un momento en que hayas sido testigo de la generosidad de los pobres en tu vida misionera. ¿Cómo te afecta?
  • Cuenta a los demás algún momento en que sentiste la generosidad de otro hermano oblato.
  • ¿Cómo has experimentado la generosidad de Dios?
  • ¿Es la generosidad de la vida oblata una dimensión atractiva para los jóvenes de hoy?

El testimonio de nuestras vidas. 

Quisiera invitarnos a todos a considerar que el testimonio de alegría y generosidad en nuestras vidas puede despertar un interés vocacional en los jóvenes. El testimonio de nuestra vida es el primer paso para todos los oblatos en el ministerio de las vocaciones: la cualidad de nuestra vida juntos será un signo tan antiguo como los primeros cristianos: “vean a esos Oblatos, ¡cómo se aman, cómo están cerca de los pobres, cómo son hombres de Dios!”. De este modo, el Año de las Vocaciones Oblatas será un año para revisar la alegría y generosidad de nuestras vidas y para comprometernos de nuevo con las virtudes oblatas.

  • Las Constituciones y Reglas son una guía poderosa para renovar nuestra vocación. ¿Por qué no reflexionar sobre un artículo cada día, permitiendo que nos llame a un estilo de vida oblata más auténtico?

El llamamiento a cada oblato. 

A la luz del llamamiento de la Iglesia a que escribamos nuevas páginas de evangelización, con confianza en el mandato de Jesús de rezar para que haya trabajadores de la mies, y en reconocimiento de las necesidades apabullantes del pueblo de Dios, este año nos compromete a animar el discernimiento de la vocación como don de Dios que aparece en una comunidad de fe. Debemos dar a conocer nuestro carisma e invitar a jóvenes, como parte del misterio de la gracia de Dios, a unirsenos en nuestro modo de vida. Tenemos una responsabilidad de salir a los jóvenes y llamarlos por su nombre, a invitarlos entre nosotros para que nos conozcan y a hacerles una propuesta de plantearse nuestro modo de vida.

Invito a todas las comunidades a revisar el material que nos envió el Padre Cornelius Ngoka el 11 de octubre de 2017 y a planear cómo pueden implementar algunos modos prácticos de estimular una cultura vocacional en su Unidad y comunidad. 

Una palabra final. 

De un modo muy particular, quisiera dar las gracias a todos los que dedican oración, tiempo y muchos esfuerzos al ministerio de las vocaciones. ¡Es un ministerio muy desafiante! Muchos de ustedes han trabajado mucho en este campo sin resultados o, a veces, con algunos resultados, pero con decepciones y marchas descorazonadoras. ¡Gracias por su compromiso! Pidamos a Dios que ayude a cada oblato a asumir la responsabilidad de las vocaciones y a mantener los esfuerzos, o bien a comenzar de nuevo a actuar en este campo. Nuestro voto de perseverancia nos hace capaces de seguir confiando en el Señor con fidelidad amorosa y con gran paciencia: El Espíritu Santo “conforme al poder que actúa en nosotros, tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar” (cfr. Ef. 3, 19-20). Sigamos el camino con mucha alegría y generosidad para vivir el carisma oblato. María Inmaculada sigue sonriendo a la Congregación y rezando por nosotros. 

Su hermano oblato en Jesucristo y María Inmaculada.

Louis Lougen omi
Superior general.