El P. Doménico RODIGHIERO, oblato italiano que trabaja en Tailandia, nos habla de las dificultades de los niños de Mankhaw para poder lograr una educación.

Llevo ya ocho meses en mi nuevo hogar, un pequeño pueblo de las montañas, y desde ahí estaba a cargo de dos pequeñas parroquias desperdigadas entre las montañas. Mankhaw, el pueblo en el que vivo cuenta con unos doscientos católicos…

El pueblo está muy metido en las montañas de Tailandia y es muy difícil moverse desde allí, especialmente en la estación de lluvia. Por eso los hijos de mis feligreses acuden a una pequeña escuela dirigida por la policía de fronteras (ningún profesor aceptaría venir a vivir a la selva pudiendo quedar aislado durante largos temporadas). La escuela de primaria cuenta con unos sesenta alumnos, desde primero hasta sexto curso y, a menudo, se imparten clases a dos niveles “combinados” por la falta de profesores. El nivel de la educación, como pueden imaginar es bien bajo, pero al menos los niños aprenden a leer y escribir. Muchos de estos niños son católicos; vienen a nuestra parroquia y participan regularmente en las actividades que ofrecemos.

Es hermoso ver la simplicidad de estos niños y su habilidad para interactuar; cómo se divierten al estar juntos y cómo han aprendido a comportarse con amabilidad y respeto los unos con los otros. Rara vez se pelean; suelen estar siempre alegres y joviales. Pero un ambiente tan aislado generan grandes riesgos para su crecimiento: la falta de oportunidades, dificultad para descubrir sus talentos y usarlos de manera fructífera provocan frustración y, con frecuencia los chicos empiezan a beber a temprana edad y hacen uso de sustancias realmente nocivas. Es impactante ver a un adolescente sin motivación, incapaz de comprometerse con algo que sea constructivo y gratificante, un joven sin más propósito en la vida que beber con los amigos.

Mi misión aquí es ayudar a estos niños, lo máximo posible, para que puedan desarrollarse ofreciéndoles oportunidades. Con mis hermanos, nos hemos comprometido a mejorar su educación, desde la primaria hasta el instituto. Mi predecesor comenzó enviándoles a escuelas católicas de la ciudad con una buena educación. Los directores de estos colegios no piden una cuota fija, lo que sí hacen con otros alumnos más ricos; sólo piden una contribución para el material escolar. No es ninguna nimiedad si tenemos en cuenta los gastos de viajes (muy elevados en esta zona por la ubicación del pueblo) llegando a ser una carga económica para un pueblo que no gana más de 100-50 euros al mes.

Estas Navidades, querría dar a mis niños como regalo una pequeña biblioteca y una sala de música, un ambiente sano donde reunirse, divertirse y apreciar la belleza de un buen libro y de la música.

Feliz Navidad a todos y gracias por sus constantes oraciones y por la generosidad con la que ayudan mi misión.