Miguel Fritz OMI

Foto – LA NACION

En 1987, a modo de experimento, se invitó a algunos representantes indígenas a hacerse presentes y leer una lectura en la misa dominical durante la novena preparatoria de la fiesta de la Inmaculada Concepción, fiesta grande en el Paraguay. Paraguay es uno de los países «más católicos» del continente, siendo «Caacupé» su santuario nacional, el cual se llena de fieles el mes de diciembre. Aquella misa con representantes indígenas impactó tanto que se repitió al año siguiente, sin pensar aún en crear una tradición que contaría con una participación cada vez mayor con cada año. Monseñor Lucio Alfert OMI, responsable de la pastoral indígena en la Conferencia Episcopal (¡desde 1986!), es quien predica y preside la misa, transmitida en todo el país.

Este año, fueron 3.500 indígenas los que, durante meses se prepararon para costear los más de 50 buses que tienen que transportarlos a Caacupé. La inmensa mayoría provienen del Vicariato Apostólico del Pilcomayo en el Chaco (desde 1925 confiado a los Oblatos), para quienes supone unos 500 km.

Hay un equipo, coordinado por el primer sacerdote indígena, que prepara la misa con todo detalle, dando espacio a los representantes de cada etnia presente. Diversas lenguas, vestidos y atuendos típicos, bailes, símbolos: todo tiene su lugar. El coro se encomienda normalmente a uno de tantos coros «Nivaĉle»; ellos no sólo son la etnia con el mayor porcentaje de católicos, sino también músicos natos. Este año, le tocó al coro «Corazón de María», cuyos 80 integrantes lograron hacerse con uniformes y carpetas específicas. Fue todo una fiesta, ¡para los ojos y para los oídos!

Monseñor Lucio Alfert OMI

Sin olvidar la homilía de Monseñor Lucio, ya esperada cada año. A pesar de su edad y enfermedad, pudo, una vez más, meter el dedo en la llaga y despertar a la sociedad: la falta de respeto, la expulsión de sus tierras, la corrupción (incluso dentro de las mismas comunidades). Instó a los jóvenes que no caigan en la droga y los vicios, sino que sepan estar orgullosos de su origen y servir a sus comunidades.

No cabe duda, que los indígenas han sabido hacerse con su espacio, ya que descubrieron que la «Virgen de Caacupé» es Madre de todos.