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L.J.C. et M.I.
Queridos hermanos oblatos y todos nuestros hermanos y hermanas que viven el carisma oblato.

Celebramos, en esta fiesta de la Conversión de san Pablo, el 203º aniversario de la fundación de nuestra Congregación. Concluimos el “Año de las Vocaciones Oblatas” celebrado en toda la Congregación, una iniciativa solicitada por el Congreso de la Misión con Jóvenes y el Congreso de las Vocaciones Oblatas y secundada por los miembros del Capítulo General de 2016. Este Año de las Vocaciones Oblatas ha despertado en toda la Congregación la conciencia de nuestra responsabilidad de creer en el futuro de la Congregación como un instrumento de evangelización misionera en la Iglesia. Todos estamos llamados a rezar y trabajar por las vocaciones de oblatos consagrados con votos que vivan el carisma de san Eugenio de Mazenod.

Al reflexionar sobre este año pasado, me invaden tres pensamientos: agradecimiento, compromiso y conversión.

En primer lugar, toda la Congregación está agradecida a Dios por este Año de las Vocaciones Oblatas porque ha sido una oportunidad para comprender el ministerio vocacional como algo que es mucho más que designar a un oblato para que reclute hombres para la misión de la Congregación. El ministerio vocacional es una parte integral de la vida y de la misión de una Unidad e implica a todos y cada uno, oblatos, laicos, otros religiosos, etc. Estamos agradecidos a todas aquellas Unidades que han tomado iniciativas creativas y valientes, incluso afrontando dificultades extremas, para renovar el ministerio por las vocaciones. En muchas Unidades los Oblatos Asociados han contribuido celosamente en este esfuerzo. ¡Gracias por su dedicación y apoyo!

También estamos agradecidos porque este año de las Vocaciones Oblatas nos ha ayudado a ser más conscientes que tenemos que invitar a jóvenes, hombres y mujeres, a considerar su compromiso con una de las muchas formas del carisma oblato, vivido por laicos en grupos y parroquias de todo el mundo, por hombres y mujeres en Institutos seculares y Congregaciones religiosas, por clérigos, así como también por vírgenes consagradas. Todos estamos comprometidos para acompañar a la juventud en su eventual discernimiento de una vocación oblata en sus diferentes expresiones.

En segundo lugar, al concluir este Año de las Vocaciones Oblatas, la palabra compromiso nos recuerda nuestra responsabilidad para proponer a los jóvenes la vida y la misión oblata, apoyándolos en su generosidad, entusiasmo y su capacidad de soñar su manera de servir a la Misión de Dios. Comprometerse de por vida poniendo en juego el propio futuro a veces produce temor a los jóvenes de nuestros días y, por este motivo, necesitamos ser proactivos tomando la iniciativa para invitarlos a considerar el carisma oblato y posteriormente caminar con ellos pacientemente. Este compromiso de cada oblato en el ministerio por las vocaciones es a la vez una expresión de nuestro amor por los pobres que claman por la salvación y nuestra propia convicción de que la vocación oblata juega un papel importante en la misión de la Iglesia. Recordamos el mensaje del papa Francisco el 7 de octubre de 2016, cuando dirigiéndose a los miembros del Capítulo general habló sobre nuestro futuro y la necesidad que la Iglesia tiene de nuestro carisma.

En tercer lugar, el Año de las Vocaciones Oblatas es un llamado a la conversión para todos aquellos que buscan vivir el carisma oblato. Debemos ser signos de vida común, caracterizada por la alegría y la felicidad, la oración y el perdón, con un espíritu de acogida y enriquecida a través de un profundo compartir fraterno. Debemos creer que el testimonio genuino del amor evangélico vivido por los oblatos es lo que atraerá a otros para unírsenos en la misión. La conversión permanente a la santidad de vida es necesaria para que otros puedan experimentar aquello que san Eugenio deseaba: caridad entre nosotros y pasión por la misión con los pobres.

Invito a todos a dar gracias a Dios por este Año de las Vocaciones Oblatas; a comprometernos responsablemente para crear una cultura vocacional en nuestras Unidades; y a escuchar de nuevo el llamado de Eugenio de Mazenod a una constante conversión hacia la santidad. Quizás esto es más urgente hoy que en su propio tiempo. La Iglesia tiene una necesidad urgente de hombres y mujeres santos, que vivan su llamado bautismal como misioneros en la primeria línea, profetas al lado de aquellos que la sociedad excluye y descarta.

El último Sínodo de octubre de 2018, Jóvenes, Fe y Discernimiento Vocacional, fue una maravillosa confirmación de nuestro Año por las Vocaciones Oblatas. El Sínodo convocó a la Iglesia para que fuera una comunidad que escucha, acompaña y discierne la vocación junto con los jóvenes.

María, la Madre de Jesús, es la que siempre nos anima a “hacer todo lo que Él nos diga”. Que esta Buena Madre nos ayude a continuar viviendo toda la vida la gracia que hemos recibido en este Año de las Vocaciones Oblatas.

¡Alabado sea Jesucristo y María Inmaculada!

Padre Louis Lougen, OMI

Roma, 25 de enero de 2019