JAPÓN

Publicado originariamente en www.vaticannews.va
Por Devin Watkins

Antes del Viaje Apostólico del Papa Francisco a Japón, un sacerdote misionero Oblato explora cómo está cambiando la cara de la Iglesia local Católica y el desafío de predicar el Evangelio en un sitio en el que la gente da prioridad al trabajo, no a la religión.

Bradly Rozairo, OMI

Los católicos somos una pequeña minoría, unos 536.000 en total, el 0.42% de la población.

Pero esto no evitará que acudan (relativamente) grandes multitudes cuando el Papa Francisco realice su Viaje Apostólico del 23 al 26 de noviembre.

“Aunque la población católica es bastante pequeña, creo que la gente está aguardando su visita, lo que podría ayudarles a fortalecer su fe y ayudar en el crecimiento de la Iglesia. Va a traer esperanza.”

Así es cómo describe el P. Bradly ROZAIRO, las expectativas de los fieles, en una entrevista concedida a Radio Vaticana. El misionero y sacerdote originario de Sri Lanka es el Superior de la Delegación de los Oblatos de María Inmaculada, y vive en la ciudad de Itami.

“Muchos se están preparando para ir a Nagasaki, Hiroshima, y a Tokio. Prácticamente, de cada iglesia hay alguien que va a acudir,” explica, añadiendo que mucha gente de su iglesia en Osaka están haciendo ya los planes para el viaje.

La nueva cara de la Iglesia

Estas “multitudes” no son solo católicos japoneses. Hay un creciente número de trabajadores inmigrantes llegados de Filipinas, Vietnam, Sri Lanka, Brasil y Perú.

“La población [católica] en algunas diócesis es sobre todo extranjera”, dice el P. Bradly.

Esta afluencia de extranjeros ha suscitado una gran sorpresa en Japón, que cuenta desde hace mucho tiempo con leyes de inmigración muy estrictas. El Parlamento, el año pasado, aprobó una ley para permitir por primera vez la llegada de 300.000 trabajadores inmigrantes en los próximos cinco años, fruto de una crisis laboral. Así que se esperan más cambios.

“Muchos obispos alientan a la comunidad japonesa a recibir a los trabajadores inmigrantes”, explica el P. Bradly.

Los religiosos misioneros como él tienen también su lugar en esta nueva etapa de la historia de Japón.

El P. Bradly cuenta que el ministerio con los migrantes “no sólo se reduce a los sacramentos”, sino que también busca ayudar a los extranjeros en sus problemas legales o con el idioma. “Si no hablan el idioma, les ayudamos con la traducción o les traemos a alguien que pueda enseñarles”, dice.

“Misión Difícil”

El Papa Pio XI llamó una vez a los Oblatos de María Inmaculada “especialistas de las misiones más difíciles”. La frase aparece también en el sitio web de los OMI de Japón.

¿Qué es lo más duro de ser misionero en Japón? “La gente no tiene tiempo para venir a la Iglesia. Aquí, la prioridad la tiene el trabajo, no la religión.”

El P. Bradly dijo que la gente responde bien a los eventos organizados por la Iglesia, si encuentran tiempo libre. Y añade que esto puede ser difícil de aceptar para los misioneros cuando llegan por primera vez al país.

Volviendo a la visita del Papa, el P. Bradly explica que “para un país que no da prioridad a la religión, recibir al líder religioso será toda una bendición. La presencia del Papa Francisco y su mensaje ayudará a fortalecer su fe y creencia en el cristianismo.”

Los Oblatos en Japón

Los Oblatos de María Inmaculada llegaron a Japón en 1948, después de la Segunda Guerra Mundial.

Una de sus primeras misiones fue la educación de los niños, abriendo varias guarderías Montessori, 6 de las cuales aún funcionan. “Aún seguimos con este ministerio”, explica el P. Bradly, “porque realmente buscamos ofrecer los valores del Evangelio a los niños y enseñarles sobre Dios.”

Ahora los Oblatos de Japón trabajan sobre todo en parroquias. Algunos también trabajan como capellanes en las cárceles, y uno dirige una oficina pro-vida.

El P. Bradly expresa una esperanza con la próxima visita del Papa a Japón.

“Deseo y rezo para que, a través de la persona del Papa Francisco, Dios interfiera en la vida de la gente, especialmente de los no-cristianos de este país.”