Saludos a todos ustedes mis hermanos y a los miembros de la familia oblata. Estoy en Brasil visitando a los oblatos que también envían saludos. Les envió un mensaje corto con respecto al coronavirus COVID-19. Pienso que este es un momento de solidaridad, oración y esperanza.

Solidaridad, en primer lugar entre nosotros mismos y con la gente. Estamos en las zonas más pobres del mundo y caminamos con nuestros hermanos y hermanas. Sabemos que en este momento es importante estar cerca de ellos y apoyarlos, consolarlos. Y en solidaridad seguir las orientaciones de las autoridades civiles y religiosas.

Lo segundo que quisiera decir es que este es un tiempo de oración. La situación crea un cierto tipo de Cuaresma para nosotros, sin multitudes de gente reuniéndose. Es un tiempo de lectura de la Palabra de Dios, meditándola en oración. Creemos en el poder de la oración y también en nuestra propia responsabilidad para combatir esta enfermedad.

La tercera palabra que quisiera decir es esperanza. Sabemos que una crisis siempre es un tiempo de esperanza, una oportunidad. Un tiempo para juntarnos y ser generosos, cuidarnos unos a otros, dedicarse al cuidado pastoral y saliendo de nosotros hacia los demás para ofrecer nuestra ayuda, asistencia y apoyo.

Pienso en nuestro fundador. Creo que fue en 1814 cuando Napoleón había enviado a miles de prisioneros de guerra austriacos al sur de Francia. El capellán diocesano que los atendía cayó enfermo, creo que de tifoidea. Sabemos que el 14 de marzo de 1814 san Eugenio recibió los últimos auxilios porque la muerte parecía inminente. Su pequeño grupo de jóvenes de la “Asociación de Jóvenes cristianos” se reunió en la iglesia de la Magdalena ante la estatua de Nuestra Señora de Gracia y rezaron el Rosario todas las tardes por él. Al comienzo de mayo se había recuperado. Conocemos el poder de la oración. Vemos en nuestro fundador el testimonio valiente de ayudar a los que estaban enfermos, estando con ellos y contrayendo su enfermedad. Nos da ánimo, nos da esperanza en este momento para ser misioneros generosos.

Recemos unos por otros. Cuando regrese a Roma, espero que tengamos una comunicación más formal para la Congregación. Que Dios los bendiga y pidamos la intercesión de María Inmaculada, san José, en este mes especial de marzo y nuestro fundador san Eugenio de Mazenod, que intercedan por nosotros. Gracias.