ESTADOS UNIDOS

Michael R. Heinlein
(Publicado originalmente en  www.osvnews.com – Publicado con los permisos)

El quinto aniversario de la muerte del Cardenal Francis E. George, OMI, aconteció inmerso en una pandemia global. Al despertar el nuevo coronavirus COVID-19, nos enfrentamos a nuevas dificultades y a la vez a una nueva versión del dolor y el sufrimiento y esperamos ver aún los efectos que ocasionarán estas semanas de distanciamiento social, enfermedad y muerte, no solo para nuestra vida personal, sino también para la vida eclesial en el mundo.

Pienso ahora lo que frecuentemente he pensado en estos años desde su muerte: ¿qué diría el Cardenal Georges? O, para jugar con el título de una de sus obras más memorables, ¿cuál es la diferencia que marca el Cardenal Georges? Sin intentar poner mis palabras en su boca, creo que podemos conjeturar algo, basados en su vida y su legado.    

Ser  perseverantes

La vida del Cardenal Georges puede enseñarnos mucho, especialmente acerca de la importancia de confiar en la Divina Providencia y la aceptación del sufrimiento, ambas cosas aparecen claramente en el trastorno que supuso la irrupción de la polio en su vida.

Con 13 años Francis George contrajo la polio y su antiguo sueño de ser presbítero en la archidiócesis de Chicago se vino abajo.  Le dijeron que no podía ser ordenado allí a causa de su discapacidad y quedó destrozado. Pero no le tomó mucho tiempo encontrar una alternativa y se fue a estudiar al seminario dirigido por los Oblatos de María Inmaculada. La Congregación lo acogió con los brazos abiertos.

Rápidamente alcanzó una serie de puestos de liderazgo en los Oblatos, incluidos 12 años en Roma como Vicario General de la Congregación. En esos años el Cardenal Georges tuvo muchas ocasiones de visitar las misiones oblatas en todo el mundo. Viajó por ríos en canoa, durmió sobre sucios suelos y fue detenido en la frontera por las autoridades, deportado e incluso estuvo atrapado en medio del fuego cruzado en una batalla.

Pero que el Cardenal Georges terminara encontrando su hogar en los Oblatos fue claramente la obra de la Providencia. Los miembros de la Congregación hacen un cuarto voto, añadido a los de pobreza, castidad y obediencia, la perseverancia.

Cuando se iba hacienda mayor las secuelas de la enfermedad de la polio lo iban debilitando y necesitó una prótesis para estabilizar sus pasos. Como consecuencia, la cojera que había tenido desde niño quedó más pronunciada. Como nos recordaría su hermana Margaret, no pasó un solo día sin grandes dolores. Pero él no dejó que esto le limitara. Siendo joven víctima de la polio recibió este consejo que a menudo compartía con otros: “Siempre hay alguien que está peor que tú, así que no sientas lástima de ti mismo”. Se tomó este consejo en serio y lo vivió cada día.

Ante las incógnitas a las que nos enfrentamos con la pandemia del coronavirus, podemos mirar el ejemplo de gran perseverancia del Cardenal Georges y continuar aceptando, por nuestra parte,  este tiempo incómodo, de miedo y sufrimiento.

Comprendiendo el sentido del sufrimiento, el Cardenal Georges llegaba a explicar sus cruces como “dones” y descubrió que esto le ayudaba a unirse con el Cristo crucificado. Como dijo una vez, “el cristianismo sin cruz es una religión falsa. Jesús no es un amuleto de buena suerte; Él es el Señor del cielo y de la tierra porque entregó su vida y la recuperó”.

Ser simplemente católico

El Cardenal George era un hombre de intensa curiosidad, ansia expansiva de conocimiento y  estaba habitado por una profunda fe. Estaba muy preocupado por las divisiones internas de la Iglesia. En vez de quedarse en el terreno de “liberal o conservador”, prefirió la dicotomía de “verdadero o falso”

“A veces hemos reducido la Iglesia a un conjunto de ideas en vez de un encuentro con Jesucristo y sus hermanos y hermanas en nuestra parroquias, nuestra diócesis y el mundo. La Iglesia se convierte en un club de debate, la gente toma partido y acumula puntos”, dijo una vez.

Por la manera en que vivió, enseñó y gobernó, el Cardenal Georges puso en práctica lo que él llamaba “simplemente catolicismo”, una visión robusta de la vida y de la fe eclesial, desprovista de polémicas y tribalismos. Su esperanza para la Iglesia es quizás más ambiciosa para nosotros ahora que en 1998 cuando por primera vez articuló este concepto:

“La respuesta es simplemente catolicismo, en todo su sentido y profundidad, una fe capaz de distinguirse de cualquier cultura y a la vez capaz de comprometerse y transformar todas ellas… La fe católica conforma una iglesia con mucho espacio para aceptar las diferencias en las orientaciones pastorales, en las discusiones y debates, para iniciativas tan diversas como lo es la gente a la que Dios ama. Pero más profundamente la fe conforma una iglesia que conoce a su Señor y conoce su propia identidad”.

En tiempos de crisis es fácil que las divisiones se pronuncien cada vez más. En lugar de rendirnos a las continuas luchas internas y discordias, sería mejor secundar al Cardenal Georges, caminar hacia la unidad y dejar que nuestros pensamientos, palabras y obras sean simplemente católicos.

Crecer en discipulado

“El catolicismo no es ante todo una serie de ideas o una colección de causas de lucha. Es una manera de vivir, la manera de seguir a Jesucristo”, dijo el Cardenal Georges.

Cuando sigamos a Cristo más de cerca, “no solo habrá un cambio en mi manera de pensar y de ver, también habrá un cambio en mi manera de vivir y actuar… Los discípulos cambian su manera de vivir para seguir en contacto con su maestro, en nuestro caso, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y el Hijo de María”, escribió.

No hay nada mejor que un tiempo de prueba para ayudarnos a convertirnos en mejores discípulos de Jesucristo. A parte de sus luchas contra las secuelas de la polio, el Cardenal Georges tuvo dos episodios de cáncer que finalmente lo llevaron a la muerte. Sin embargo, los sufrimientos en su vida no fueron obstáculo para su discipulado. En vez de servir para amargarlo, fueron para él oportunidades de crecer en su relación con el Señor.

El Cardinal Georges vivió toda su vida con el convencimiento que Dios nos hizo a cada uno para ser santos y vivir de acuerdo con esto. “Estamos aquí para ser santos”, dijo, “todo lo demás es de una importancia muy, muy secundaria”.

Mucho podemos aprender del Cardenal Georges incluso cinco años después de su muerte. Su perseverancia en medio del sufrimiento, su búsqueda de la verdad y la proclamación de quién es Cristo, su capacidad para leer los signos de los tiempos y su esperanza de que la Iglesia fuera más fiel a su misión: esta es la manera como el Cardenal Georges marca la diferencia en nuestro tiempo presente. Como cuando estaba vivo, el Cardenal Georges sigue siendo un hombre para nuestro tiempo.

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Michael R. Heinlein es el editor de  SimplyCatholic.com  y  autor de una biografía que aparecerá pronto sobre el Cardenal Francis E. George, OMI.