Luis Ignacio Rois Alonso, OMI

“Si alguien cree que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad”. (Fratelli Tutti 7)

Contexto

Vivimos en el occidente del desierto del Sáhara, entre dos inabarcables inmensidades: el desierto y el océano. Acogemos un doble reto misionero: ser Evangelio para los descartados, sobre todo migrantes que aquí malviven y muchas veces mal mueren atravesando el océano; ser Evangelio al encuentro de hermanos a los que el Islam ha conformado sus vidas y cuyas raíces están en el desierto. Océano, migrantes, desierto, Islam…este contexto nos hace vivir, pensar y rezar en un permanente y humilde estremecimiento misionero. Estremecimiento resentido al leer en Fratelli Tutti que el encuentro con el Islam (FT 3-5) y la situación de los migrantes (sobre todo cap. IV) han inspirado esta Encíclica.

 1. Las religiones al servicio de la fraternidad:

Fratelli Tutti eleva a estatuto de Encíclica la declaración firmada por el papa y el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb. En su llamamiento de paz, justicia y fraternidad se pideasumir “la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio” (FT 285).

Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar” (FT 198). La  cultura del encuentro “significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y en estilo de vida…integrando a los diferentes y generando procesos” (FT 217). Todo líder, especialmente el religioso, debe ser experto en resolución de conflictos, auténticos mediadores (FT 268; 284) y ministros de reconciliación (FT cap. VII).

Estas son actitudes válidas para todos los misioneros en todos los contextos en su encuentro con creyentes de otras religiones, ateos o agnósticos. También  nosotros, como familia carismática, ¿nos atrevemos a abrazarlas y promoverlas?

2. Migrantes como don:

El papa nos despierta: “no hay dignidad en las fronteras” (FT 37-41).No se trata de dejar caer desde arriba programas de asistencia social sino de recorrer juntos un camino descrito con  cuatro verbos: acoger, proteger, promover, integrar (FT 129). El objetivo es que participen activamente en la comunidad civil y eclesial (98) y que sean los protagonistas de su propio rescate (FT 39). En el centro siempre está reconocer su dignidad humana (FT 168). “El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo” (FT 162) ya que este “asegura a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno,… esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna” (FT ). Al esforzarnos para que se hagan realidad las propuestas enumeradas en FT 130 -132, no olvidaremos que el cuidado espiritual es una pieza importante del proceso.

Los migrantes son un don para nosotros (FT 133). Con ellos se abre una posibilidad de cambio real en nuestras vidas y sociedades. Nuestra misión no solo es por y con ellos, sino desde ellos (FT 235). Esta opción “debe conducirnos a la amistad” (FT 221):  «amar al más insignificante de los seres humanos como a un hermano, como si no hubiera más que él en el mundo, no es perder el tiempo» (FT 193). Hoy, como ayer, como siempre, “si hay que volver a empezar siempre será desde los últimos” (FT 235).

Nuestra familia carismática existe para ser Evangelio para los pobres (Constitución 1), identificándonos con ellos (C. 8) y dejándonos evangelizar por ellos (Regla 8a). ¿No son hoy los migrantes los más vulnerables de esta sociedad de descarte? ¿No escuchamos conmovidos sus necesidades de salvación por boca del sucesor de Pedro? ¿No debería ser la misión con y desde los migrantes una de las dos prioridades misioneras de nuestra familia carismática hoy?

3. Mística de la fraternidad:

El “cristiano oblato” del siglo XXI será místico o no será. El papa habla de fomentar una mística de la fraternidad (FT165) sin desarrollarlo conceptualmente. Me aventuro a señalar algunos posibles elementos de la misma. El punto de partida debe ser la mirada de Dios… que mira con su corazón (FT 281) y que para nuestra familia es la mirada compasiva del crucificado (C.4). Debemos concentrarnos “en lo esencial, la adoración a Dios y el amor al prójimo” (FT 282). Creados por Dios, nuestro Padre común, solo siendo hermanos (FT 272) y habitando con respeto nuestra casa común (FT17) podremos vivir plenamente. La hospitalidad  se convierte en un sagrado deber (FT 90), lo sabemos bien en el desierto. La fraternidad y la hospitalidad construyen una comunidad en la que tocamos el Misterio de Dios: “si vamos a la fuente última, que es la vida íntima de Dios, nos encontramos con una comunidad de tres Personas, origen y modelo perfecto de toda vida en común”. (FT 85). Conscientes de nuestra debilidad necesitamos acoger honestamente la llamada a la  conversión porque  “todo esto podría estar colgado de alfileres, si perdemos la capacidad de advertir la necesidad de un cambio en los corazones humanos, en los hábitos y en los estilos de vida” (FT 166). Somos frágiles y por eso la conversión que siempre es gracia, reclama una tarea de nuestra parte. Parafraseando nuestras Constituciones (CC 11 y 31), de lo que se trata es de caminar y crecer en fe (272-276), esperanza (FT 54-55) y en esa caridad de la que habla extensamente Fratelli Tutti.

Contemplemos una y otra vez la parábola del Buen Samaritano como icono de la mística de la fraternidad (FT capítulo segundo). En el otro, “el extraño en el camino”, se barrunta el rostro del OTRO. En el encuentro fraterno con los más pobres reconocemos a Cristo (FT 85). Es una mística de la acción ya que Jesús nos invita a hacer “lo mismo” y hacernos prójimos del extraño (FT81). Es un movimiento de comunión kenótica con Cristo que se abajó y vacío para hacerse prójimo, hermano de toda la humanidad. Queremos convertirnos en aquel que… “no se guarda nada para sí mismo, sino que se entrega generosamente, hasta consumirse” (FT 284). Trasformados por la compasión sanadora de Jesús, somos con Él sanadores heridos  generando procesos  de reconciliación y fraternidad (FT cap. 7).

Para muchos cristianos, este camino de fraternidad tiene también una Madre, llamada María… Ella, con el poder del Resucitado, quiere parir un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades, donde resplandezcan la justicia y la paz” (FT 278). “Y como María, la Madre de Jesús, «queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos,… para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad […] para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación» (FT 276)

Fratelli Tutti propone el testimonio de dos santos, modelos de fraternidad universal: Francisco y Charles de Foucauld. Nuestra familia carismática necesita santos y místicos de la fraternidad. En nuestro ADN está la caridad hecha oblación misionera (C 2), vivida en comunidad fraterna (C 3). Nuestra vida de pobreza nos identifica más plenamente con Cristo y con los pobres haciéndonos profetas de nueva humanidad (C 20). ¿Dónde están hoy los místicos santos de nuestra familia? Seguramente conocemos muchos que nos inspiran. Los Beatos mártires oblatos de Pozuelo, veintidós religiosos y un laico, vivieron esa “fraternidad franciscana” cuidándose mutuamente durante el cautiverio, antes de ser fusilados y enterrados en una fosa común, víctimas de una violencia y odio sin sentido al que respondieron con el solo perdón, como Foucauld. Decían en nuestro noviciado: “sigan los nuestros estos ejemplos”.

4. ¡Qué importante es soñar juntos!

(FT 8) nuestra familia carismática. Los requisitos impuestos para la elaboración del artículo en cuanto al tiempo para presentarlo y su extensión, me impiden desarrollar otros temas como el intento de soñar nuestra familia carismática encarnando la solidaridad, subsidiariedad e interdependencia en nuestras relaciones y estructuras, así como las dinámicas de no violencia y resolución de conflictos. Quisiera terminar compartiendo un sueño que convierto en grito: ¡NECESITAMOS OBLATOS HERMANOS! Os necesitamos, en cada rincón y expresión donde se encarna el carisma. Os necesitamos, profetas de vida comunitaria y evangélica. Os necesitamos místicos de la fraternidad. Os necesitamos asumiendo un liderazgo que nos ayude a abandonar la autorreferencialidad. Os necesitamos santos y con los pies en la tierra, optando por los últimos con sencillez. Os necesitamos encarnando ese perfil mariano que iluminará a toda la Iglesia y el mundo en este siglo XXI. Os necesitamos: ayudadnos, por favor, a emprender juntos el camino del servicio fraterno para ser esos hermanos universales que comenzando siempre desde y con los últimos, encarnemos con Jesús la Buena Noticia de una humanidad nueva soñada por Dios.

Luis Ignacio Rois Alonso, OMI
6 de octubre de 2020