P. Roberto Carrasco, OMI
Delegación del Perú
Cuando el Papa Francisco empezó su pontificado y nos sorprendió a todos con la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, una de sus afirmaciones que me viene a la memoria hoy es aquella de: “no podemos realizarnos ni salvarnos solos” (EG 178). Empezaba así, a imaginarme el inicio de una nueva forma de ver nuestro mundo actual, de ver nuestra convivencia y de ver nuestra respuesta como cristianos y como consagrados a aquella “absoluta prioridad de la ‘salida de sí hacia el hermano’” (EG 179). Por cierto, se avizoraba lo que hoy enfatiza su nueva encíclica Fratelli tutti, que: “seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (FT 6).
Nuestra congregación no es ajena a este sueño de fraternidad y amistad social a la que nos invita el Papa Francisco. Con respecto a la fraternidad, viene a la mente aquella primera carta escrita por san Eugenio de Mazenod a quien realmente llegaría a ser el hombre que tanto necesitaba el Fundador para emprender tan gran anhelo: “Evangelizare pauperibus misit me. Pauperes evangelizantur”. La carta del 9 de octubre de 1815 dirigida a Francisco de Paula Enrique Tempier marcará la pauta: “Mi querido amigo: Lea esta carta ante su crucifijo, dispuesto a escuchar solamente a Dios y a cuanto su gloria y la salvación de las almas exijan de un sacerdote como usted. […] consulte con su corazón lo que deberá hacer para remediar esos desastres y, luego conteste a mi carta”. De hecho, un nuevo proyecto de vida fraterna empezaba. Y la respuesta, que por cierto fue muy fraterna también, no se dejó esperar: “cuente enteramente conmigo”, fueron las palabras de Enrique Tempier, quien asumió desde ese momento la tarea de estar ‘junto a’ aquel a quien consideró en todo momento su socio y hermano en la congregación.
Los Misioneros Oblatos de María Inmaculada vivimos en comunidades apostólicas, tanto sacerdotes como hermanos. Es allí, en la comunidad, donde nos hacemos la pregunta ¿qué espacio ocupa la palabra fraternidad y amistad en nuestras vidas? Es más, no estamos en la misión para formar grupos de trabajo, sino comunidades verdaderas de hermanos y amigos, donde la integración, el diálogo y la escucha son elementos fundamentales para nuestro crecimiento personal y nuestra respuesta misionera como Oblatos.
Cuando llamamos a Dios con el apelativo de Padre, conforme nos lo enseñó Jesús en la oración del Padrenuestro, es para constatar que nuestra relación frente a mi prójimo más inmediato es la de ser hermanos. Aunque “la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos” (FT 12), el desafío se hace cada vez mayor: “necesitamos constituirnos en un ‘nosotros’ que habita la casa común” (FT 17). Dicho de otra manera, dejar que la fraternidad se exprese a través de estos términos que nos empujan a “primerear” (EG 24) en nuestras relaciones: la igualdad, la reciprocidad, el respeto a la diferencia, el ver con los otros, la apertura, la paciencia, el escuchar para comprender, la oblatividad.
Sin ir más lejos, somos Oblatos de María Inmaculada, en efecto, y cuando hablamos de oblatividad nos encontramos con dos ámbitos aplicativos: el primero es el externo, o sea, el dar cosas, probablemente es lo más fácil. Pero la dádiva sin el don de sí mismo, no puede construir la verdadera comunión fraterna. La segunda es la interna, aquella donde la oblatividad tiene un doble movimiento: el donarse a los hermanos y el recibir a los hermanos. Este doble movimiento es lo que construye la comunidad, la fraternidad, frente a un individualismo que hoy en día se ha convertido en “el virus más difícil de vencer” (FT 105). De ahí el énfasis que pone el Papa Francisco en el tema del diálogo como desafío: “en una sociedad pluralista, el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y respetado, y que está más allá del consenso circunstancial. Hablamos de un diálogo que necesita ser enriquecido e iluminado por razones, por argumentos racionales, por variedad de perspectivas, por aportes de diversos saberes y puntos de vista, y que no excluye la convicción de que es posible llegar a algunas verdades elementales que deben y deberán ser siempre sostenidas” (FT 211). En nuestras experiencias misioneras, una de nuestras tareas es la de optar y promover en todo el momento el diálogo como colaboración (cf. LS 118).
“Siempre cerca de la gente con la que trabajan, los Oblatos prestarán constantemente atención a las aspiraciones de la misma y a los valores que posee. […] abrirán con audacia nuevos caminos […]. Humildes ante la propia insuficiencia […] confiando en el poder de Dios” (CCRR 8), son sin duda los valores oblatos que destacamos en nuestra convivencia fraterna y misión. Asimismo, están, también, como nuevos desafíos para nuestra vida y misión, lo que el Santo Padre Francisco nos presenta en su nueva encíclica: “la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos” (FT 94).
La llamada no es sólo clara, es también desafiante, es integral, porque “todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra” (LS 92). Y es precisamente en este punto, también como Oblatos de María Inmaculada, que asumimos el reto que nos presenta el Papa Francisco: “Hay un reconocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia” (FT 106).
Finalmente, cabe recordar que “al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos” (EG 3). Nosotros los Oblatos estamos llamados a crear puentes, a crear lazos de amistad y de cercanía en los lugares de misión donde estamos. Si no logramos promover la fraternidad entre todas las culturas, por lo menos busquemos la dimensión de la amistad entre todos los pueblos. Porque ser amigo tiene otras connotaciones mucho más íntimas, mucho más cordiales, de mucha más cooperación. Es necesario considerar que cuando el Papa habla de la amistad social, está haciendo hincapié, en la dimensión del encuentro con el otro, con el que es diferente, quien al final de cuentas, es mi hermano.
El Santo Padre Francisco, lo que está haciendo con Fratelli tutti, es proponernos un nuevo paradigma, aquel en el que la dimensión social, la dimensión de la relacionalidad, de la fraternidad, de la amistad social se integran dentro de un lazo de unión humana, no solamente en la cultura occidental, sino también en la cultura oriental. Un fecundo intercambio, una gratuidad que acoge, un amor que integra y reúne, el gusto de reconocer al otro, un recomenzar con la verdad sin dejar de lado a los últimos; son éstas y otras más, las exigencias que nos esperan en nuestra convivencia fraterna y en una misión que promueva la amistad social.
Sin duda esta nueva encíclica es el compendio de todo un Pontificado que empezó el 2013, al cual pido a todos ustedes poder abrazar. Pidamos a María Inmaculada que nos acompañe por estos caminos de la fraternidad y de la paz. Que nuestra oración se una a la oración del Santo Padre para pedir: “que nuestro corazón se abra a todos los pueblos y naciones de la tierra, para reconocer el bien y la belleza que sembraste en cada uno, para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas”. Amén.