Meditaciones para preparar el aniversario de los primeros votos del 1 de noviembre de 1818.

Comité General de Oblatos Hermanos

Papa Francisco, junio de 2013: «Ser cristiano es una llamada de amor, una llamada de amistad»

“Y Abrahán nos recuerda también que “nadie es cristiano por casualidad”, porque Dios nos llama por nuestro nombre y con “una promesa”: sigue adelante, yo estoy contigo, yo camino a tu lado. Como Jesús prometió de igual manera el día de la Ascensión: “Yo estaré con vosotros todos los días”. Dios nos acompaña, Dios nos llama por nuestro nombre, Dios nos promete una descendencia. Y ésta es la seguridad del cristiano: no es una casualidad, es una llamada. Una llamada que nos hace seguir adelante. Ser cristiano es una llamada de amor, de amistad. Una llamada a ser hijo de Dios, hermano de Jesús, a ser fecundo en la transmisión de esta llamada a los demás, a ser instrumento de esta llamada…Si en la vida del cristiano existen problemas, momentos difíciles, siempre está esta seguridad: el Señor me ha llamado, el Señor está conmigo, el Señor me ha hecho una promesa. Él es fiel, no puede negarse a sí mismo. Él es la fidelidad. Aunque todos somos pecadores, debemos seguir adelante, con el Señor. Seguir adelante con la promesa que nos hizo, con la promesa de fecundidad; … Él nunca nos deja solos. Esa certeza del cristiano nos hará bien»[1].

El padre Tempier nació en Saint-Cannat, el 1 de abril de 1788, en una familia de honestos campesinos en la que se vivía la fe católica. Recibió el bautismo al día siguiente de su nacimiento con los nombres de Enrique y Francisco de Paula.

Muy pronto Francia atraviesa las duras pruebas de la Revolución, el Terror y la Constitución civil del clero. Conocemos lo que vivieron los primeros compañeros del Fundador que poniendo en peligro su vida se consagraron a trabajar por la conservación de la fe[2].

En Aix, una vez aprobada la Constitución Civil del Clero, hubo una división entre los presbíteros “constitucionalistas” y los “no juramentados”. La iglesia de Milles, parroquia donde la familia Tempier tenía su granja, estaba regentada por presbíteros insumisos; incluso la iglesia fue cerrada por decreto. Francisco de Paula y dos de sus amigos que más tarde fueron presbíteros como él, Michel Figuière y Jean Joseph Reynaud, se preparaban para la primera comunión. Se podían haber unido a los otros niños en la Catedral de Aix que regentaban los presbíteros constitucionalistas, pero lo hicieron de una forma totalmente distinta. En 1860 el padre Tempier confía a los escolásticos de Montolivet: “una hermosa mañana de 1799… en una modesta habitación de una de las hermosas calles de Aix… Tenían – prosigue el cronista – entre 10 y 12 años. Ningún canto, ninguna música, tal vez algunas flores, un traje más decente, fue todo lo que nuestros tres amigos pudieron ofrecer al Dios que venía a visitarlos; pero suplieron abundantemente su pobreza recibiendo a Jesucristo en unos corazones llenos de los sentimientos más generosos. Largas y fervorosas fueron las oraciones de la acción de gracias: solo Dios conoce todos los sentimientos de amor y de gratitud que debieron confiarle esos tres juveniles corazones; pero lo que sabemos es la recompensa que otorgó a sus humildes y ardientes súplicas. Cuando se levantaron, los tres amigos, sin haberse consultado, sin haberse dicho nada unos a otros, fueron donde su director y le pidieron con insistencia que les enseñara latín: querían ser sacerdotes” [3].

Leyendo este testimonio impresionante, os invitamos a releer algún episodio de vuestra infancia o de vuestra adolescencia para descubrir en él las huellas de la obra de Dios.

Para profundizar – miro a mi vida con los ojos de Dios.

  • Elijo un acontecimiento que ha marcado mi infancia y juventud.
  • Tomo conciencia de lo que he recibido de bueno que me hace dar gracias al Señor.
  • Miro lo que ha sido fuente de tristeza, desánimo…; pido al Señor que me ayude a comprender por qué actué así y le pido perdón.
  • A través de este acontecimiento de mi vida quizás pueda pedir ayuda al Señor.
  • Concluyo con el Padre Nuestro o una oración para poner mi confianza en las manos de Dios.

[1] Extracto de la homilía matinal del papa Francisco en Santa Marta, 25 de junio de 2013.
[2] Cf. Las ordenaciones clandestinas de los padres Mie y Maunier.
[3] François de Paul Henry Tempier, collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, pp. 14-15. Para profundizar más : témoignages, document 1 collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, pp. 213-215.