Meditaciones para preparar el aniversario de los primeros votos del 1 de noviembre de 1818.

De nuestras Constituciones n 25 y 39

“La obediencia nos hace servidores de todos. Con ella impugnamos el espíritu de dominación y queremos ser testigos del mundo nuevo en el que los hombres reconocen su íntima dependencia recíproca. Si aceptamos juntos la voluntad de Dios, se convierte en realidad para nosotros la libertad evangélica (cf. Ga 5, 13). Nuestra vida es dirigida por las exigencias de nuestra misión apostólica y por las llamadas del Espíritu, ya presente en aquellos a quienes somos enviados. Nuestro trabajo nos hace depender de los otros de muchas maneras. Esto requiere un real desprendimiento de nuestra voluntad propia y un profundo sentido de la Iglesia”. Constitución 25.

“Con la humildad y la fuerza de la caridad, expresaremos nuestra responsabilidad para con los demás en la corrección fraterna y en el perdón”. Extracto de la Constitución 39

El Fundador contaba de verdad con Tempier: “Os aseguro que considero como muy importante para la obra de Dios que seáis de los nuestros; cuento con Vd. mucho más que conmigo mismo…”[1]. Este vínculo con Eugenio de Mazenod queda sellado el Jueves Santo de 1816 mediante un voto de obediencia recíproca. A falta de poder obtener que todos sus primeros colaboradores acepten ligarse por los votos, el Fundador decide comprometerse personalmente con Tempier: “El Jueves Santo (11 de abril de 1816), leemos en sus “Memorias”, metidos los dos bajo el andamiaje del hermoso monumento que habíamos hecho en el altar mayor de la iglesia de la Misión, en la noche de ese santo día, hicimos los votos con un gozo indecible” [2].

El padre Fabre subraya este acontecimiento en la Noticia necrológica del padre Tempier: “No fue una ceremonia vana; de una y de otra parte era un gran acto, uno de esos actos que influyen en los destinos. Solo el día de la eternidad podrá revelamos la cantidad de méritos de que aquel acto fue principio para los dos religiosos. Quien pasó toda la vida como primer superior, supo ser también el primer obediente, y no sabemos a quién darle la palma: si al superior que muchas veces ha obedecido a su inferior, o al inferior que ha tenido la virtud de mandar a aquel en quien respetaba y amaba la imagen viviente de la autoridad de Dios. Es tal vez un caso único en la historia de las congregaciones religiosas; lo registramos con el humilde agradecimiento que suscitan los dones de Dios”[3].

El padre Tempier ha obedecido al Fundador siempre y en todo; pero, por otra parte, él ha debido ejercer la autoridad sobre el Fundador, como le obligaba su voto. En el veranos de 1816 recordaba al Fundador que debía cuidar de su salud durante la misión de Barjols: “Aprenda de una vez a cuidarse; me parece que sería mucho más sencillo decir su oficio en ese tiempo… Dejo, pues, esto a su conciencia,…” [4]. Será en el momento del “problema de Icosia” en 1835 que el padre Tempier debe manifestar uno de sus calculados enfados: “¿Quiere usted o no quiere salir de la situación horrorosa en que está puesto?… Pienso que es la última vez que le hablo de todo esto, pues ya estoy cansado de ello” [5].

El Fundador tenía la costumbre de pedir a alguien que le reprendiera por sus defectos. Al finalizar su retiro de 1813, el padre De Mazenod había tomado ya esta resolución: “10º Encargar a Mauro[6] que me reprenda de mis defectos por la mañana en la oración” [7].

En la Regla de 1818 el Capítulo nombra un admonitor en la persona de Tempier que está encargado de vigilar la conducta del Superior general[8].

En su Carta Apostólica para el Año de la Vida Consagrada, el papa Francisco decía: “Vivir el presente con pasión significa ser “expertos de comunión”. Y en el año 2015 a los religiosos de Roma les decía: “Si debemos decirnos la verdad, nos la decimos a la cara, pero con amor. Reza antes de hacer un reproche y después pide al Señor que eso transcurra con corrección. Es el amor concreto. Una religiosa no puede permitirse un amor en las nubes; no, el amor es concreto”. No se trata de volver al “capítulo de la culpa”, pero subrayamos que ese voto de obediencia recíproca entre el padre Tempier y el Fundador es un acto fundante de la congregación. Os invitamos a hablar de esto en comunidad o hablarlo con vuestro acompañante.

[1] Lettre du Fondateur à l’abbé Tempier du 15 novembre 1815, cf. collection Ecrits Oblats VI, Rome 1882, pp. 11-12.
[2] Leflon tome II, p. 49.
[3] Notice nécrologique II, 85.
[4] Cf. lettre du P. Tempier au P. de Mazenod du 17 novembre 1818. Collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, p. 23.
[5] Lettre du P. Tempier au P. de Mazenod, 24 août 1835, collection Ecrits oblats II,2 Rome 1987, pp. 100-101.
[6] El Hermano Mauro era un ex religioso que Eugenio escogió como ayudante doméstico desde el final de su seminario en San Sulpicio cuando se convirtió en el director y más tarde lo acompañó a Aix en 1812.
[7] Cf. Ecrits Spirituels 1812-1856, Roma 1991.
[8] Regla de 1818, 3ª parte, Cap. I, párrafo 3, l’admoniteur.