Meditaciones para preparar el aniversario de los primeros votos del 1 de noviembre de 1818.

Vida común y apostolado

Si alguien se viera tentado de mirar estas reglas como demasiado duras para la naturaleza, le conjuramos en el Señor a que considere:

  • 1º que nuestro ministerio será para siempre infructuoso si no nos aplicamos con ardor a nuestro progreso espiritual;
  • 2º que nunca estaremos a la altura de nuestra vocación sin la ayuda de estas observancias que todos los Padres de la vida espiritual y sobre todo los santos fundadores de Órdenes miraron como indispensables;
  • 3º que, dado que el ministerio de las misiones y retiros nos lanza, como a la fuerza, en medio del mundo durante las tres cuartas partes del año, para tenernos ocupados principal y casi únicamente en la conversión de los pecadores, correríamos el riesgo de olvidar nuestras propias necesidades si no nos recogiéramos al amparo de la estricta disciplina de la Regla, por lo menos durante los cortos intervalos de ese peligroso ministerio.

Si, pues, nos interesa de veras nuestra felicidad suprema, si no queremos exponernos al riesgo de vernos reprobados después de haber predicado a los otros, lejos de sentir la menor repulsión a someternos a esta excelente observancia, lamentemos sinceramente que los deberes impuestos por la caridad nos tengan alejados tan a menudo y por tanto tiempo del cuerpo de nuestras comunidades donde ella reina y nos priven, a pesar nuestro, de su benéfico influjo durante gran parte de nuestra vida”[1].

El padre Fabre, en la Noticia necrológica del padre Tempier, dice: “con frecuencia hemos escuchado a almas de élite proclamar con gran elogio las gracias que ocurrían cada vez que pasaba el padre Tempier por una comunidad… incluso cuando el padre Tempier no era el superior, esas comunidades conservaban por él un verdadero culto de gratitud y devoción…”[2] .

El Fundador contaba con el Padre Tempier y éste descubrió desde el inicio la llamada a una vida religiosa en comunidad;Os aseguro que considero como muy importante para la obra de Dios que seáis de los nuestros; cuento con Vd. mucho más que conmigo mismo para la regularidad de una casa, que en mi idea y en mis esperanzas, debe reproducir la perfección de los primeros discípulos de los apóstoles. Apoyo mucho más mis esperanzas sobre ello que sobre los discursos elocuentes: ¿estos han convertido alguna vez a alguien? ¡Oh!, ¡qué bien haréis lo que es tan importante hacer! Siento que no estéis más cerca para que os pueda apretar contra mi corazón, daros un abrazo fraterno, que expresaría mejor que mi carta los sentimientos que Dios me ha inspirado para Vd. ¡Qué dulces son los lazos de una perfecta caridad! …Me lo hacía prever mi corazón, queridísimo amigo y buen hermano, que erais el hombre que Dios me reservaba para ser mi consuelo” [3].

Todavía podríamos subrayar el post-scriptum dejado por el Fundador al final de la página en su carta al padre Tempier de febrero de 1816:Entre nosotros misioneros, somos lo que debemos ser, es decir que tenemos un solo corazón una sola alma, un solo pensamiento ¡Es admirable! Nuestros consuelos son, como nuestras fatigas, sin igual” [4].

La amistad entre el Fundador y el padre Tempier resiste todas las pruebas. El padre Fabre en la Noticia necrológica del padre Tempier, escribe: “la llamada de nuestro Fundador merecía ser escuchada por el padre Tempier y el padre Tempier merecía ser llamado por nuestro Fundador. Estas dos almas estaban hechas para comprenderse, unirse, completarse y competir, en la medida de su vocación respectiva, en la realización de la obra de Dios. La obra ha comenzado y las proporciones que ofrece a los ojos hacen resaltar los méritos de los arquitectos”[5].

La vida del padre Tempier no fue ese « metal que resuena » del que habla san Pablo en la Primera carta a los Corintios[6] . La calidad de vida interior del padre Tempier está llena de devoción y ese olvido de sí mismo no es posible sino por una intimidad profunda con Cristo. Cuando el Fundador le anuncia en 1823 que Fortuné quiere nombrarle vicario general, el padre Tempier describe, entre los motivos para rechazarlo, lo que conlleva el cargo de vicario general y termina con estas palabras: “tengo que rezar más tiempo todavía”. El padre Yvon Beaudoin dice; “la virtud que aparece más frecuentemente en el padre Tempier es la piedad, el espíritu de piedad” [7]. Podemos añadir que estaba animado por esa caridad tan querida por nuestro Fundador y que es el quicio de nuestro carisma.

Os invitamos a releer la sección III de nuestras Constituciones: “En comunidades apostólicas”. El padre Fernand JETTÉ comenta la Constitución 37: “Este artículo afirma el carácter misionero de nuestra comunidad. Nos reunimos, sí, para vivir juntos, pero con el fin de trabajar juntos, como una familia, en la viña del Señor…. En el primero se evoca claramente este carácter misionero. “Nuestras comunidades tienen, por tanto, carácter apostólico”. En ellas y por ellas es como cumplimos nuestra misión…Por esa razón nosotros, cualquiera que sea nuestro trabajo, si lo cumplimos por obediencia y en virtud de la misión recibida del Instituto, seremos misioneros”.

Y prosigue: “…la caridad está en el corazón de nuestra vida; “la caridad fraterna debe sostener el celo de cada miembro”… En la Iglesia, el oblato es un hombre de caridad, un hombre cuya vida entera está henchida de amor… El párrafo tercero manifiesta que esta comunidad misionera —una “comunión de espíritu y de corazón”— se funda en Jesucristo y da testimonio de Él entre los hombres”.

El pasado 4 de octubre, el papa Francisco publicaba la Encíclica “Fratelli Tutti” [8]para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio” (n. 1). Su Encíclica no pretende “resumir la doctrina sobre el amor fraterno”, quiere ser más bien “un humilde aporte a la reflexión para que,… seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (n.6). La crisis sanitaria mundial ha demostrado que “nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos” (n.32) y que ciertamente ha llegado el momento de soñar “como una única humanidad” en la cual nosotros somos “todos hermanos” (n.8).

¿Cómo hemos acogido esta Encíclica social del papa Francisco?

¿Qué aportamos nosotros “a la fraternidad que el Padre común nos propone” (n. 46)?

¿Cómo se movilizan nuestras comunidades para ser ese “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades (n.78)?

¿Qué compromiso comunitario nos pide hacer la Encíclica?

[1] Cf. CC & RR. Texto de 1825 – «Vida comunitaria y apostolado.»
[2] Notices nécrologiques II, 95, collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, p. 68.
[3] Lettre de Mazenod à Tempier du 15 novembre et du 13 décembre 1815.
[4] Lettre de Mazenod à Tempier du 24 février 1816 de la Mission de Grans.[5] Notice nécrologique II, 85, 101-102.
[6] Cf. 1 Corintios 13, 1.
[7] Collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, p. 205.
[8] Encíclica del papa Francisco «Fratelli tutti».