HAITÍ

Publicado inicialmente en el sitio web aleteia.org

A medida que Haití se recupera poco a poco del terremoto que ha matado a miles de personas, la historia del P. Albert Cator nos asombra y nos llena de agradecimiento.

“No cabe duda de que la mano de María estaba allí,” dice el P. Ellince Martyr, superior provincial de los Oblatos de María Inmaculada (OMI), congregación a la que pertenece el P. Cator. El P. Jean Marcel Louis, portavoz de la diócesis de Les Cayes (en el sur del país), contó a Aleteia que él “inmediatamente pensó en la Madre de Cristo.”

El P. Albert Cator estaba en el baño cuando tuvo lugar el terrible terremoto, pillándole así totalmente indefenso. En el Seminario de Mazenod (a unas 138 millas de Puerto Príncipe), la casa de tres plantas – el P. Cator vivía en el primer piso – cayó literalmente sobre él. Entonces esperó durante más de cinco horas una ayuda.

De izquierda a derecha, el P. Mártir y P. Cator en Puerto Príncipe, 2 de septiembre de 2021 (Max-Savi Carmel)

En la Casa Provincial, en Puerto Príncipe, el P. Albert Cator pasa varias horas cada día, todavía algo traumatizado, sentado en el patio su pensamiento vuela constantemente a lo sucedido en aquél 14 de septiembre, víspera de la Asunción. A sus 62 años, ha vivido una historia que conmueve a toda la diócesis de Les Cayes. Aquí, el religioso descansa y sana de sus heridas.

¿Necesita cuidado psicológico? Su respuesta es clara: “La oración y el apoyo de mi comunidad son suficientes.” Un pasaje particular de la Biblia le ayuda a superar el trauma: “Clamé a mi Señor, mi Dios.”

El sacerdote, con problemas de visión, estaba en el baño cuando oyó un ruido atronador y sintió cómo todo el edificio temblaba.

“Las tres plantas se colapsaron,” explica, y “un repentino y violento movimiento del baño me desorientó… Si no hubiera sido por este brusco movimiento provocado por el terremoto, me hubiera sido muy difícil respirar, porque me atrapó bajo una gran masa de hormigón, pero en frente de una bolsa de aire,” explica el P. Cator. “Comprendí entonces que nada sucede por que sí.

En cuanto a los rescatadores, dado los riesgos, sólo pudieron excavar con las manos desnudas a la vez que las réplicas les obligaban a retroceder constantemente. “Pero cuando llegaron hasta mí, las hasta entonces constantes réplicas se detuvieron,” dice. “Fue la mano de María,” concluye con una sonrisa el P. Martyr, que estuvo presente durante nuestra entrevista.

La casa de tres pisos de la que el padre Cator ocupó la planta baja, poco después del terremoto, el 14 de agosto de 2021. (Max-Savi Carmel)

El seminario, afortunadamente, vacío.

Los escombros –una pila de piedras y el primer piso del edificio engullido por la tierra- da muestra de la violencia de la sacudida. Fundado en 1816 por Eugenio de Mazenod, un francés, los Oblatos de María Inmaculada llevan en este seminario cerca de Campérin, a 13 millas de la ciudad de Les Cayes, desde 1945. Sin embargo, por motivo de las vacaciones estivales, los cerca de 20 seminaristas y empleados estaban ausentes.

 “Si hubieran estado allí durante las vacaciones, probablemente el número de víctimas habría sido mayor,” dice el P. Jacques, otro miembro de la congregación.

Ya en 2008, el P. Cator sobrevivió milagrosamente a otro desastre natural: una inundación. Justo cuando temía que el agua le iba a arrastrar, un muro cedió por sorpresa, vaciando la casa que ya se llenaba, habiendo pasado el agua por encima de su cabeza.

Dos años después, estaba en Puerto Príncipe durante el terremoto de enero de 2010 que mató a 250.000 personas. Experimentaba dificultades para caminar, y el P. Cator explica “cómo se vio a sí mismo fuera de una iglesia en un terremoto” a la hora en que debía estar diciendo misa.

Mientras tanto, a pesar de su movilidad reducida y sus problemas de visión, da gracias a “María, desde lo profundo de su corazón.” Sentado a su lado, su superior “espera que se den más y más milagros para el florecimiento de la fe en la Iglesia.”