He aquí el primero de una serie de materiales de animación para la preparación de nuestro 37º Capítulo General. Estos documentos estarán basados en el tema de nuestro Capítulo – Peregrinos de la esperanza en comunión y tendrán como objetivo la reflexión y el debate personal y comunitario.

Cada mes, y durante los próximos cinco meses, se ofrecerá a nuestra consideración un artículo preparado por un oblato. El primero, como verán, ha sido preparado por el P. Warren Brown, OMI. Agradecemos a todos los oblatos que los han ofrecido su ayuda en la preparación de nuestro Capítulo. 

Pedimos a los Provinciales y Superiores que hagan llegar estas reflexiones a todos los oblatos.

La Comisión precapitular


Peregrinos de la esperanza en comunión: reflexiones de un peregrino

Por el P. Warren Brown, OMI
Consejero General para Canadá-Estados Unidos

En el diccionario, el peregrino se define como «aquél que viaja a tierra extranjera», o «aquél que viaja a un santuario o a un lugar sagrado». La raíz latina de la palabra «peregrino» proviene de un término para referirse al «extranjero», «peregrinus», formada por las palabras latinas per (a través de) + agr-, ager (tierra), aquél que cruza una tierra.  Por nuestra propia naturaleza, que nace de nuestro carisma, como congregación misionera, los oblatos somos peregrinos, elegidos por Jesús para evangelizar a los pobres y más abandonados, especialmente en las periferias de la sociedad. Para llegar a estas personas, hemos de viajar e ir a donde están, hacernos peregrinos.

Así como los otros evangelios sinópticos de Mateo y Lucas, el Evangelio de Marcos (Mc 6, 7-13) contiene un relato del envío en misión de los doce apóstoles por parte de Jesús.  Los tres relatos del envío de los apóstoles contienen un discurso similar, pero con algunas sutiles diferencias, probablemente debidas al autor y al público de los evangelios.  Desde el principio del Evangelio de Marcos, al igual que en otros relatos evangélicos, Jesús se desplaza de un lugar a otro, enseñando y encontrando a la gente.  El contexto inmediato del envío en el Evangelio de Marcos es que Jesús «recorría los pueblos de alrededor enseñando» (Marcos 6, 6b).  En esencia, los apóstoles son enviados como peregrinos para hacerse como Jesús, el Peregrino del Padre.  Como sucesores de los apóstoles, somos peregrinos con el Peregrino, enviados por el Padre. El relato del envío de Marcos, el primer Evangelio, puede darnos algunas indicaciones importantes sobre las exigencias del peregrino oblato contemporáneo.

En el Evangelio de Marcos los apóstoles no son enviados aisladamente, sino de dos en dos, mostrando la necesidad de la comunidad en la tarea misionera.  Como oblatos, la misión a través de la comunidad apostólica es un componente crucial de nuestro carisma oblato.   Podemos observar aquí que el Evangelio de Marcos, a diferencia de los otros dos evangelios, no contiene una exigencia explícita de Jesús de que los apóstoles anuncien el reino.  Mientras que la predicación del arrepentimiento es clave para la proclamación del reino en la misión de Jesús en el capítulo uno del Evangelio de Marcos, la proclamación del reino debe hacerse a través de un ministerio práctico de sanación y renovación.  

Los apóstoles del Evangelio de Marcos son enviados para tres tareas principales: curar de espíritus inmundos, predicar el arrepentimiento y ungir a los enfermos con el óleo. Juntos, estos ministerios vitales son los medios para conducir a la santidad de modo holístico: espiritual, mental y físicamente.  Para nosotros, como peregrinos oblatos, y para aquellos a quienes somos enviados, el objetivo es alcanzar la santidad, o como lo expresaba San Eugenio: hacernos santos.  

Jesús advierte a los apóstoles que no lleven consigo comida, ropa de recambio o dinero; deberán depender de aquellos a quienes sean enviados.  Tampoco deben trasladarse de una casa a otra.  La providencia de Dios y la generosidad de los demás habrán de sostenerlos en la misión.  No deben procurarse un alojamiento mejor ni los anfitriones más generosos.  La pobreza de espíritu y el desprendimiento son necesarios para el éxito de su tarea.  Como peregrinos oblatos, también nosotros estamos llamados a vivir este desprendimiento de las necesidades materiales y a aprender a colaborar con aquellos a quienes somos enviados.

Llamativamente, en el Evangelio de Marcos, en contraste con los otros dos relatos sinópticos del Evangelio, Jesús dice explícitamente a los apóstoles que deben llevar un bastón y sandalias.  No hay restricciones sobre dónde ir, si a Samaria o a territorio extranjero. Los apóstoles enviados por Jesús en el Evangelio de Marcos son libres de cruzar las fronteras, de ir donde se les necesite, de estar presentes para quien necesite sanación y santidad dondequiera que se encuentren.  También el peregrino oblato está llamado a viajar donde sea necesario por el bien de la misión con el fin de llevar santidad y sanación. 

El relato del envío en el Evangelio de Marcos puede servir de guía a los Oblatos de María Inmaculada en nuestra vocación de misioneros y peregrinos.  Dios nos ha elegido y nos ha llamado para una misión especial.  Portamos nuestro carisma, buscando obtener sanación y santidad para nosotros mismos y para aquellos a quienes somos enviados y de forma integral: la plenitud y la santidad mental, espiritual y física.  Habremos de realizar esta labor misionera en el contexto de la comunidad; la mutua colaboración es ingrediente necesario para nuestro apostolado.  Habremos de hacerlo con espíritu de pobreza, sabiendo que la obra que estamos desempeñando es de Dios y que Dios proporcionará lo que necesitemos.  Por último, habremos de ser ingeniosos y sabios, sabiendo que aquellos que necesitan la presencia de Cristo se encuentran por todo el mundo y sin fronteras. 

Preguntas para la reflexión:

  • ¿Puedo identificarme, o creer que lo soy, con el peregrino en camino por la vida?
  • ¿De qué modo visualizo mi vida oblata como el camino del peregrino?
  • ¿Imagino mi peregrinaje por la vida solo o en comunidad?
  • ¿Dónde me encuentro como peregrino en mi camino por la vida de fe en Dios?