UCRANIA

Basado sobre los materiales de Irina Rudyk-Malaya, publicado originalmente en barnews.city.

Durante la guerra, los ucranianos se han dirigido especialmente a Dios en oración. Además, casi todas las parroquias, independientemente de su denominación religiosa, católicas, ortodoxas, protestantes, recogen ayuda para los militares y la llevan sistemáticamente al frente. Pero igual de importante, si no aún más, es la misión de los propios sacerdotes que se desplazan para llegar hasta los soldados ucranianos. Ucrania quiere introducir pronto oficialmente el cargo de capellán militar, pero mientras tanto esta misión la realizan sacerdotes que se sienten llamados a estar voluntariamente al lado de los militares en lugares de operaciones de combate. Uno de esos sacerdotes es Padre Vadim Dorosh OMI, que lleva varios años viajando sistemáticamente al frente y apoyando a nuestros soldados.

El padre Vadim Dorosh es capellán militar desde 2014. Nació y creció en la ciudad de Bar (Ucrania). Anteriormente había sido miembro del ejército. Primero hizo el servicio obligatorio y luego sirvió en el ejército bajo contrato. Allí vivió un proceso de conversión y entró en nuestro prenoviciado oblato de Obukhiv. Actualmente vive y sirve en la comunidad de Tyvriv, en la región de Vinnitsa. Además, el Padre Vadim sirve en el santuario oblato de Tyvriv, es el responsable de los encuentros de jóvenes de esa parroquia y también del Museo-Memorial de los Mártires del siglo XX de Ucrania y en la Delegación de Ucrania es el responsable de las vocaciones y de los encuentros de monaguillos, así como del grupo de Amigos de los Misioneros. El Padre Vadim cuenta:

Cuando empezó la guerra en 2014, yo era escolástico en Polonia, donde ayudaba a los desplazados y a los emigrantes de Ucrania. Después de terminar el seminario, volví a Ucrania y me ordené sacerdote en Bar (Ucrania). Entonces también empecé a viajar como voluntario a la región de Donetsk, donde trabajé con el Servicio Cristiano de Socorro, que tiene unos 20 cuerpos diferentes, en particular el Cuerpo de Capellanes de Guerra. En 2020, el fundador de este servicio, Andriy Olenchyk, me ofreció la oportunidad de ser capellán militar y acepté.

La misión de un capellán consiste, en primer lugar, en estar entre los militares y representarlos en la oración con y por ellos. Además, supone tanto hablar con ellos como confesarlos… Es decir, somos un testimonio de Jesucristo en medio de ellos para que los militares entiendan que Dios está con ellos.

Desde hace tres años, el padre Vadim visita periódicamente a los soldados ucranianos y pasa con ellos de dos a tres semanas. Cuando se le pregunta si es seguro, responde que hay una guerra en el país, por lo que ahora no hay un lugar completamente seguro:

– El capellán no suele estar en primera línea, aunque estas situaciones se producen. He tenido que estar en trincheras y barricadas.

Un capellán viaja a diferentes lugares donde hay combates. Dice que son varios los factores que determinan dónde irá:

– En el Este, fui a un lugar específico por el Servicio Cristiano de Socorro. El ministerio allí era tanto militar como civil. Vamos al sur principalmente por la necesidad de los reclutas de Vinnitsa.

Aunque los soldados son de diferentes religiones, los capellanes militares, independientemente de su denominación, dan su bendición a todos. Lo mismo ocurre con el sacramento de la confesión:

– Bendición para todos. En cuanto a los sacramentos, en casos de emergencia, por ejemplo, durante la guerra, cuando hay una amenaza para la vida, el capellán puede confesar a todo cristiano, independientemente de su afiliación confesional.

Pero los soldados ucranianos que están en el frente necesitan hablar. El Padre Vadim cuenta lo que más recuerda de su labor como capellán:

– La mayoría de las veces, los militares quieren hablar. Hablamos mucho. Recuerdo que un soldado se sentó a mi lado y habló durante casi tres horas mientras yo escuchaba. Luego me dio las gracias, lo bendije y se fue. Otro enorme soldado, de unos dos metros de altura y de fuerte constitución, pidió la confesión. Resultó que la última vez se había confesado hace más de 20 años. Pensé entonces que, en efecto, dado que un guerrero tan fuerte y grande se arrodilla y necesita a Dios, nosotros, los capellanes, somos necesarios, que Dios actúa realmente y que no estamos desamparados.

En una ocasión un comandante de unidad simplemente “descargó su corazón” Necesitaba que le escucharan. Y otro momento importante fue personalmente cuando un militar se acercó y dijo: “Nos disteis medallones de la Virgen María, pero no hubo suficientes para todos” Y pidió otras 60 unidades. Momentos como éste dejan claro que para los militares sentir la presencia de Dios cerca es realmente importante.

Fotos de Vadim Dorosh OMI