PEREGRINOS DE ESPERANZA EN COMUNIÓN: UNA REFLEXIÓN

Por Sandra Prather HOMI,
OMI Lacombe Canada


Hace unos diez años, mi marido, mi hermana y yo misma hicimos a pie trescientos setenta kilómetros del Camino de Santiago. Con nuestras mochilas, haciendo noche en los distintos pueblos o ciudades, durante tres semanas fuimos auténticos peregrinos. Estábamos en “el camino” hacia la gran Catedral de Santiago en la hermosa ciudad de Santiago de Compostela.

Como éramos extranjeros en el país, nuestra preocupación era quedarnos perdidos irremediablemente en algún punto. Por fortuna, la antigua ruta de peregrinación que atraviesa España estaba bien señalada: imágenes frecuentes y bien colocadas de vieiras en postes, aceras y edificios nos indicaban el camino y nos ayudaba a seguir la buena ruta.

No todos los viajes están tan bien señalados. A veces, sin darnos cuenta nosotros mismos, nos desviamos del camino o tomamos un giro equivocado. Otras veces, estamos distraídos o no prestamos atención a las señales que nos dicen dónde girar o qué dirección tomar. Cuando esto sucede, terminamos perdidos o vagando sin rumbo. Por eso, de vez en cuando, es bueno pararse, mirar alrededor y, como hace todo buen GPS, reorientarnos.

Reorientarnos significa hacer nuevas lecturas, mirar bien los signos que nos rodean y preguntarnos qué reajustes necesitamos hacer. Por extraño que parezca, ¡ése mismo es el propósito del Capítulo general! Cada seis años, los Oblatos se reúnen y se reorientan. En un clima de oración y discernimiento, examinan en qué punto están, leen los signos de los tiempos, y se preguntan qué tienen que hacer para seguir por el buen camino de anunciar el evangelio con ardor y pasión. Las respuestas a estas preguntas les guiarán en los siguientes seis años.

Este año, como parte de la preparación del 37º Capítulo general, la Comisión precapitular hizo una consulta a toda la congregación. Querían identificar los “signos de los tiempos” que más llamaban su atención. Su tema, “Peregrinos de la Esperanza en Comunión”, refleja el discernimiento realizado. Los elementos “peregrino, esperanza y comunión” son las señales elegidas para guiar las deliberaciones del Capítulo y fijar la dirección del futuro próximo.

Como parte de la amplia familia Oblata, ¿qué nos dicen estas señales? ¿Cómo pueden marcar nuestra dirección al tratar de vivir el carisma oblato en nuestro entorno familiar, laboral, de voluntariado y cultural?

1. Recordamos que somos PEREGRINOS.

En otras palabras, ¡estamos en movimiento! El Papa Francisco nos recuerda que somos una Iglesia, que está “en Camino”. Somos peregrinos: la historia, señala Francisco, nos enseña que quedarse quieto no puede ser una buena opción para la Iglesia (cf. Evangelii gaudium, 23). Tampoco es una buena situación para nosotros. En cambio, dice Francisco, deberíamos estar marcados por una inquietud interior.

Creo que es una inquietud la que nos empuja a salir de nuestras zonas de confort, una insatisfacción con el statu quo. Al ver la injusticia, la degradación del medio ambiente, la violencia y el odio, dice: “¡No debería ser así!”. Y esto nos mueve a trabajar por el cambio. Es el Espíritu que dice, “Sal de tu rutina, busca formas nuevas y creativas de ser iglesia, de proclamar el evangelio, de ser testigo de la vida.” Es San Eugenio que nos dice, “Allí donde hay nuevas necesidades, debemos crear nuevos medios.”

2. Debemos ser un tipo concreto de peregrinos: ¡somos peregrinos de la ESPERANZA!

¿Y por qué la Esperanza? Me pregunto, ¿por qué no peregrinos de la Misericordia o del Amor? ¿Cuáles son los signos de los tiempos que han conducido a la Comisión precapitular a escoger la esperanza como la virtud que debemos encarnar en nuestro caminar?

Quizás sea esto: vivimos en una época en la que muchas personas luchan por encontrar esperanza en su vida cotidiana. Las razones son numerosas; las pérdidas personales y las tragedias de la pandemia global, guerras continuas, pobreza intratable, destrucción permanente de nuestro entorno, y así sucesivamente. Tal vez, al observar los signos que les rodeaban, los oblatos vieron la necesidad de que alguien fuera testigo de la esperanza en un mundo turbulento, caótico y cada vez más desesperado.

Sin embargo, para ser testigos de la esperanza, tenemos que apoyarnos en algo ajeno a nosotros mismos. La Esperanza, como Vaclev Havel escribía, no puede ser un simple optimismo de que todo saldrá bien. Más bien, dice, es una dimensión del alma. Se basa en la creencia y en la convicción de que, a pesar de todo, Dios triunfa. Sin duda, Dios ya ha ganado. En 2004, en el documento del 34º Capítulo general, Testigos de la Esperanza, los Oblatos reivindicaban la esperanza como su especial fortaleza, “nuestra convicción alegre de que, en el fondo de esas dificultades, Dios, que es Señor de este mundo, está siempre muy vivo, y vale la pena dar nuestra vida por él.” [Testigos pág. 2]. Es esta convicción compartida la que nos constituye en peregrinos de la Esperanza.

3. Somos peregrinos de la Esperanza en COMUNIÓN.

Finalmente, debemos hacer esto juntos. Es el espíritu sinodal al que nos convoca el Papa Francisco: viajamos juntos, codo con codo, sabiendo que el Espíritu está presente en cada uno.

Creo que uno de los principales regalos del reciente Congreso de Asociaciones de Laicos Oblatos, ha sido que nos ha abierto a una compresión más amplia de la gran familia oblata. Al ver los videos de cada región que resaltaban las diversas formas en que el laicado oblato vive el carisma de San Eugenio, uno no podía no conmoverse y quedar impactado. Dios está actuando entre nosotros, ¡el carisma oblato está vivo y está bien! En verdad, juntos somos más fuertes. Estamos llamados a caminar juntos.

Conclusión

“Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”. El camino que recorremos como iglesia, como Oblatos y como familia oblata, no está claramente trazado para nosotros. En cambio, es en el camino, a medida que viajamos, donde encontramos los indicadores. Las señales que indican que somos peregrinos de la esperanza en comunión, nos guiarán, confiamos, en la dirección correcta.

El logo elegido para el Capítulo lo refleja. Muestra a un grupo de personas que caminan juntos. Están “en el camino”. Entre ellos, hay varios Oblatos; hay algunos niños; hay hombres y mujeres. Se parecen a un pueblo que peregrina. Sobre ellos revolotea el Espíritu en forma de paloma. Están rodeados por ramas verdes en crecimiento – la promesa y esperanza de una vida fructífera en su caminar. Se parecen a la Iglesia. Se parecen a nosotros.

Preguntas para la reflexión

  1. “Si un cristiano no siente esta inquietud interior, si no la vive, es que le falta algo; y esta inquietud interior proviene de su propia fe y nos invita a evaluar qué es lo mejor que se puede hacer, qué hay que mantener o cambiar.” [El Papa Francisco hablando sobre la iglesia sinodal.]
    ¿Qué produce en ti una “inquietud interior”? ¿Qué te empuja a trabajar por un cambio?
  1. “Hay algo que traigo a la memoria, por eso esperaré: Que no se agota la bondad del Señor.” Lam 3, 21-22
    ¿De qué manera eres portador de Esperanza? ¿Qué es lo que fundamenta tu Esperanza?
  1. “Espero en ti por nosotros”. [Gabriel Marcel, existencialista cristiano]
    ¿De qué manera “estar en comunión” fortalece tu esperanza?

El título “¡Caminante, no hay camino! El camino se hace al andar” es de un poema escrito por el famoso poeta español Antonio Machado.