ADMINISTRACIÓN GENERAL

Andrzej Jastrzebski, OMI

Del 20 al 22 de junio, la Administración general desde Roma ha organizado una sesión en línea para los directores y animadores de la formación permanente de todas las unidades oblatas del mundo. A mí me pidieron que representara a nuestra provincia. Hay que recordar que los dos últimos capítulos generales hicieron mucho hincapié en la formación permanente como parte de nuestra renovación misionera. El plan inicial era organizar un programa de dos semanas en Aix-en-Provence, pero a causa de la pandemia y de las restricciones de viaje, se ha optado por un programa en línea más corto. El objetivo de la sesión, que ha juntado a unos 30 oblatos, era compartir algunas reflexiones y herramientas sobre la formación permanente y su importancia para la vida y misión del discípulo-misionero así como la misión de los directores y de los equipos de formación permanente.

Además del tiempo dedicado a las conferencias, hemos podido escuchar algunas experiencias concretas de formación permanente en las distintas unidades y nos hemos preguntado cómo mejorar las experiencias de formación permanente en nuestras unidades.

El padre Amedeo Cencini, un italiano de la Congregación de los Hijos de la Caridad, fue la persona que nos acompañó. Tiene una larga experiencia acompañando congregaciones religiosas en este campo y nos ha inspirado una profunda visión de la formación permanente.

Nos recordó que el lugar de la formación es la vida, la experiencia de cada día, la fidelidad cotidiana a los compromisos religiosos y misioneros. Es toda la vida, con los aspectos positivos y negativos de nuestras experiencias, las que nos forman permanentemente. Es al magisterio de la vida en el que debemos estar siempre atentos y dispuestos a aprender. La formación permanente significa estar dispuestos a aprender, aprender de los pobres, de las experiencias de la vida, de los acontecimientos que nos rodean, de la gente sencilla. Cada oblato es responsable de su propia formación permanente y de la de sus hermanos. Sin embargo, la función del director de la formación permanente y de la autoridad en sus distintos niveles es la de acompañar este proceso y garantizar que, no sólo el ambiente comunitario le es propicio, sino que también las distintas actividades, programas, encuentros y lugares de compartir están puestos a disposición de todos los miembros de la unidad. Hemos visto que, como misioneros oblatos, debemos entrar en la escuela de la vida, aprender a aprender, con humildad y desde la sencillez. Nos sentimos llamados a crear una cultura de formación permanente.