COREA

por Davide Dionisi
(Publicado originariamente en www.osservatoreromano.va/en)

Desde 1990, el padre Vincenzo Bordo, OMI, ha ofrecido alojamiento y cuidado a los sin-techo de los suburbios de Seúl.

Ha recibido el premio Ho Am Sang Prize, el premio nobel coreano al servicio en favor de la comunidad. Y no se lo ha concedido cualquiera, sino la gigante Samsung. Nunca ha dejado de ponerse el delantal de ayudante de cocina en su oasis de las afueras de Seúl, llamado “Hogar de Ana”. Es el padre Vincenzo Bordo, un misionero oblato de María Inmaculada, original de Piansano, una pequeña población en la zona de Viterbo, quien en 1990 fue enviado como misionero a la Tierra de la Mañana Serena. Aquí encontró su lugar ideal, en Songnam, una ciudad dormitorio de las afueras de la capital de Corea del Sur, el hogar del designado cardenal Lazarus You Heung-sik, prefecto del Dicasterio para el Clero.

Este gran misionero comparte con nosotros que, “inicialmente, con la ayuda de algunos generosos y buenos laicos, abrimos un comedor nocturno en un almacén abandonado, pequeño, viejo y algo destartalado que la parroquia vecina nos había ofrecido amablemente. Ofrecíamos a los necesitados tan solo 80 comidas tres veces a la semana. Pero escuchándoles y viendo sus necesidades, lo aumentamos a 4, luego a 5, y finalmente a 6 cenas. Mientras tanto, un doctor con su equipo se ofreció a abrir una clínica gratuita. Luego llegó el turno de un abogado.”

Desde comienzos de 1993 hasta el día de hoy, el “Hogar de Ana” ha ofrecido 3.119.137 comidas, una media de 550 al día. Sin contar las más de 20.000 intervenciones sanitarias y 707 consultas legales.

“El comedor, y los otros servicios, han sido siempre nuestra prioridad. Pero no era suficiente. Decidí visitar familias de los barrios marginales y me di cuenta de que muchos niños que deseaban estudiar no tenían acceso a la escuela por falta de dinero”, continúa el padre Bordo. “Así que, en 1994, con la ayuda de unos cuarenta voluntarios universitarios, empezamos un proyecto extra-escolar llamado Compartir, para ofrecer no sólo estudios, sino también deporte, música, cine-fórum y muchas más cosas. Era, en la práctica, un pequeño oratorio.

Y añade, “Hoy el programa está más estructurado. Tiene un nombre diferente, Ajit, e implica el servicio de una pequeño bus que, cuatro veces a la semana, sale por la noche al servicio de los jóvenes que viven en la calle. Así que, desde 2015, hemos rescatado a 39.759 jóvenes. Junto a esto está el refugio Purumi, el primer centro dedicado a jóvenes que, gracias a una serie de proyectos bien seleccionados, ayuda a los jóvenes a volver con sus familias. Para quienes desean encontrar un trabajo, tenemos el albergue. Un lugar completamente equipado en el que pueden quedarse hasta que empiecen a ganar dinero y puedan abrir su propio negocio.

Trabajar en el “Hogar de Ana” no es fácil, y la pandemia ha dado más de un problema. “Al principio había mucho miedo, tanto que las mismas autoridades ordenaron el cierre de todos los comedores de la ciudad, también el nuestro,” explica el padre Bordo. “Me opuse a esto de una forma decidida y firme. Estaba convencido, y aún lo estoy, que ese era el momento en el que más presentes y cercanos debíamos estar de nuestros pobres, ofreciéndoles alimentos aún más nutritivos y sustanciosos para combatir la covid. Entre la gente que viene al comedor hay 12 personas con 90 años, 154 en los ochenta y 243 en los setenta. Por el bien de estas personas, las más vulnerables y frágiles, debíamos continuar distribuyendo comidas y otros servicios. Era un imperativo moral.

Pero la nueva normativa sanitaria era muy restrictiva y, al igual que en todo el mundo, cualquier forma de reunión estaba prohibida. Sin embargo, en esta ocasión, la Providencia nos respondió a través del párroco de la vecina parroquia de Seongnam, el padre Andrea, que nos ofreció la gran plaza frente de la iglesia.

“Lo primero”, resume el padre Vincenzo, “señalamos los lugares en los que era posible pararse, para garantizar la distancia de seguridad. En la entrada, un equipo de voluntarios tomaba la temperatura corporal, distribuía máscaras y aplicaba gel desinfectante en las manos de los invitados. Dentro del comedor, otro equipo se ocupaba de la cocina”. Los cocineros del “Hogar de Ana” era como el de los grandes restaurantes, y es que preparaban 750 comidas: hacían falta 160 kilos de arroz, 140 kilos de carne y 60 kilos de kimchi (verduras fermentadas de la cocina local).

“Un tercer equipo se encargaba de empaquetarlo todo en paquetes “para llevar”, añade, especificando que, “al final de la comida, la basura se recogió entre el descontento de los vecinos que, ante el bullicio de la gente, pensaron que lo mejor era denunciarnos a las autoridades. Incluso nos insultaban en las calles porque pensaban que propagábamos la covid”. Por suerte, la experiencia de la comida para llevar duró sólo unos pocos días, y así, después de dos años y medio de parada, los amigos del padre Vincenzo volvieron a la normalidad.

En todo este tiempo compartido con los pobres, el misionero oblato dice estar convencido de haber aprendido mucho de ellos: “Me han enseñado que la vida es siempre un don, incluso en medio de la miseria y las dificultades. He sido testigo de muchos suicidios entre los ricos, pero nunca entre los pobres. También he aprendido de ellos que el sufrimiento no es un castigo de Dios, sino una oportunidad para el crecimiento humano y espiritual, porque una vez que te has visto envuelto en el dolor, ya no vuelves a ser la misma persona de antes: o te vuelves mejor, purificado, o te vuelves más irascible, e incluso te condenas más.”

En 2015, gracias a un decreto presidencial especial, el padre Bordo obtuvo un pasaporte coreano. “Un acto especial, porque los coreanos no pueden tener doble pasaporte”, señala. En esa ocasión, el entonces ministro de Interior le dijo, haciendo referencia al nombre que el mismo padre Bordo había escogido, Kim Ha Jong (Siervo de Dios): “Haciendo honor a este nombre nos ha enseñado a servir a los pobres y nos ha mostrado el hermoso rostro de Dios”.

Y, ¿cuál es el sueño de este gran misionero oblato de María Inmaculada hoy? “Sueño con un mundo sin tantos pobres,” y añade, “un mundo habitado por hijos, capaces de acoger, de preocuparse, de amar a sus padres ya mayores, sin abandonarlos. Sueño con un mundo sin tantos ancianos obligados a extender su mano débil y temblorosa para recibir una comida caliente. Sueño con una sociedad con estructuras de asistencia social. “Sobre todo”, concluye, “sueño con el día en que llegue al “Hogar de Ana” y no vea mendigos en la puerta, ni en las calles, y pueda cerrar las puertas y tirar las llaves, lejos. Porque el “Hogar de Ana” pueda volver a ser una casa normal, con un inquilino normal.”