El Papa Benedicto XVI en una visita a Marsella. ¿Qué habría pasado si el Papa Benedicto y Mons. Eugenio de Mazenod se hubieran encontrado?

por Athanasius von Wedon, O.M.I.

El Papa Benedicto XVI en una visita a Marsella. ¿Qué habría pasado si el Papa Benedicto y Mons. Eugenio de Mazenod se hubieran encontrado? En la mesa, habría surgido un tema ideal de diálogo – “la Iglesia pobre” – que Eugenio, por supuesto, habría iniciado una vez que Benedicto hubiera tomado asiento, con delicada moderación, y permitido que su animado homólogo dirigiera la conversación. Mons. Eugenio se habría sumergido en la conversación sin más preámbulos, ofreciendo multitud de datos durante la comida y produciendo largas frases que, una vez puestas en marcha, habrían sido difíciles de detener. Lo humano, lo exageradamente humano, abunda en Eugenio. Por otro lado, una discusión pastoral como la de la “iglesia pobre” parece menos peligrosa que, por ejemplo, el debate sobre la existencia de dios y la compatibilidad entre fe y razón, especialmente cuando el invitado se llama Josef Ratzinger / Papa Benedicto. Pero, claro, el acuciante tema de la “iglesia pobre” no podía faltar en la casa de Eugenio.

Así, una conversación de sobremesa, en la casa del obispo de Marsella con soupe pistou y pescado a la provenzal y una mesa preparada con vajilla de porcelana Veuve Perrin que Eugenio rápidamente habría pedido prestada al Marqués Dedons de Pierrefeu, su distinguido familiar. La escena parece sacada de una obra de cámara excesivamente dramatizada. Por un lado, el aire inhibido y rígido de Benedicto; por otro, el tema urgente del fogoso obispo de Marsella. Hace falta profundizar en la vida, obra y pensamiento de los protagonistas para inventar una conversación de sobremesa tan estrambótica entre Benedicto y Eugenio. Podríamos decir que hasta es necesario sentir pasión por ambas figuras: Benedicto y Eugenio.

Espacios teológicos con fuerza de fe y fuego misionero que encajan respectivamente en los caracteres: por un lado, Eugenio, el “ruidoso hooligan”, por otro, Benedicto el intelectual, que contempla las señales que hablan de la situación del hombre moderno enfrentado a la cuestión de Dios. Pero hay también muchos paralelismos: ambos estaban movidos por un gran amor a la Iglesia, ambos sufrieron por su amada patria que nunca pudo abrazarlos. En el caso de Benedicto, la desertificación del panorama teológico en Alemania; en el de Eugenio, la Francia de la Revolución, con Napoleón como una de sus consecuencias, y el general declive de la fe. Joseph Ratzinger siempre fue el intelectual estético que parecía algo frágil comparado con el carismático y visionario Eugenio de Mazenod.

Para conectar sendos caminos de la vida, echamos un vistazo a algunos de los temas que preocuparon a estos dos grandes hombres de la Iglesia, el Papa Benedicto XVI y San Eugenio de Mazenod. Sin duda, podemos encontrar paralelismos. El carisma de San Eugenio de Mazenod vive todavía hoy, en el siglo XXI, en sus hijos, los Oblatos, y en la gran familia Mazenodiana, tal y como ha mostrado el Capítulo general de 2022. El rumbo a seguir en el futuro está trazado. Para el Papa Benedicto XVI, es demasiado pronto para fijar la obra de su vida dentro de la historia de la Iglesia. Falta por ver si su pontificado queda reivindicado, y cómo, qué interpretaciones emergerán y prevalecerán, cómo evolucionará en su conjunto.

Puede leer el artículo completo en inglés aquí