Joseph Gérard, OMI

Para que una persona forme parte del número de los bienaventurados, es necesario que haya cumplido por lo menos un milagro debidamente reconocido por la autoridad competente. El padre Joseph Gérard, o.m.i., beatificado el 15 de septiembre de 1988 por el papa Juan Pablo II, en Lesotho, no se escapó a esta condición. En su caso, el milagro que la Iglesia tomó en consideración fue la curación instantánea de una chiquilla ciega, Florina Phakelo.

La pequeña ciega
Florina vivía en un pueblo, cerca de Roma, en Lesotho. Después de una enfermedad de los ojos, incurable según los médicos, se volvió completamente ciega. Se recurrió a la intercesión del buen padre Gérard, sobrenombrado “Rame-hiolo”, padre de los milagros, muerto en olor de santidad, en 1914. Siguió una curación milagrosa de la chiquilla. Vivió hasta la edad de sesenta años con el perfecto uso de sus dulces ojos.

Su testimonio
He aquí cómo Florina contó su curación durante el proceso apostólico, que tuvo lugar en Maseru, en 1955. Entonces tenía treinta y tres años. “Nací aquí, en Mafefoane, en 1922. A los seis años tuve una grave enfermedad que cogió mis ojos. En el interior de las órbitas habían aparecido algunas excrecencias como abscesos que caían al exterior. Me volví ciega, incapaz de distinguir la noche del día. Mi madre me llevó al médico, el doctor Hertig, que venía a Roma una vez al mes. Durante cinco años me administró medicinas, pero en el sexto mes dijo a mi madre: “Será ciega para toda la vida, nunca se curará Sin embargo, si tienes dudas, llévala al hospital de Maseru”.

Por tanto, mi madre fue a casa del padre Pennerath, el sacerdote encargado de nuestra misión, para explicarle todos los detalles de mi enfermedad y el proyecto de llevarme al hospital. A estas palabras, el padre contestó con una negativa enérgica: “¡No! Esta niña no se llevará a Maseru; ya que el médico no pudo curarla, nos dirigiremos al padre Gérard”. El día siguiente, el padre Pennerath vino a verme, hizo una oración para mí y dejó en mi mano la estrella del padre Gérard. Yo llevaba al cuello un sobre de tierra que provenía de su tumba.

Su curación
Una noche, durante la novena, un sacerdote que creía no conocer, puso la mano en mis ojos diciendo: “Te curarás, hija mía, y recuperarás la vista”. Por la mañana, al levantarme, mi madre quería ayudarme a vestirme, como todos los días, pero yo, me negué diciendo: “Mamá, no necesito más que me ayudes. Ya, me vestiré sola, porque ahora he recuperado la vista”. De hecho, me había curado, los humores en mis ojos cesaron de esparcirse afuera y desaparecieron completamente. Podía distinguir muy bien los diferentes colores de los granos de maíz: blancos o rojos.

Luego pedí a mi madre conducirme a la misión del padre que había venido a visitarme por la noche cuando era todavía ciega. Los padres estaban justo ahí, en retiro. No pude encontrar entre ellos a el que buscaba. El padre Pennerath vino con seis fotos de los padres. Sobre cinco, no pude encontrar al padre en cuestión. A la sexta exclamé: “Es él”. Y esta foto era la del padre Gérard. Finalmente mi madre pidió al padre Pennerath celebrar una misa de acción de gracias como agradecimiento al Buen Dios por mi curación”.

Añadamos, como conclusión de este testimonio lleno de frescor y autenticidad, el veredicto de la comisión médica reunida en Roma, el 3 de diciembre de 1986. Se declara que la curación instantánea, completa y duradera de la ceguera de Florina es milagrosa. Así, los Basotho guardan siempre una confianza extraordinaria en este “polvo maravilloso” del padre Gérard. Florina Phakela falleció por causas naturales, en Roma, el 7 de diciembre de 1982.

 

André DORVAL, OMI