Al llegar los primeros seis oblatos franceses a Montreal, el 2 de diciembre de 1841, la pequeña congregación, fundada por Mons. Mazenod en 1816, contaba sólo 59 personas. Su establecimiento en Canadá le dio un número considerable de vocaciones. Si tomamos en consideración sólo la diócesis de Montreal, tal como existía en 1841, ha proporcionado hasta hoy no menos de 736 padres o hermanos oblatos.

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Entre los más ilustres se encuentran los nombres del cardenal Jean-Marie Rodrigue Villeneuve, de NN.SS. Adélard Langevin, Ovide Charlebois y Lionel Scheffer, dos superiores generales: Léo Deschâtelets y Fernand Jetté, misioneros legendarios como los padres Albert Lacombe, Zacharie Laçasse y muchos otros. Los límites de este artículo nos obligan a dar sólo una breve visión de conjunto de este siglo y medio de historia. Limitémonos ahora a dos sectores de actividad: la predicación y las parroquias, dejando para otro artículo los movimientos de Acción católica y los capellanes.

Predicación
Desde su llegada a Montreal y su primera instalación en San Hilario, los oblatos han empezado a predicar misiones parroquiales en los Cantones del Este sobre todo. Han organizado también muchos retiros con las comunidades religiosas, los sacerdotes diocesanos, en los colegios, los internados e incluso las cárceles. Entre estos más ilustres predicadores de la región de Montreal destacan: Damase Dandurand, primer canadiense oblato que morirá a la edad de ciento dos años, Jean-Claude Léonard, ex sulpiciano entrado en el noviciado de Longueil desde el mes de agosto de 1842, Lucien Lagier que durante treinta y tres años de predicación ha organizado más de mil retiros.

Más cerca de nosotros, muchos se acordarán de la bondad del padre Arthur Guertin, la voz rimbombante del padre Azarie Ménard, el estilo florido de Lévi Côté y la sólida doctrina de Edmond Lemieux. A lo largo del año 1950, el grupo de predicadores oblatos ocupados todo el día en este ministerio podía alcanzar los cincuenta años. Mons. Philippe Desranleau, arzobispo de Sherbrooke, pudo escribir por cierto: “No creo que los oblatos hayan alcanzado en ningún otro sitio una perfección más alta que en su trabajo de predicadores de retiros parroquiales. Son fácilmente, por lo menos en nuestro país, los jefes y los modelos”.

A todos estos predicadores itinerantes, cabe añadir los de los retiros cerrados de Ville LaSalle. Esta casa, abierta en 1943, en el ex noviciado, ha acogido, durante los veinticinco años de su existencia, 116.200 personas, hombres y mujeres. Entre los más importantes de estos predicadores, recordamos los nombres de los padres Albert Berlinguette y Jean Cabana. El hermano Oscar Sansregret merece también una mención especial por su perseverancia en esta casa: cincuenta y dos años bien contados.

Parroquias
En Montreal, los oblatos han atendido cuatro parroquias. La primera en la lista es San Pedro Apóstol, desde 1848. Simple servicio al principio, se ha convertido en parroquia en 1900, con el padre Hormidas Legault como primer cura. Con los otros veintiséis curas que se han sucedido hasta nuestros días, destaca el trabajo de los hermanos oblatos: Jean-Baptiste Langlois, primer canadiense, Armand Tison y Rodolphe Tourigny.

En 1916, los oblatos aceptaban la nueva parroquia Saint-Nazaire de Ville LaSalle. El padre Victor Jodoin fue su primer cura. Los padres Armand Laniel y Hervé Ménard han contribuido mayormente a la organización material y pastoral de esta parroquia.
Santa Bernardita Soubirous de Rosemont nació en la época de la crisis, en 1938. El padre Germain Houle, cura fundador, habilitó una primera capilla temporal con aulas en el sótano. El padre Calixte Beaupré, 1942-1947, consolidó el espíritu parroquial y el padre Simon Chênevert construyó la iglesia actual en 1955.

Acabamos con una palabra acerca de la parroquia Saint-François-Xavier de Kahnawake, que el padre Nicolas Burtin ha atendido, como cura, durante treinta y siete años, de 1855 a 1892. Este padre conocía tan bien el idioma iroqués que ha podido traducir la Biblia a esta lengua para que sus parroquianos pudieran utilizarla.

André DORVAL, OMI