Durante los sesenta años de apostolado, varios hermanos oblatos se dedicaron a propagar esta revista en los hogares de Québec. Pueden destacar los nombres de Jean-Guy Côté, Maurice-Yves Leblanc, Gilles Lemire, Bernard Durand y muchos otros. Sin quitar nada a los méritos de estos valientes apóstoles, quisiera presentaros al principal entre ellos, el hermano Roland Sainte-Croix.

Hijo de Martial Sainte-Croix y de Agnès Bernier, nace en Cap-des-Rosiers, en la frontera con Gaspésie. Entra en el noviciado de Richelieu en 1936. Durante este año es víctima de un grave accidente. Mientras trabaja para erigir un juego de pelota, una armadura se derrumba y nuestro hermano queda en una maraña de vigas. Logra salir de ahí pero con un pie fracturado. A pesar de una intervención quirúrgica, Roland cojeará para toda su vida. Este inconveniente doloroso no le impedirá, sin embargo, recorrer unos cientos de kilómetros para multiplicar las suscripciones al “Apostolat” (Apostolado).

Después de una breve permanencia en la parroquia San Pedro Apóstol de Montreal, el hermano Sainte-Croix es nombrado, en 1942, propagandista de esta joven revista oblata, fundada en 1929 por el padre Henri Roy, o.m.i. En esta época, cuenta apenas 9000 abonados. Roland toma antes un tiempo para analizar seriamente la situación. Confía luego su trabajo a Nuestra Señora del Cabo y se pone decididamente en camino. Vestido con su sotana, según la costumbre del tiempo, y con una maleta en cada mano, sale a pie, en autobús o en tren, para visitar las decenas de parroquias sobre todo en el campo. Procede con un método. Obtiene antes la autorización del cura; luego va de puerta en puerta a solicitar las suscripciones. Tiene el don de convencer a la gente. La revista cuesta sólo un dólar por doce números. Es una revista misionera muy interesante que procura una buena lectura a toda la familia. Terminada su vuelta parroquial, elige a una persona abnegada y responsable a la que pide volver a visitar el año siguiente una decena de abonados para recoger las contribuciones.

Poco a poco, coloca toda una red de estas afiliadas que van generosamente a apoyarle durante los veinte y seis años de su misión. En 1944, lanza la “Semeuse de Joie” (Sembradora de Alegría), una pequeña revista bimestral especialmente destinada a sus “mamás misioneras”. Cada número les da una palabra de estímulo, unos ejemplos de éxito, una página “no seria”, etc. Los resultados se sienten rápidamente. Veinte años más tarde, cuenta cuatro mil afiliadas y la revista Apostolat alcanza 83000 ejemplares. Un año, el hermano Sainte-Croix no puede encontrar al cura de un pequeño pueblo. Por lo menos visita la parroquia. El año siguiente, deseando reparar su olvido, va a saludar al cura para regularizarse. El buen cura, al corriente del asunto, confunde a nuestro hermano con un hermano de la congregación de Sainte-Croix. Un poco susceptible a sus horas, le acoge de manera bastante fría. “El año pasado, dice, un hermano de Sainte-Croix vino a dar una vuelta en mi parroquia sin mi permiso. Si le vuelvo a ver, voy a echarle, créame”. Nuestro hermano entonces contesta con calma: “Tiene razón, señor cura, pero yo, vea, soy un hermano oblato, el hermano Roland. Le agradezco su amable autorización”. Riendo para sus adentros, le deja para visitar a sus afiliados. Otro día, el hermano Sainte-Croix pide a una señora hacerse socia para el Apostolat. “Lo siento, contesta la señora, pero no puedo aceptar, me duelen demasiado las piernas”. El hermano reanuda con convicción: “Señora, si acepta este trabajo misionero no le dolerán más las piernas. Se lo aseguro”. De hecho, esta señora fue afiliada durante muchos años sin tener nunca dolor de piernas. Unos veinte años después, escribe a la revista para decir que, teniendo sesenta y cinco años, se retiraba y no podía más ocuparse del Apostolat. Sin embargo, dos años más tarde, vuelve a escribir, esta vez para decir: “Permítame volver a ser afiliada, ya que mi dolor de piernas ha vuelto”.

El hermano Roland Sainte-Croix, este oblato meritorio, falleció en Cabo de la Magdalena, el 12 de enero de 1981.

André DORVAL, OMI