Honorius CHABOT, OMI

El temperamento, los hábitos y las tretas de las personas hacen que nunca se encuentran dos que sean absolutamente idénticas. Lo mismo sucede en los Oblatos. Cuando uno de ellos tiende a distinguirse de los demás, se dice de él, que es original. No hay ninguna malicia en este calificativo. Se quiere simplemente destacar, en él, un aspecto que sale de lo común. Es por así decirlo único en su clase. El padre Honorius Chabot era uno de ellos.

Religioso y sacerdote modelo
Honorius nació el 13 de enero de 1881, en San Constante, en el condado de Laprairie. En 1900, entró al noviciado Oblato, en la Lachine. Su ordenación sacerdotal fue seis años más tarde, en Ottawa. Durante sesenta y dos años, fue un religioso modelo y un sacerdote ejemplar, de una piedad sincera y de un celo desbordante por la salvación de las personas. En todas partes supo adaptarse. Su predicación simple y familiar reunía fácilmente a toda la clase de personas: niños, adultos, ancianos, enfermos, pobres y religiosos. Incluso llegado a la edad de ochenta y cinco años, se esforzaba en responder a las necesidades espirituales de las personas, que se iban a confesarse con él. “No pienso en la muerte sino en la vida” decía, poco tiempo antes morir. Deseaba vivir para servir mejor a sus hermanos. “Me entregué por entero por sus almas”, podía decir con San Pablo.

Distraído como siempre
¡Distraído como el padre Chabot! Era un proverbio entre los Oblatos. ¡Cuantas veces buscó sus anteojos mientras que los tenía sobre la nariz! Cura de la parroquia Sagrada Familia, en Ottawa, residía en el escolasticado San José, muy cerca de la iglesia. Un día, sonó el teléfono sonó y sonó sin que nadie estuviera allí para responder. El padre Chabot se vuelve y descuelga el aparato. Querían hablar con el cura de la parroquia. “Un momento”, responde perplejo. ¡Se aleja algunos pasos para ir a buscar al cura y es entonces que se da cuenta que el párroco de la Sagrada Familia era él… “pero si es para mí”!

El padre Donat Poulet, vicario dominical, debía predicar un domingo en la parroquia. Una decena de días antes, presentó a su párroco para su aprobación, el texto de su sermón muy bien redactado. El padre Chabot toma la copia, en realidad da una primera y una segunda lectura. Dos días más tarde, desatento como siempre, él mismo da este sermón a sus feligreses, casi palabra por palabra.

Pero el colmo de sus distracciones, es el día de Corpus Christi en que el padre Chabot preside la procesión solemne por las calles de la parroquia, portaba piadosamente en sus manos lo ostensorio completamente vacío… ¡Simplemente había olvidado poner el Santísimo Sacramento!

Párroco atento
Todas estas distracciones y cuántas otras más, se debían a ideas fijas que mantenía sobre distintos temas, tras algunas lecturas en los Diarios. Entre los problemas de envergadura que lo preocupaban, por los que se entrevistaba de buen grado con sus colegas, menciona la inmigración en Quebec, la repatriación de los Canadienses franceses de Nueva Inglaterra, la defensa de la lengua francesa en Ontario, la posibilidad de aumentar en algunos grados la temperatura media de Quebec reteniendo, los hielos río arriba del estrecho de Belle-Isle atreves de una presa…

Son estas ideas defendidas con convicción y sus numerosas distracciones que hicieron del padre Chabot único Oblato en su clase. A pesar de esto no le impidió ser un cura atento a sus feligreses y ser muy estimado. Estuvo en cinco parroquias, que sucesivamente dirigió, ya fuera en la Sagrada Familia de Ottawa, Maniwaki, Cap-de-la-Madeleine, Kapuskasing y Ville Marie. El padre Chabot puso la misma atención y la misma dedicación en las religiosas de los Santos Nombres de Jesús y María, en Outremont, y de las hermanas de la Misericordia, en Montreal.

El 12 de junio de 1968, volvía a Dios su alma rico de gracias y pleno de méritos. San Pedro le abrió seguramente las grandes las puertas del cielo tranquilizándolo paternalmente: ¡“Está bien aquí en su lugar, padre Chabot, no es una distracción… entre!”

André DORVAL, OMI