Misioneros afro-americanos toman el relevo de San Pedro Claver

Entrevista a Mons. Pierre-Antoine Paulo, OMI, Obispo de Port-de-Paix, Haití

A su paso por Roma, hemos abordado a Mons. Pierre-Antoine Paulo, O.M.I. misionero entre los afro-americanos de Cartagena de Indias, Colombia, de donde lo han sacado para que se haga cargo de una diócesis no menos misionera, Port-de-Paix, en su país natal, Haití.

  • ¿Cómo surgió su vocación misionera?

De una manera muy espontánea. Conocí a los Misioneros Oblatos desde muy joven, en mi comunidad cristiana de origen, buque insignia de los Misioneros Oblatos en Haití, Camp-Perrin, una de las primeras parroquias que ellos aceptaron. Me atraía su ejemplo y su entusiasmo contagioso por su entrega en la labor pastoral y misionera tanto en mi parroquia como en el resto de Haití. En el plano misionero y evangelizador abarcaban todo el país, pues no en vano es la congregación religiosa masculina más numerosa en Haití. Todo eso fue calando en mi alma joven. Recuerdo que por entonces, y estando ya en el seminario oblato, un sacerdote, que trabajaba en el seminario diocesano, intentó arrastrarme a su seminario; pero mi vida había tomado ya una orientación decidida: la vida religiosa y las misiones.

  • Nacido en 1944, con 18 años ingresa en el noviciado, un año más tarde, 1963, hace su primera profesión religiosa. Ordenación sacerdotal en 1969. Desde esa fecha y hasta su episcopado, ¿a qué se ha dedicado?

Efectivamente, yo hice el noviciado y primeros votos en Estados Unidos, me envían a Roma para continuar los estudios. Ordenado sacerdote y de regreso a Haití, me querían enrolar en la enseñanza. Yo dije a mis superiores que, si me dejaban escoger, yo optaría por la pastoral con la gente; pero que les dejaba plena libertad para que me enviasen a donde quisieran. Me dedican a la pastoral parroquial. Pasé mis primeros años de ministerio en dos parroquias, este trabajo me agradó sobremanera. Seis años después me dedicaron a la formación de futuros misioneros. Como formador, pasé por todas las etapas: pastoral de vocaciones, maestro de novicios, superior de escolasticado (seminario mayor). Trabajé mucho en la reestructuración pastoral, fomentando la coordinación con otros sacerdotes y religiosos de otros Institutos… Después me cayó sobre la espalda la responsabilidad de Superior Provincial en Haití. Abandoné la labor de formación para consagrarme totalmente a este nuevo ministerio: la animación y dirección de mis hermanos oblatos. Procuré abrirles las puertas hacia la misión “ad extra”. Intentamos implantar una misión en la vecina República Dominicana ; pero el intento no culminó en éxito y entonces me orienté hacia Colombia.

  • ¿Por qué precisamente Colombia, si tienen tantas vocaciones?

En calidad Presidente de la Conferencia de Religiosos de Haití, asistí a una reunión de la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos) en Colombia y descubrí una situación muy interesante: la presencia de afro-americanos. Hay muchos negros en Colombia, sobre todo en el norte, al igual que en Haití. Hablé con el Nuncio Apostólico y le expuse mi impresión y el atractivo que eso suscitaba en mí. Él me orientó hacia Cartagena de Indias y me puso en contacto con el Arzobispo de esa diócesis, que nos abrió las puertas de par en par. Podríamos continuar allí la labor apostólica de San Pedro Claver entre los negros.

  • ¿Se han limitado los Oblatos a esa zona?

Hemos abierto también una casa de formación en Bogotá, para acoger a nuestros candidatos; pero es sobre todo en el norte entre una población mayoritariamente de color donde concentramos nuestra labor pastoral. El arzobispo nos confió una parroquia en la ciudad, pero trabajamos sobre todo en la pastoral rural. Atendemos a trece parroquias o capillas en las aldeas.

  • ¿Todos los misioneros son haitianos, o hay ya colombianos?

Hace pocos años que llegamos a ese país y la mayoría de los misioneros son de Haití; pero ya hay algunos colombianos, en formación casi todos. ¿Cuántos? No sabría decir, porque ya no estoy allí.

  • ¿Cuándo y cómo le llegó la mitra?

Fue a partir de mi trabajo en Colombia, donde estaba muy contento y donde hubiera seguido encantado. Pero en 2001, tras siete años inolvidables en Colombia, me llamó el Nuncio Apostólico de Haití y me dijo que ya era hora de volver a mi país de origen.. Me proponía ser Obispo Coadjutor de Port-de-Paix.

  • ¿Es usted el primer obispo oblato de Haití?

No, hay otro, Mons. Hubert Costant, ordenado obispo en abril de 1991. Su diócesis es Fort-Liberté, hasta hace poco era el Presidente la Conferencia Episcopal.

  • Díganos algo sobre esa diócesis de la Isla Española.

Port-de-Paix es una diócesis más bien pequeña. Haití de por sí ya es pequeño (27.750 kilómetros cuadrados). Es una de las más antiguas del país, situada en la región Noroeste, tiene una extensión de 2.330 kms2, con una población de 600.000 habitantes.

Mons. Paulo con los haitianos de la Casa General.

Como ocurre en todo el país, la gran mayoría son cristianos bautizados, católicos. Bueno, son “cristianos” entre comillas, practicantes… Ahora, problema común en toda América Latina, las sectas protestantes muy agresivas, procedentes de Estados Unidos, nos entorpecen la evangelización, pues inciden y mucho en la gente menos formada religiosamente.

  • Haití ha sido noticia, al enviar a algunos agentes de orden público, guardias civiles de España por ejemplo, para ayudar a poner orden. ¿Qué es lo que pasa?

La situación es complicada. El Presidente Aristide salió del país y se refugió en Sudáfrica. Hay mucha represión por parte de quienes se manifestaron contra él. Cunde el descontento general, en todos los sectores, si bien es un descontento que podría denominarse pacífico. Pero también hay otra ola de descontento armado y muy bien amado: los antiguos militares y los partidarios del ex Presidente. Se suprimió el ejército. Ahora la única fuerza de orden público es la policía. Cuando los cascos azules acudieron a Haití fue para el desarme. Han neutralizado a los revolucionaros armados. Pero los “partisans” armados se han refugiado en los suburbios de las ciudades más grandes. Desde ahí, hacen incursiones en otros sectores de la ciudad, secuestran a la gente con miras a conseguir dinero y a veces los ejecutan. Esto paraliza la capital, Port-au-Prince, que es el foco más caliente, y como Haití es tan pequeño, paralizan prácticamente todo el país. Así que no hay guerra; pero la paz es una paz en calma.

  • Repercusión de esta problemática en la sociedad, en la Iglesia…

En lo que se refiere a la Iglesia, puedo decir que se ha tomado posición en esta situación. Las cosas han mejorado, pero quedan muchos interrogantes. Ahora tenemos las elecciones en el horizonte y éstas nos brindan una gran esperanza. En febrero pasaremos de un gobierno provisional a un gobierno democráticamente elegido. La gente espera las elecciones con entusiasmo. Tres cuartas partes de la población puede votar, pues es la proporción de los que han recogido ya el documento que los acredita para poder votar. Esto nos ayudará a salir de esta crisis. La Iglesia acompaña este proceso y anima a la gente en esta dirección.

  • Y del conflicto Aristide, ¿qué puede decirnos?

El dilema para la Iglesia radica en que Aristide es también un sacerdote, y no digo un ex-sacerdote, por el carácter a perpetuidad de ese sacramento. Ciertamente ha tenido dispensa de sus deberes religiosos, se ha casado, tiene mujer y dos hijas. Pero quienes lo votaron la primera vez y son sus partidarios siguen viendo en él al sacerdote que ellos eligieron. Esto ha sido y sigue siendo muy delicado para la Iglesia, porque cuando tomaba posición a favor de Aristide, porque había que apoyarlo, animarlo, sostenerlo, entonces un sector decía: “Claro, es normal, no pueden decir otra cosa, porque es un sacerdote”. Pero cuando la Iglesia tuvo que llevarle la contraria, porque había cosas que tenían que ser denunciadas, un sector de católicos, e incluso algunos sacerdotes, decían: “Es uno de los nuestros, no se le puede abandonar así”. Así que tanto por una parte como por la otra la Iglesia se encuentra en una situación muy delicada. Pero lo que sí quiero subrayar es que la Iglesia ha sido muy clara y clarividente al animar al ex Presidente aconsejándole primero para asumir el poder, así como después para que lo abandonara. Para salir de esa crisis que se veía venir hacía tiempo, se le dijo que había que ver las cosas de otro modo, que había que pasar página, que había otro modo de hacer las cosas y que lo que él había hecho no estaba bien. En resumen, que, a pesar de las críticas de un lado y de otro, la Iglesia ha sido siempre clara y clarividente. Y, sobre todo, siempre fiel a su misión evangélica. Una segunda cosa que quisiera subrayar es que, a pesar de los pesares, la Iglesia sigue siendo una referencia segura y una fuerza moral, respetada, de la que se espera siempre una palabra, se quiere conocer su toma de posición, y los diversos sectores la escuchan y quieren ver cómo interpreta la situación.

  • Aristide, ¿podría presentarse de nuevo como candidato?

No, eso ha terminado para él. No puede intentarlo, por dos razones, porque según la Constitución no puede ser reelegido, y por tanto la oposición no puede proponerlo, y en segundo lugar porque tal como están las cosas es impensable que regrese.

  • ¿Desafíos y esperanzas para Haití?

En cuanto a la Iglesia, el reto en este momento es el compromiso de los laicos y la formación de los mismos. Ellos lo esperan, desean esa formación. Se constata una inquietud de comprometerse más por parte de los católicos y lamentan esa falta de formación. Este es uno de los grandes desafíos actualmente para la Iglesia en Haití, la formación de los laicos a todos los niveles. Si se responde a ese desafío, la Iglesia podrá dar un gran paso hacia delante.

  • ¿Quiere añadir algo más?

Sí, en cuanto a los Oblatos, quiero subrayar su impulso misionero “ad extra”. Además de Colombia y Cuba, ahora han respondido también a una llamada de la Guayana Francesa. Son, pues, responsables de la misión en esos tres lugares: Cuba, Colombia y Guyana. Para Cuba es más complicado por la dificultad en conseguir el visado, no el visado como turistas, sino como misioneros, es decir, para obtener el permiso de residencia al menos por un año o dos. Según me han dicho, uno ha conseguido su visado como misionero. Ojalá no sea sólo una excepción que confirma la regla. Para la Guayana y Colombia las cosas, gracias a Dios, son distintas.

Por lo demás, en Haití hay actualmente un florecimiento de vocaciones y nosotros los Oblatos somos los más favorecidos, al ser la congregación masculina más numerosa. Su perspectiva misionera es un señuelo para los jóvenes candidatos.

El Padre Joaquín Martínez Vega con Mons. Paulo.

Agradecemos a Mons, Paulo esta información y le auguramos una fructífera labor en esa porción de la viña del Señor que la Santa Sede le ha confiado.

Joaquín Martínez Vega, OMI