El arzobispo Canigiani fundó el seminario de Aix hacia 1583, pocos años después del decreto del Concilio de Trento sobre la institución de los seminarios. Es, sin embargo, el cardenal Grimaldi que, en 1656-1659, hizo construir el seminario mayor en la calle Matheron, llamada más tarde calle del Seminario.

Los sacerdotes diocesanos dirigieron la casa hasta 1790. Fue cerrada y confiscada en 1794, luego fue devuelta a la diócesis en 1802. Mons. de Cicé abrió de nuevo el seminario en 1803 y llamó para dirigirlo el señor Roux, sulpiciano, antiguo superior del seminario de Avignon. En 1804, confió la dirección a los Sulpicianos. El señor Barthélemy Dalga fue superior hasta su muerte, en 1829.

Después de su vuelta a Francia, en 1802, Eugenio habla del seminario en dos cartas a su padre. El 29 de marzo de 1804, escribe: “Vamos a establecer un seminario; hicimos venir de Avignon el señor Roux, hombre de mérito, que será el director” y el 1º de noviembre de 1805, añade: “Nuestro seminario se mantiene, hay ahora una cincuentena de buenos seminaristas.”

Al principio de su ministerio sacerdotal, en 1813, el padre de Mazenod dedica una parte de su tiempo al seminario. Escribe a su amigo Charles de Forbin-Janson, el 9 de abril de 1813: “Voy dos veces el mes al seminario e intento, por la regularidad de mi conducta, no deshonrar el carácter con que el Señor, en su infinita misericordia, quiso revestirme.” El 12 de mayo siguiente, habla detenidamente de lo que él hace ahí. Fundó una asociación piadosa y le dio un Reglamento con un modelo parecido a la Aa (Asociación de Amigos) del seminario de París. “Nada más reconfortante, confía, que ver cómo esta casa camina a partir de nuestra oportuna intervención; según el parecer de todo el mundo, había caído en una relajación alarmante. No se trata de deterioro en las costumbres, sino que la piedad, especialmente, el espíritu de piedad, parece que había sido desterrado de la casa, junto con los que habían intentado inspirarlo. Desde el establecimiento de la asociación, todo cambió de cara […) Los días de paseo son especies de retiro […] Habría que ver cómo se desarrollan las reuniones: la humildad, la caridad con la cual se acusan y se reprenden, el celo que se despliega para corregirse y ayudar a los otros a convertirse en mejores personas, todos están empapados de sentimientos de agradecimiento hacia el Señor, por haberles concedido un medio de salvación tan eficaz. Por último, te diré que yo mismo no salgo nunca de estas pequeñas asambleas sin sentirme embargado por el deseo de perfección, con el ejemplo de estos ángeles que perfuman mi vida […] (Écrits oblats I, t. 15, p. 69-70).

Después de haber fundado los Misioneros de Provence, el padre de Mazenod no habla más de su actividad en el seminario pero, en 1816-1817, envía a algunos estudiantes a seguir cursos ahí. Éstos son más numerosos en 1817-1818 y, desde París donde fue con el fin de lograr la aprobación de la Congregación, escribe una larga carta al padre Tempier, el 4 de noviembre de 1817, en que traza un reglamento preciso para los estudiantes que asisten diariamente al seminario. Esta forma de actuar continúa, según parece, hasta la apertura del seminario de Marseille, en 1827. Ese año los escolásticos se trasladan a la casa de Calvaire y siguen los cursos en el seminario cuya dirección se confía a los Oblatos.

De la treintena de Oblatos ingresados antes del otoño de 1827, quince eran originarios de la diócesis de Aix y varios habían estudiado en el seminario mayor de esta ciudad. Pocos seminaristas de Aix entraron a la Congregación más tarde. El primero fue Jean Antoine Bernard, futuro apóstol de la buena Madre en Marsella, entra al noviciado en julio de 1831 después de haber estudiado filosofía y teología en el seminario mayor de Aix, donde fue enfermero y asistió, hasta su muerte, al superior, señor Dalga.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.