1. San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
  2. Semejanzas entre San Alfonso y San Eugenio de Mazenod
  3. Primer contacto de Eugenio de Mazenod con los escritos de San Alfonso
  4. El Abad de Mazenod se convierte en un gran partidario de San Alfonso
  5. La primer biografía en francés del Beato Alfonso
  6. La expansión de la teología moral del Beato Alfonso en Francia

San Alfonso de Ligorio, fundador de la Congregación de los Redentoristas, tuvo un gran impacto en la vida de Eugenio de Mazenod, fundador de los Oblatos de María Inmaculada.

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
San Alfonso María De Ligorio nació en una noble familia el 27 de octubre de 1696 en Marianella, cerca de Nápoles. Alfonso fue el mayor de ocho hijos, cuatro de ellos niñas. Su padre, José, Caballero de Porta Nuova, era capitán de las galeras reales. Su madre, Ana Cavalieri era una mujer de oración. Tres hijos y dos hijas consagraron sus vidas al servicio de Dios.
Alfonso era un niño privilegiado, de oración pero con mucha energía y alegre. Su educación temprana fue dentro de la familia. No dudaron en conseguirle a los mejores maestros. A los doce años, con una dispensa debido a la edad, fue recibido como estudiante en la facultad de leyes en la universidad de Nápoles. Cuatro años después, el 21 de enero de 1713 y de nuevo con dispensa por la edad, recibió el grado de doctor utriusque iuris. Hizo artículos por tres años y comenzó a defender casos con gran éxito. Su futuro lucía prometedor, lleno de aclamación mundial.

Un incidente habría de interrumpir abruptamente su brillante carrera. Se inició un conflicto entre el Duque Orsini y del Gran Duque de la Toscana debido a parte de una propiedad valuada en 500,000 ecus. El Duque Orsini encargó su caso a Alfonso, quien hizo una defensa extraordinaria, al grado de que todos creían que ganaría el caso. Pero la defensa de la otra parte señaló que al citar el documento más importante, Alfonso había omitido una “partícula negativa” y como resultado, el documento tendría exactamente el sentido opuesto al dado por Alfonso. Para consternación de todos, Alfonso reconoció haber cometido el error y completamente desconcertado, solo pudo musitar: “¡Cometí un error! ¡Cometí un error!” Al regresar a casa cayó de rodillas ante el crucifijo llorando amargamente. Prometió a Jesús que renunciaría a la gloria como abogado y consagraría su vida al servicio de los pobres. Comenzó en el hospital de Incurables. Un día, estando en oración, una voz interior le ordenó: “Alfonso, apártate del mundo; debes vivir sólo para mí”.

A pesar de la oposición de sus padres, decidió seguir el llamado de Cristo y convertirse en clérigo para dedicarse por completo a Él. El 27 de octubre de 1723, a la edad de 27 años tomó las santas órdenes y comenzó a estudiar teología bajo la dirección de Canon Tomi. Al cabo de tres años de estudios, fue ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1726.

En 1729, para poder dedicarse por completo a su ministerio sacerdotal, dejó la casa paterna y fue a vivir al Colegio Chino, fundado por el Padre Ripa. Predicaba y oía muchas confesiones. Sus ardientes sermones atraían multitudes y su confesionario estaba atestado con largas filas de penitentes. Fundó una tarea llamada “La Capilla” donde periódicamente reunía a jóvenes trabajadores y a la gente de la clase social más baja, apodados los “Lazzaroni.” Tocaba la guitarra y hacía que cantaran canciones escritas por él. La gente se divertía y el grupo siguió aumentando.

La sobrecarga de trabajo le hizo caer enfermo. Para recobrar la salud, se retiró a Scala, cerca de Amalfi. Continuó su ministerio como sacerdote al estar convaleciente. Se hizo director de la comunidad de las Hermanas de la Visitación, quienes necesitaban cambios. Alfonso redactó los nuevos estatutos para las hermanas y también les dio el nuevo nombre de Redentoristinas, siendo el inicio de la futura rama femenina de los Redentoristas.

Al viajar por la región, Alfonso se dio cuenta de la gran miseria y pobreza material de las clases bajas y el hecho de estar abandonados desde el punto de vista religioso. Comenzó a reunir algunos sacerdotes fervientes y el 9 de noviembre de 1732, junto con ellos, fundó la primer comunidad del Sacratísimo Redentor. Su único objetivo fue el apostolado a través de predicar misiones parroquiales y tareas de esa naturaleza. Algunos de ellos que deseaban añadir al objetivo la educación de los jóvenes, no pudieron permanecer en la comunidad. A los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, añadieron el de perseverancia. La congregación fue aprobada por Benedicto XIV el 25 de febrero de 1749. A través de las misiones que predicaba y las confesiones que escuchaba, Alfonso pronto se dio cuenta del rigorismo de la época, que dificultaba su trabajo. En consecuencia, se dio a la tarea de redactar una teología que fuera más humana y mejor adaptada a las necesidades de las almas. Se convirtió en la guía para todos sus hermanos.

En 1762, Alfonso fue nombrado Obispo de Santa Ágata de los Godos, diócesis con 40,000 almas, muy abandonada desde el punto de vista espiritual y moral. El nuevo obispo abandonó el puesto de gobierno en su congregación y utilizó toda su energía para reformar al clero y a la gente de su diócesis. Sobrecargado de trabajo y constantemente atacado por quienes se oponían a su teología moral, cayó gravemente enfermo. El 9 de mayo de 1775, Pío VI se vio obligado a aceptar su renuncia. El obispo se retiró a la comunidad Redentorista Nocera dei Pagani. Su salud mejoró un poco y pudo retomar la dirección de los Redentoristas. El período final de su vida trajo un sufrimiento tras otro, un viacrucis genuino. Doblegado por la edad y parcialmente paralizado por un reumatismo generalizado, pasaba la mayor parte del tiempo en un sillón.

A su sufrimiento físico se añadió el dolor de ver a su congregación dividirse en dos ramas. En 1780, sin que él lo supiera y para obtener la aprobación real, dos de sus miembros urdieron un Regolamento en conflicto con los principios de su Regla. Las casas Redentorisas localizadas en el Estado Papal fueron reconocidas por la Santa Sede como las únicas con aprobación Papal y se nombró a un nuevo superior general para dirigirlas. Las que se encontraban en el Reino de Nápoles bajo la dirección del fundador, perdieron la aprobación papal. Para beber hasta el fondo del cáliz, Alfonso fue denunciado en Roma como autor del Regolamento, cayendo de la gracia del Papa. Esta separación fue reparada hasta 1794, siete años después de la muerte del fundador.

San Alfonso de Ligorio murió el 1° de agosto de 1787. A pesar de la separación, tuvo la dicha de ver su lecho de muerte rodeado de sus hijos espirituales de ambas ramas de su congregación. El Papa reconoció que el Regolamento había sido urdido sin el conocimiento del fundador y lo liberó de la sospecha de desobediencia a la Santa Sede.

El 26 de abril de 1796, siete años después de su muerte, se presentó en Roma la causa para su beatificación, y el 7 de mayo del mismo año, fue declarado venerable. Su causa para beatificación avanzó rápido. El 18 de mayo de 1803 se declaró que sus escritos no contenían errores. El 7 de mayo de 1807, la heroicidad de sus virtudes fue reconocida. El 15 de septiembre de 1816, fue beatificado por Pío VII y canonizado el 26 de mayo de 1839. La congruencia de su doctrina moral y espiritual fue reconocida universalmente el 23 de marzo de 1871. El 26 de abril de 1950, San Alfonso fue proclamado doctor de la Iglesia por Pío XII, añadiendo a la lista de sus títulos el de “patrón celestial de los confesores y moralistas”.

San Alfonso es el escritor más prolífico de todos los doctores de la Iglesia. Su teología moral apareció por vez primera en 1753. Posteriormente fue corregida y re-publicada varias veces. La reforma a la teología moral fue de la mano con el nuevo despertar de la vida cristiana de los fieles, así como entre los sacerdotes y religiosos. Con esto en mente, Alfonso publicó cerca de 160 obras o tratados breves sobre ascetismo, espiritualidad y devociones especiales, en especial al Sagrado Corazón de Jesús y de María. Fueron traducidos a varios idiomas. La edición completa de sus obras publicada en Venecia en 1831, contiene 101 volúmenes.

Semejanzas entre San Alfonso y San Eugenio de Mazenod
Al leer detenidamente la vida de ambos santos, encontramos varias semejanzas. Solo mencionaremos los puntos más sobresalientes. Ambos nacieron en familias nobles y tenían en alguna forma el mismo carácter enérgico y ardiente, que al mismo tiempo era eminentemente sensible. Ambos deseaban al principio tener una carrera en el mundo, Alfonso como abogado y Eugenio como asistente en la corte real en Nápoles. Ambos experimentaron sendos fracasos en su deseo por la gloria mundana y fueron “atrapados” por la gracia de Dios, resultando en consagrar sus vidas a Su servicio. Ambos iniciaron su ministerio sacerdotal con los jóvenes y pobres rurales. Luego fundaron congregaciones misioneras, ambos casi a la misma edad: Alfonso a los 36 y Eugenio a los 33 años.
Cuando el fundador de los Oblatos redactó la primer Regla en 1818, utilizó la regla de los Redentoristas como patrón. Ambos fueron nombrados obispos y sufrieron la malinterpretación de la Santa Sede para recibir su bendición después. Finalmente, ambos fueron proclamados santos: Alfonso en 1839 y Eugenio en 1995. Los carismas de los dos fundadores, muy similares, han sido perpetuados en sus respectivas congregaciones, que figuran entre las más grandes en la Iglesia.

Primer contacto de Eugenio de Mazenod con los escritos de San Alfonso
Durante su estancia en Italia (1791-1802), Eugenio de Mazenod pudo haber tenido acceso a algunos de los tratados devocionales breves de San Alfonso, en especial durante su temporada “piadosa” en Venecia, aunque no tenemos prueba convincente de ello. Al volver a Francia en octubre de 1802, y en especial en el período crucial de su vida 1805-1808, es posible que haya leído algunos tratados acerca del ascetismo o sobre la devoción en italiano, pues hablaba el idioma sin problema. En una carta de la Baronesa de Talleyrand fechada desde La Ferté, Septiembre 9, 1805, sabemos que le había dado a Eugenio, quien entonces se encontraba en París, la tarea de conseguirle “la obras del valioso Ligorio.” Aunque añadió “no ser conocidas en París.” (AGR: FB 2-3) No sabemos si de hecho Eugenio pudo encontrar los escritos en cuestión. En cualquier caso, encontramos la primera referencia a San Alfonso en la correspondencia de Eugenio.
En octubre de 1808, Eugenio ingresó al seminario de San Sulpicio en París. Fue ordenado al sacerdocio el 21 de diciembre de 1811 en Amiens y permaneció en París hasta fines de 1812. Fue en este periodo que menciona explícitamente a San Alfonso. En una carta a su hermana el 12 de Julio de 1809, le exhorta a recibir con frecuencia la comunión y cita el consejo de Alfonso de Ligorio para apoyar su comentario: “Mientras más estés en el mundo, más ayuda necesitas”, dice el Venerable Ligorio… “más ayuda necesitas, pues tienes mayores tentaciones. Así que haz un hábito el recibir la santa comunión cada ocho días, (Esto se encuentra en el programa que redacta para quienes han de vivir en el mundo) con la firme resolución de nunca omitirlo… Este santo Obispo, quien escribió sus obras tras solo haber ejercido el ministerio por 28 años, parece unir la salvación eterna a la frecuencia de la sagrada comunión, y no se equivoca.” (Escritos OblatosI,Vol. 14, No. 57, p. 130)

En cuanto a la teología moral aprendida en San Sulpicio con el Profesor Montaigne (1795-1821), evitaba el rigorismo de los Jansenistas, pero también fallaba en aceptar el probabilismo de los Jesuitas. Podemos definirla como probabiliorística. La teología moral del venerable Alfonso, bien conocida en París, era citada, pero no se le prestaba atención. Parecía ser laxa.

El Abad de Mazenod se convierte en un gran partidario de San Alfonso
El Abad de Mazenod regresó a Aix hacia fines de 1812 y comenzó a ejercer de inmediato su ministerio sacerdotal entre los jóvenes y las clases bajas. Pronto se dio cuenta de que la teología moral aprendida en San Sulpicio era demasiado rígida para aplicarse en el confesionario. Por consiguiente, volvió a las enseñanzas del venerable Alfonso. Parece que fue el Padre Bony, Sulpiciano y superior del seminario en Aix quien lo colocó en ese camino.(J. Leflon, Eugenio de Mazenod,trad.Francisco D. Flanagan, o.m.i., Vol.II, pág. 130)
Para aprender más, Eugenio contacta a su amigo Collegno en Turín, pidiéndole sea tan amable de conseguirle las obras completas del venerable Ligorio, su retrato y el oficio dedicado al Beato Ligorio, beatificado en 1816. Se alegró de recibir los libros en 1816. Con el mismo fin en mente, envió una carta a su padre en Palermo. En su carta del 1° de mayo de 1816, pide a su padre enviarle las Constituciones y Reglas de los Redentoristas, las lecturas del breviario para el Beato Alfonso y un gran cuadro para colocarlo en su sala comunitaria. En una carta posterior, fechada 8 de Julio de 1816, añadió: “He estudiado extensamente sus obras y le he adoptado como a uno de nuestros patrones; deseamos seguir sus pasos e imitar sus virtudes… Tengo algunos (de sus escritos), entre otros su teología moral, que disfruto mucho y he estudiado de manera especial al tener tiempo para hacerlo, pues por ahora no puedo hacer más que estar activo, lo cual es muy contrario a mi deseo…” (Escritos OblatosI,Vol. 13, No. 3, pág. 6)

De hecho, en esa época el Abad De Mazenod se encontraba sumamente ocupado. Hacia fines de 1815, comenzó a reunir algunos sacerdotes para predicar misiones parroquiales, y el 25 de enero de 1816, fundó con ellos la “Misión de Provenza”. Para alojar a los misioneros, compró parte del antiguo convento Carmelita en Aix, situado en Cours Mirabeau. El 7 de abril fue la bendición de la iglesia contigua al convento y su apertura para culto público. San Vicente de Paul fue elegido como su patrón principal. Después de la beatificación de San Alfonso, fue declarado segundo patrón con un altar lateral que fue erigido en su honor, primer altar de este tipo en Francia. Un milagro realizado por el recién beatificado tuvo un gran impacto en la ciudad de Aix. La Sra. Félix, esposa de un antiguo abogado en la Cámara de Cuentas que sufría de una úlcera en el útero, se encontraba en su lecho de muerte. Fue entonces cuando el Padre Tempier, su confesor, tuvo la idea de colocar sobre su cuerpo el retrato del Beato Alfonso. La enferma de inmediato se incorporó y dejó la cama, curada al instante. “Se encuentra comiendo, bebiendo y hablando como si nunca le hubiera ocurrido nada,” escribió Fortuné al Presidente de Mazenod el 11 de agosto de 1818 (AG). Vino a la Misión y pasó largo rato rezando ante el altar del Beato Alfonso para agradecerle su impresionante milagro. El Abad de Mazenod redactó el reporte debido y lo envió a Roma al Cardenal Mattei, Decano del Sagrado Colegio, quien había sido amigo de Eugenio durante su estancia en el seminario de San Sulpicio en París, pidiéndole presentarlo al Papa. Con la autorización del arzobispo, celebraron la fiesta del Beato Alfonso con gran pompa y ceremonia. El Padre de Mazenod, inspirado “por su gran devoción al Beato Ligorio, quiso con ardiente deseo darlo a conocer en Francia” (Fortuné a su hermano, el Presidente, Julio 16, 1818) distribuyó sus imágenes por doquier (Rey I, 198). La influencia que el Beato Alfonso tenía sobre el Padre Mazenod era tan profunda, que cuando el Padre de Mazenod se encontraba redactando su propia Regla en septiembre de 1818, tomó como patrón la regla del Beato Alfonso para los Redentoristas.

La primer biografía en francés del Beato Alfonso
La mejor forma de dar a conocer la vida y enseñanzas del Beato Alfonso, sería sin duda la publicación de una biografía en francés. El Fundador de los Oblatos iba a tomar esta tarea con todo su ímpetu. Sería la primer biografía en Francia. Como resultado de la insistencia de Eugenio, su padre y sus dos tíos se resignaron a volver a Francia, desembarcando en Marsella el 27 de diciembre de 1817. El Presidente y su hermano Luis se establecieron en Marsella y su hermano Fortuné, siendo sacerdote, llegó a la residencia en la Misión de Provenza, en Aix. La correspondencia entre Aix y Marsella de 1818-1820 (377 cartas) nos permite seguir el avance de la primer biografía en francés del Beato Ligorio.
Al volver a Francia, el Presidente de Mazenod trajo consigo de Sicilia las Constituciones y Reglas de los Redentoristas, la biografía del Beato Alfonso, así como algunos otros escritos. La biografía había sido escrita por V. A. Giattini, postulador para la causa, publicada en Roma bajo el título:Vita del beato Alfonso Maria Ligorio, fondatore della congregazione del SS.mo Redentore, e vescovo di Santa Agata de’ Goti…, Roma 1816, 384 páginas.

El Abad de Mazenod tenía la intención de que fuera traducida al francés y publicarla en Francia. Le pidió a su padre y presionó para que aceptara la tarea. Le gustara o no, el Presidente finalmente aceptó el proyecto de Eugenio. La traducción, hecha bajo la supervisión del Abad de Mazenod, fue lanzada en junio de 1818 y terminada en mayo de 1819. El Fundador de los Oblatos estaba muy complacido y deseaba publicarla sin demora. Para ello, solicitó la autorización para hacerlo al postulador para la causa, pidiendo a su padre corregir la traducción, dándole un toque más elegante. Desafortunadamente, el Presidente de Mazenod cayó enfermo y murió el 10 de octubre de 1820, dejando la tarea inconclusa. El Padre de Mazenod pidió a los Padres Suzanne y Courtès terminarla, pero su ministerio no les dejaba tiempo libre suficiente para enfocarse seriamente a la tarea.

En 1823 el Padre de Mazenod viajó a París con su tío Fortuné, quien había sido nombrado obispo de Marsella. Aprovechando la oportunidad, pidió al Sr. Gosellin, compañero de clase en San Sulpicio y renombrado escritor, tomara la traducción con vistas a publicarla. El Sr. Gosselin aceptó, aunque después de haber tenido el manuscrito por un año y sin haber hecho nada del trabajo, respondió el 23 de septiembre de 1824, le era imposible hacerlo debido a sus compromisos como profesor y por cuestiones de salud. Aconsejó al Fundador acercarse a los Jesuitas: “Acaban de recibir permiso para celebrar la fiesta del Beato Alfonso. Seguramente estarán gustosos de contribuir a su gloria al dar a alguno de sus miembros la tarea en cuestión… Guardaré celosamente su manuscrito hasta que me informe he de devolverlo a usted”. (Rey I, 436).

Devolvió el manuscrito a Eugenio el 2 de diciembre de 1824. El Fundador no se dejó desanimar y pidió al Padre Jeancard (1799-1875) revisar el manuscrito de acuerdo a las exigencias del idioma francés contemporáneo y prepararlo para la publicación. Pero la tarea resultó difícil, pues la traducción original utilizada por el Presidente de Mazenod se encontraba “repleta de expresiones idiomáticas italianas.” (Jeancard, Vie du bx. Alphonse,p. XXII). Tal era la situación a fines de 1825, cuando el Fundador salía a Roma para obtener la aprobación de la Regla para su congregación. Llegó a Roma el 26 de noviembre de 1825. Mientras realizaba los pasos necesarios para lograr la aprobación, visitó la casa de los Redentoristas, haciendo preguntas acerca de la vida de su fundador. También obtuvo autorización para leer los tres volúmenes de la biografía del Beato Alfonso escrita por Tannoia. En febrero de 1826, solicitó al superior general fuera tan amable de darle una copia de la biografía para poder leerla a su ritmo y llevarla a Francia con él. Esta carta merece ser citada, pues muestra la gran devoción del Fundador de los Oblatos por el Beato Alfonso. “Su Reverencia [Padre Celestino Cocle, Superior General de los Redentoristas] sin duda habrá sabido por el Reverendo Padre Mautone y uno de sus asistentes, a quienes tuve la buena fortuna de conocer en Roma, de mi gran devoción por su beato Fundador y cuánto deseo dar a conocer más sus notables y santas obras en Francia. No he de repetirle todo lo que hecho para este propósito… Me considero muy afortunado de haber sido elegido de alguna forma por la Divina Providencia para procurar algo de gloria para el beato y algún beneficio a las almas que puedan aprender de su ejemplo y ser iluminadas por su conocimiento.. También podría ser llamado hijo de su santo Padre; y es en virtud de ello y en vista del bien mayor, que deseo sinceramente poseer el primer libro de su vida escrito por el Padre Tannoia… Este libro sería mi lectura favorita: hay también algunos detalles que podría añadir a la traducción de su vida que tengo ya… Le ruego obtenerme a cualquier precio esta vida en tres volúmenes, que quisiera llevar conmigo de vuelta a Francia, junto con algunas reliquias… La catedral de Marsella es la primer iglesia en Francia, gracias a mi tío, el Obispo de dicha diócesis, que ha celebrado la fiesta del santo; es apropiado entonces que pudiéramos obtener para el lugar una reliquia extraordinaria y otra para el Obispo. Aún más, la iglesia de los Misioneros, donde también celebramos solemnemente la fiesta del santo, no debiera carecer de una reliquia, de hecho una más importante que las normalmente otorgadas a las personas comunes. Finalmente, otras tres comunidades de estos mismos misioneros que también celebran la fiesta por virtud del mismo caso pontificio, estarían celosas de no compartir la generosidad de su Congregación.” (Escritos OblatosI,Vol. 13, No. 55, pp. 76-77)

Al regresar a Aix en Julio de 1826, el Padre de Mazenod traía con él los tres volúmenes de la biografía del Beato Alfonso escritos por el Padre Tannoia y algunos otros escritos del Beato Alfonso, así como algunas reliquias. Dichos documentos mostraron que la traducción hecha estaba incompleta y no era precisa. Se tomó la decisión de descartar la traducción y comenzar de nuevo. Así fue como el Padre Jeancard, “inspirado por y bajo la orden y dirección del Padre de Mazenod” de 1826 a 1827, realizó una nueva biografía del Beato Alfonso. (Jacobo Jeancard, Mélanges historiques, pág. 57)

La biografía para la “edificación” que el Abad de Mazenod deseaba y el Padre Jeancard realizó en un estilo elegante y fue un placer de lectura, se publicó en mayo de 1828. Llevaba el siguiente título: Vie du bx Alphonse Marie de Ligorio, évêque de Sainte-Agathe des Goths et fondateur de la congrégation des prêtres missionnaires du Très Saint Rédempteur,por M. Jeancard, Misionero de Provenza, dedicado al Señor Obispo de Marsella, París-Lyon-Marsella, 1828, XXIX, y 609 pp.

Al comparar esta biografía con la traducción hecha por el Presidente de Mazenod, se revela que la primera es un tercio del volumen que la segunda. Se aleja del estilo pomposo de la traducción y subraya el hecho de que la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino de realizar bien las tareas de cada quien, ejerciendo todas las virtudes. En esto vemos el sentido común del Fundador. En ocasiones el Padre Jeancard transcribe palabra por palabra en algunas páginas de la traducción y en otras corrige el estilo. Pero en gran parte, es un trabajo original, tanto del punto de vista del contenido como del estilo.

Una vez que la biografía fue publicada, el Fundador luchó por distribuirla en todos los confines de Francia. A través de la amabilidad del Marqués de Croza, el chargé d’affaires de Cerdeña con la Santa Sede, envió una copia ricamente encuadernada al Papa Pío VIII. Junto con el presente, añadió una carta fechada 22 de Julio de 1829. (Yenveux, Les saintes Règles, Vol. III, p. 208) La biografía del Beato Alfonso de Ligorio “perfecttamente escrita e interesante al máximo.” (Escritos Oblatos I, Vol. 7, No. 293, pág. 150) tuvo mucho éxito en Francia y fue re-impresa varias veces. Fue una importante contribución para dar a conocer al Beato Ligorio en Francia, así como dar a conocer sus obras ascéticas, especialmente su teología moral.

La expansión de la teología moral del Beato Alfonso en Francia
Sigamos ahora la difusión en aumento de la teología moral Alfonsiana en Francia y veamos cómo San Eugenio de Mazenod contribuyó a ello. Antes que nada, debemos comentar algo respecto a su enseñanza moral. Su inspiración proviene de la idea básica de que el hombre es libre, pero responsable.
1) El hombre está destinado antes que nada, a buscar la verdad. Si la opinión a favor de la ley es más probable, está obligado a seguirla.

2) La libertad del hombre debe ser respetada siempre. Si la ley o su interpretación es incierta, no puede imponer ninguna obligación con certeza.

3) Hay casos en la que no podemos seguir una opinión que es solo probable: p. ej., si se trata de una cuestión de fe; el médico debe prescribir el medicamento probado como más efectivo; el juez debe actuar respecto a la evidencia que sea más sensata; en la administración de los sacramentos, excepto en caso necesario, no está permitido seguir una opinión que sea solo probable.

4) Cuando dos opiniones sean igualmente probables, se podrá elegir cualquiera de ellas. Esta es la doctrina de probabilidad equitativa, que es característica de la teología moral de San Alfonso.

Esta enseñanza alentó al individuo contemporáneo a utilizar al máximo su libertad, pero también a tomar plena responsabilidad de sus acciones con todos sus riesgos. Podía ser excusado, de haber sido engañado a pesar de sus buenas intenciones. Como enseñanza, esta teología moral se diseminó a través de diferentes tratados morales y por aplicación práctica durante las misiones parroquiales y por los misioneros. Veamos el desarrollo cronológico de dichos tratados.

La teología moral de San Alfonso fue aprobada por Roma en 1803 y en 1804, su Praxis confessarii llegó a París. Esta publicación parece no haber tenido mucho éxito. Un paso importante en la propagación de la enseñanza moral de San Alfonso fue la publicación de un pequeño libro de 158 páginas en París y Lyon en 1823. Tenía por título Réflexions sur la sainteté et la doctrine du bx Ligorio. La obra no mostraba la autoría, pero es seguro que fue el Padre Bruno Lanteri (1759-1830), fundador de los Oblatos de la Virgen María en Turín. Lanteri era un ardiente seguidor de la teología moral Alfonsiana en Italia y deseaba darla a conocer en Francia. El autor afirma que la teología moral del Beato Alfonso es sensata, pues fue aprobada por la Santa Sede. En el curso de su viaje a Roma en noviembre de 1825, el Padre de Mazenod hizo escala en Turín y tuvo la oportunidad de reunirse con el Padre Lanteri. Probablemente charlaron acerca de la teología moral Alfonsiana.

En 1828 se publicó en Francia la primer biografía del Beato Alfonso, escrita por el Padre Jeancard, quien admitió que al escribir el capítulo acerca de la teología moral (pp. 553-578), “obtuvo algunos de los documentos de la obra” de Lanteri mencionada antes. Tomás José Gousset, futuro cardenal, también se basó en Lanteri para su libro publicado en 1832 con el título: Justification de la théologie morale du bx Alphonse Marie de Ligorio. Al mismo tiempo, Juan Bautista Bouvier (1783-1854), otro defensor de la teología Alfonsiana publicaba Dissertatio in sextum decalogi praeceptum en 1827, y en 1834,Institutiones theologicae ad usum seminariorum. Estas obras fueron muy exitosas y tuvieron varias ediciones.

Finalmente en 1844, Gousset publicó su Théologie morale à l’usage des curés et des confesseurs, siendo el manual de teología Alfonsiana más importante, adaptado a la mentalidad y situación socio-política de Francia. Tal vez haya sido quien contribuyó más que nadie a la aceptación general de la teología moral del Beato Ligorio en Francia. El manual de teología de Luis Bailly (1730-1808) que se utilizaba en los seminarios y había sido retirado recientemente el 17 de diciembre de 1852, fue incluido en el Index librorum prohibitorum donec corrigatur [Índice de libros prohibidos hasta su corrección]. En su lugar, la teología moral Bouvier fue adoptada, como interpretada a la luz de la teología moral de San Alfonso. A partir de 1834, tuvo quince ediciones.

La predicación de misiones parroquiales y la enseñanza en los seminarios mayores de Francia fueron de la mano con las publicaciones teológicas, favoreciendo la teología moral de San Alfonso. Eugenio de Mazenod y sus Oblatos también contribuyeron. Dado su pequeño número, su contribución fue mayor a la de otros. El Padre de Mazenod, así como sus misioneros, en especial los Padres Albini, Guibert y Tempier incorporaron la enseñanza moral del Beato Alfonso en su predicación de misiones, adaptándola a las condiciones de vida en Francia, a pesar de la oposición de algunos sacerdotes e incluso obispos. La biografía del Beato Alfonso escrita por el Padre Jeancard tuvo un gran impacto en las mentes de algunas personas.

Hubo en realidad algunos obispos que hicieron llegar a los misioneros tan largas listas de pecados reservados al obispo, que de acuerdo al Padre Guibert, futuro arzobispo de París y cardenal (1802-1886), los misioneros en vez de poder absolver los pecados, vieron sus poderes restringidos sólo a las almas fervientes. En algunas ocasiones los misioneros tuvieron que enfrentarse firmemente para que el obispo en cuestión ampliara sus poderes.

Los Oblatos también contribuyeron a extender la enseñanza moral del Beato Alfonso en los cinco seminarios que dirigían en Marsella, Ajaccio, Fréjus, Romans y Quimper. El seminario de Marsella estuvo bajo la dirección de los Oblatos de 1827 a 1862. El Padre Yvon Beaudoin en su obra Le grand séminaire de Marseille, publicado en Ottawa en 1966, nos dice acerca de la teología moral enseñada en este seminario (pp.100-103). “El Padre Albini, quien ya enseñaba la teología del Beato Alfonso en Aix a los hermanos escolásticos, fue nombrado profesor de teología moral para Marsella. Para prepararse bien para este fin, quiso leer por completo las obras del Beato Alfonso. En vista de ello, escribió al Fundador el 17 de Julio de 1827: “Pedí la ayuda de sus oraciones y la enfermedad desapareció… Este santo es admirable en sus escritos. Ha previsto todo caso posible. Siempre lo leo con un placer renovado y por largo tiempo quise tener algo de tiempo para leerlo por completo a mi gusto.” (A.G.: Albini)

Así, es natural que el Padre Albini enseñara la teología moral Alfonsiana en forma competente y entusiasta. Los profesores Oblatos de teología moral en otros seminarios, supervisados de cerca por el Fundador, se esforzaban también por seguir esta teología. Para asegurarse, al principio se utilizó el manual Bailly por estar mejor organizado y no ser tan voluminoso como la teología moral del Beato Alfonso, pero en temas en controversia, se seguía esta última. Fue hasta que se retiró el uso del manual Bailly en el seminario y se introdujo la obra de Bouvier, que pudieron enseñar la teología del Beato Alfonso sin trabas.

En el Capítulo General de 1837, algunos quisieron prohibir por decreto la enseñanza de la teología moral del Beato Alfonso. El Fundador se opuso, juzgando que una recomendación era suficiente. Esto puede explicarse por el hecho de que dicha teología, redactada en Italia, no podía ser aceptada tal cual era. En ocasiones era necesario adaptarla a la situación socio-política de Francia.

Desde 1816 y hasta el deceso de Eugenio de Mazenod el 21 de mayo de 1861, ¡qué trayectoria tuvo! Al principio, la teología moral del Beato Alfonso fue etiquetada como “inmoral” y luego poco a poco, fue adoptada y enseñada en toda Francia. Eugenio de Mazenod y sus Oblatos tuvieron la distinción de hacerla popular, tal vez más que otros, a través de sus escritos, misiones parroquiales y por su enseñanza en los seminarios.

Fue por tanto, con bastante exactitud, pero también con cierto orgullo, que el Obispo Eugenio de Mazenod pudiera escribir al Obispo Gousset el 21 de Julio de 1852: “Es necesario citar al santo Alfonso de Ligorio, cuya teología he enseñado y puesto en práctica mucho antes de que los libros de usted para tal efecto fueran publicados, cuya veneración fui el primero en establecer en Francia y cuya vida, escrita bajo mi supervisión e inspiración por un miembro de mi grupo, se haya extendido por doquier y fuera traducido a varios idiomas, parecía antes atraer su atención. Quise servir a la causa de Dios por la enseñanza y ejemplo de este admirable obispo… quien en el siglo XVIII, era la expresión más eminente y el testigo más espléndido de la santidad de la Iglesia”. (Rey, II, 423)

José Pielorz, o.m.i.