Nacido en Barjols (Var), 27 de noviembre, 1828
Toma de hábito en N.-D. de Osier, 12 de octubre, 1847
Oblación en N.-D. de Osier, 15 de octubre 1848 (nº 211)
Ordenación sacerdotal en Marseille, 27 de junio, 1852
Fallecido en Marseille , 2 de septiembre, 1857.

Joseph Andrieux nació en Barjols, diócesis de Fréjus, el 27 de noviembre de 1828. Tras una misión predicada por los Oblatos, entró al juniorado de N.-D. de Lumières en 1846. Al cierre del juniorado y, antes de hacer su retórica, Joseph entró al noviciado de N.-D. de Osier, el 12 de octubre de 1847 e hizo su oblación el 15 de octubre de 1848. En el consejo general, del 2 de octubre, se había aprobado por unanimidad su profesión, con este breve comentario: “excelente persona bajo todos los aspectos.”

Después de cuatro años de estudios de teología en el seminario mayor de Marseille, recibe el sacerdocio de manos de Mons. de Mazenod el 27 de junio de 1852. Permanece en Aix en 1852-1854 y en N.-D. de Lumières en 1855-1856 como predicador de retiros. Enseña Sagrada Escritura en el seminario mayor de Marseille, de enero a junio de 1855. Enfermó en 1856, pasando el último año de su vida en el gran seminario de Marsella. Murió en la casa de campo del señor Icard, donde se encontraba desde hacía algunas semanas. Sus funerales se celebraron en el Calvaire, Marsella.

El padre Casimir Aubert, provincial del sur de Francia, anunció esta muerte en una circular, el 8 de septiembre: “Tengo el dolor, escribe, de anunciarles la pérdida que nuestra congregación acaba de sufrir, en la persona del R. P. Joseph Siffren Andrieux, muerto en Marseille el 2 del corriente, después de una muy larga enfermedad del pecho, ante la cual sucumbió a la edad de 29 años. Tenía ocho años de profesión y cinco años de sacerdocio. Todo parece coincidir para hacernos lamentar aún más a este querido padre, que Dios ha querido llamarlo con una muerte prematura; ya que reunía cualidades muy especiales, que hacían de él una persona cabal: carácter alegre, talento notable, piedad sincera y fidelidad perfecta a los deberes de la vida religiosa. Su celo ardiente por la gloria de Dios llegaba hasta el punto de hacerle olvidar el cuidado de su poca salud y, se puede decir de alguna manera, que murió víctima del fuego sagrado que lo consumía por las almas. Los pocos intentos de ministerio apostólico que había hecho en los primeros años de su vida sacerdotal, fueron acompañados de abundantes bendiciones…”

YVON BEAUDOIN, O.M.I.