Nacimiento en Visan (Vaucluse), Febrero 3, 1826
Toma de hábito en N.-S. de l’Osier, Octubre 31, 1845
Oblación en N.-S. de l’Osier, Noviembre 1°, 1846 (No. 166)
Ordenación sacerdotal en Ottawa, Abril 1st, 1849
Muerte en Pointe-Bleue, Quebec, Junio 3, 1914.

Sacerdote Católico Romano, Oblato de María Inmaculada y misionero; nació el 3 de febrero de 1826 en Visan, Francia, hijo de Vicente Arnaud, granjero, y de Teresa Lurie; falleció el 3 de junio de 1914 en Pointe-Bleue, Quebec.

Carlos Arnaud estudió en Francia en el Seminario Menor de Sainte-Garde en Saint-Didier-les-Bains de 1837 a 1842, yendo después al juniorado Oblato de Notre-Dame de Lumières. Fue novicio en Notre-Dame-de-l’Osier en 1845 y tomó sus votos definitivos en 1846. Después de un año de teología en el Seminario Mayor de Marsella, fue enviado al Bajo Canadá, donde pronto terminó sus estudios en Longueuil. Fue ordenado sacerdote en Bytown (Ottawa), por el Obispo Joseph Bruno Guigues, el 1° de abril de 1849.

El Padre Arnaud comenzó su carrera como misionero entre los nativos, largamente ansiada como estudiante. Los Oblatos, que habían llegado a Montreal en 1841, en 1844, habían aceptado la solicitud del Arzobispo José Signay de Quebec para predicar el evangelio a los indios en su diócesis. Emprendieron la tarea desde tres lugares al mismo tiempo: entre los Montagnais del Saguenay y la punta norte de San Lorenzo, los Algonkins de la región de Temiskaming y los Têtes-de-Boules (Attikameks) de San Mauricio. Desde la salida de los Jesuitas y Récoletos en los 1760, estas misiones habían carecido de sacerdotes residentes y eran atendidos por solo algunos clérigos seculares, que llegaban en el verano. En 1849 Arnaud viajó a Fort Albany (Ont.), en la Bahía de Santiago, con el Padre Nicolás Laverlochère; fue enviado después a Grande-Baie en Saguenay, para atender las misiones con los Montagnais en el área y en la punta norte de San Lorenzo. Debido a que Grande-Baie estaba muy alejada de los Montagnais, en 1852 Arnaud se mudó a Les Escoumins, 38 km al noreste de Tadoussac. Ahí se le unió el Padre Luis Babel el siguiente año. Cada año los misioneros visitaban los lugares principales de reunión y algunos de los puestos intermedios.

En 1862 el Padre Arnaud salió de Les Escoumins para Betsiamites, donde la Provincia de Canadá había establecido una reserva el año anterior. Los Montagnais habían solicitado en repetidas ocasiones al comisionado de tierras, que el Padre Arnaud fuera a vivir con ellos. Apodada “la Capital del País de los Indios” en Betsiamites se reunían los nativos y algunos blancos en el verano. El Padre Arnaud erigió una capilla en el lugar y luego se dio a la tarea de construir un presbiterio. La capilla, una de las más grandes y hermosas de la punta norte, fue decorada con pinturas al óleo, que impresionaron a los indios. Betsiamites fue el hogar del Padre Arnaud hasta 1911. Desde ahí intentó contactar a tantos grupos nativos como fuera posible, pues los misioneros de la punta norte deseaban llegar hasta los límites más alejados de Labrador, y establecer una residencia permanente. Arnaud ya había tratado varias veces contactar a los Naskapi. Sus intentos de fundar una misión en Baie des Esquimaux (Ensenada Hamilton) en 1853, 1855, y 1858 no habían prosperado: había naufragado, perdido sus provisiones en los rápidos o encontrado guías que fingían no conocer el camino.

Durante los 1870, los Oblatos consideraron ir a la Bahía Ungava para conocer a los Inuit. El Padre Arnaud hizo un primer viaje al lugar en 1872. Salió el 21 de agosto a bordo del barco de vapor de la Compañía de la Bahía de Hudson, Labrador llegando el 8 de septiembre. Para el 2 de noviembre estaba de regreso en Sept-Îles. Siendo el primer misionero en ir a Fort Chimo (Kuujjuaq, Que.), se dio cuenta de que aún no era la hora para establecerse con los Inuit, pues eran difíciles de alcanzar y los misioneros no contaban con los recursos financieros necesarios.

De vuelta en Betsiamites, el Padre Arnaud continuó visitando y organizando misiones, enseñando y predicando el evangelio a los indios a lo largo del Golfo de San Lorenzo, cuidando de su bienestar. Su instrucción no se limitaba a la religión. Enseñaba a leer a los Montagnais en Betsiamites y les daba clases de canto. También alentaba su espíritu caritativo. Por ejemplo, cuando sucedió el gran incendio en Quebec en 1866, enviaron $300 a las víctimas. Arnaud buscaba cualquier cosa que mejorara la situación material e intelectual de su rebaño. Se sobrepuso a muchas dificultades para dominar el idioma de los Montagnais y escribió un diccionario Francés-Montagnais, así como instrucción en el idioma, que han sido conservados. Como naturalista y poeta, se maravillaba de la belleza de la naturaleza en Betsiamites, teniendo un interés particular en las aves. Incluso aprendió taxidermia. Por más de 40 años hizo crecer una colección de animales disecados y organizó un museo bastante grande, que más tarde sería albergada en la Universidad de Ottawa.

Como todos sus compañeros Oblatos en la punta norte, Arnaud había viajado mucho. Fue a menudo el primer europeo en cruzar ciertos lagos y montañas con canoas y equipo, sobreponiéndose a dificultades extremas. Construyó varias Iglesias y presbiterios, incluyendo una gran residencia en Pointe-Bleue. Sus diarios de viaje, ricos en observaciones y direcciones de las regiones que visitaba, son una fuente documental original e irremplazable para el especialista y estudiante de la historia de los nativos.

La amabilidad, gentileza y celo ardiente, la alegria de vivir, y piedad ejemplar del Padre Arnaud pronto le ganaron la admiración y amor de los Montagnais, quienes alguna vez le dijeron como cumplido “¡Eres muy apuesto… como un Montagnais!” Durante sus 62 años entre ellos, Arnaud solo fue a visitar a su familia en Francia una vez, en 1890. Pronto le invadió la nostalgia de su casa. “Prefiero a mis queridos Montagnais a todos los esplendores de París,” dijo, y se apresuró a regresar.

Aunque el Padre Arnaud comentó no haber tenido que sufrir, pudo haber dicho, como el Padre Francisco de Crespieul, jesuita que había realizado ministerio en el mismo territorio dos siglos antes, “La vida de un misionero con los Montagnais es un martirio largo y lento.” No era tanto el sufrimiento físico, como el acoso sufrido del Obispo Juan Langevin de Rimouski y de Msgr. Francisco Javier Bossé, prefecto apostólico del Golfo de San Lorenzo, que había incitado su impaciencia e indignación. Las autoridades diocesanas le acusaban de quedarse con los ingresos de la diócesis, de dejar a los enfermos morir sin los últimos sacramentos, de registros descuidados y de no prestar atención a los edictos episcopales. Se defendía vehementemente en contra de dichas acusaciones. Incluso los Oblatos fueron amenazados de ser reemplazados con otra congregación.

Finalmente en 1910, los Oblatos llegaron a un acuerdo con el Obispo Gustavo Blanche, vicario apostólico del Golfo de San Lorenzo, de transferir la responsabilidad de las misiones de la punta norte a los Eudistas. En 1911, con mucho pesar, el Padre Arnaud – quien sería llamado el rey de Betsiamites, el legendario apóstol de la punta norte, ídolo de los Montagnais, el gigante de las misiones, y figura sobresaliente de la región- tuvo que salir de Betsiamites para ir a Pointe-Bleue, donde murió tres años después, a los 88 de edad.

En 1948, por consideración al Padre Arnaud, quien sin duda habría preferido terminar su vida entre sus queridos protégés, y para gran alegría de los Montagnais, el Obispo Napoléon Alejandro Labrie del Golfo de San Lorenzo y el Obispo Jorge Arturo Mélançon de Chicoutimi, lograron que los restos de los padres Arnaud y Babel volvieran a Betsiamites. Para perpetuar el recuerdo de Arnaud, se dio su nombre a un pueblo y a un lago en la punta norte, un puente en Chicoutimi, y una calle en Quebec. El gobierno provincial colocó una placa en su honor en Betsiamites.

Romualdo Boucher, o.m.i.