Nacimiento en Laprairie, Canadá sur, Marzo 23, 1819
Ordenación sacerdotal en Montreal, Septiembre 12, 1841
Toma de hábito en Saint-Hilaire, Septiembre 24, 1841
Oblación en Longueuil, Diciembre 25, 1842 (No. 104)
Muerte en Saint-Boniface, Abril 13, 1921

 

Dámaso Dandurand nació en Laprairie, Canadá sur, el 23 de marzo de 1819. Sus padres fueron el notario Rogerio Francisco Dandurand y María Jovita Descombes Porcheron. El niño contaba con una inteligencia precoz y asistió a una escuela de inglés en Montreal, donde vivió con su tío, quien le inspiró el gusto por la arquitectura. Continuó su educación con tutores y terminó en el colegio en Chambly. Al elegir ser sacerdote, daba clases mientras estudiaba teología. Volvió a Montreal en 1840, permaneciendo por algún tiempo en el seminario mayor y como asistente del Obispo  Forbin-Janson, quien entonces se encontraba de visita en Canadá. Recibió el sub-diaconado el 30 de agosto de 1840, el diaconado el 5 de septiembre de 1841 y fue ordenado sacerdote por el Obispo Rémi Gaulin de Kingston, con una dispensa debido a su edad, el 12 de septiembre de 1841..

El primer Oblato canadiense
Al llegar a Montreal el 2 de diciembre de 1841 los primeros Oblatos de Francia que el Obispo Bourget había logrado que autorizara el Obispo de Mazenod, el Padre Dandurand vivía en la casa del obispo. Poco tiempo después decidió unírseles, iniciando su noviciado el 24 de diciembre, probablemente en Saint Hilaire. Tomó sus votos en Longueuil la Navidad del año siguiente. El Obispo de Mazenod se alegró de haber encontrado en él  “los primeros frutos del buen país de Canadá.” A partir de 1842 participó en numerosas misiones y retiros en la diócesis de Montreal, en la que su ministerio era apreciado, en especial por los católicos anglo parlantes. También en 1844 pasó algunas semanas en dos ocasiones visitando las aldeas del este.

Cuando los Oblatos aceptaron hacerse cargo del cuidado pastoral de Bytown en Canadá norte, el Padre Dandurand fue enviado para ayudar al Padre Telmon con la comunidad irlandesa. En esa ocasión dirigió una larga carta al Fundador, revelando su aptitud como astuto observador de la región. A la llegada del Padre Malloy volvió a la predicación en el  área de Montreal (1845-1847).

La mano derecha del Obispo Guigues de Bytown-Ottawa
Debido a una epidemia de tifo, el Padre Dandurand regresó a Bytown en julio de  1847 para ayudar al personal sobrecargado de trabajo. Cayendo enfermo él mismo, conservó terribles recuerdos. Al momento de su recuperación, el Obispo Guigues, quien era ya el Obispo local, le nombró pastor de la parroquia catedral de Notre- Dame, donde continuó de 1848 a 1874. Cada año los registros parroquiales muestran entre 270 y 514 Bautismos, entre 54 y 149 matrimonios, y entre 104 y 376 funerales, a pesar de que la parroquia fue sub-dividida en varias ocasiones. El pastor estableció varias asociaciones, supervisaba las obras de beneficencia y educativas de las Monjas Grises y consiguió la cooperación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Puesto que el Padre Malloy junto con otros se encargaron del ministerio con los irlandeses, el pastor se hizo cargo de los canadienses, es decir, de las personas de habla francesa.

Además de su ministerio, realizaba varios servicios a la diócesis. Fue el secretario oficial del obispo por diez años, vicario general de la diócesis (1862-1874) y administrador en varias ocasiones, en especial 1870-1871 durante el Concilio Vaticano. Cuidaba de cerca la construcción de la catedral. Corrigió la ubicación de las ventanas laterales, se hizo cargo de la construcción de las dos torres y la extensión de la nave al añadir  un ábside. Al mismo tiempo se encargaba de las necesidades pequeñas y grandes. Fue acusado de estar apegado a sus títulos, que podría reflejar la falta de auto-estima y la necesidad de apreciación.

La comunidad Oblata había ocupado la casa del Obispo en 1850, y fue ahí donde el Padre Dandurand pasó veinticinco años. Continuamente sobrecargado de trabajo y por ende no un modelo de regularidad, fue el primer consejero perpetuo del superior. También fue procurador provincial de 1856 a 1862. Las autoridades de los Oblatos a menudo criticaban al Obispo Guigues y estaban preocupados acerca de las consecuencias legales de la administración del vicario general. En 1870 cancelaron el acuerdo que definía la situación de los Oblatos en Ottawa, dejándole continuar al servicio de la diócesis. Estaba cómodo con las personas que conformaban la mayoría de sus feligreses, pero no se alejó de los poderosos y encontramos que en menor o mayor medida, participó en lo que transformó un suburbio de mala reputación en la capital del país.

Una transición difícil
Antes de su muerte el 8 de febrero de 1874, el Obispo Guigues había informado al Padre  Dandurand que sería nombrado administrador de la diócesis, sede vacante. También le había recomendado como su mejor sucesor. “En los veinticinco años de mi episcopado, fue el más devoto a la diócesis y a mí en forma personal, fue mi mano derecha, mi consuelo, mi otro yo durante mis largos períodos de ausencia.” Los Oblatos se opusieron a que uno de ellos fuera designado y el episcopado canadiense tomó nota de ello. Para el Padre  Dandurand fue una experiencia difícil, al igual que la oposición abierta del Obispo Tomás Duhamel, que fue designado el 1° de septiembre. Aun así, se hizo cargo de la ceremonia de ordenación y ayudó al nuevo obispo en su cargo. Sin duda alimentó la esperanza de poder permanecer en Ottawa, que bajo las circunstancias, habría sido imposible.

En enero de 1875 se retiró a la residencia Oblata en Hull y su difícil situación pronto fue obvia y creciente. Había comentado que deseaba convertirse en Cisterciense y bajo un pseudónimo había solicitado  la dispensa de sus votos religiosos.  Los episodios de lealtad a su casa se alternaban con difíciles arranques de auto-desprecio. En algún punto, cuando hubo un malentendido respecto a su condición mental, su conducta errática fue gravemente criticada tanto en París como en Roma. La actitud condescendiente debido a su  “carácter irreflexivo” y “tener misericordia en consideración a él”, llevó a decidir conservarlo en la Congregación.

El Obispo Duhamel había sugerido como distracción, que hiciera un viaje a Europa, por lo que el Padre Dandurand salió a fines de mayo. Fue bien recibido en la casa general y disfrutó sus excursiones en París y sus alrededores. Como parte del plan de mantenerlo alejado de Canadá, se le sugirió trabajar en la provincia Anglo-Irlandesa, pero su respuesta fue que no podría hacerlo. Puesto que el Arzobispo Alejandro Taché de Saint-Boniface ya lo había buscado, recibió una obediencia para Manitoba, donde llegó a fines de agosto de  1875.

Servicio a la diócesis de Saint-Boniface
Su primera asignación fue a Winnipeg, donde los Oblatos trabajaban con cerca de mil católicos. El Padre Dandurand se sintió inútil y agredido. El Padre Fabre, quien lo comprendía mejor que los demás, le ayudó a tranquilizarse, pero las tormentas continuaron, dejándolo sintiéndose subestimado y desilusionado. Poco después se hizo cargo de una pequeña parroquia de cerca de 50 familias, Saint Charles  de Assiniboines, conformada en su mayoría por Métis, donde realizó un trabajo normal pero muy apreciado, de 1876 a 1900. En 1891 coincidieron su 50 aniversario como sacerdote y el 15° aniversario de los Oblatos en Canadá, lo que le valió una visita a Canadá del este, a una demostración solemne de agradecimiento en Ottawa organizada por el Obispo Duhamel. En 1894 tuvo la dicha personal de recibir al Padre Luis Soullier, superior general, en Saint-Charles. Cuando el Obispo Adelardo Langevin habló de retirarlo de la parroquia, el Padre Dandurand expresó su deseo de volver al este, en vez de “morir completamente inútil”. Tenía más de ochenta años cuando el arzobispo le ofreció alojarlo en su casa y la capellanía de los niños y ancianos atendidos por las Monjas Grises (en el hospicio Taché y más adelante en el Hospicio Youville). Fue muy querido y sus varios jubileos fueron celebrados con cariño. Le alegró vivir en la casa del arzobispo (1900 a 1916), en un ambiente acorde con sus gustos y aptitudes.

El valiente centenario
No fue sino hasta catorce meses después de la muerte del Obispo Langevin, que a los 97 años de edad, se resignó a dejar el ministerio y buscar el muy necesario cuidado con sus hermanos en el Juniorado en Saint-Boniface. Aun cuando contaba con buena salud siendo mayor, su audición se deterioró y su movimiento se volvió inseguro. Dictó sus Memoirs al Padre Adrián Morice, se ajustó a la vida regular de la comunidad, estuvo al día con las noticias de la Guerra, estudió el nuevo Código de Ley Canónica y disfrutaba de charlar y mantener su correspondencia. La influenza había interrumpido la preparación de su centenario, pero el Arzobispo Arturo Béliveau deseaba que la ocasión fuera una celebración tanto diocesana como de los Oblatos. El festejado celebró Misa en público en dos ocasiones, estuvo presente en las reuniones, participó en el banquete y habló en varias ocasiones. Recibió del Papa Benedicto XV la facultad  de impartir la bendición papal en la catedral el día de las celebraciones, que fue el 25 de marzo de 1919. Después deseaba llegar al 80 aniversario de ordenación. Estuvo a cinco meses y ocho días de su cumpleaños 103  cuando falleció en el juniorado de Saint-Boniface el 13 de abril de 1921, habiendo estado en cama por solo diez días previos. Su funeral fue en la catedral el día 16, presidido por el Arzobispo Oliver Eleazar Mathieu de Regina, en ausencia del Arzobispo Béliveau. El sepelio fue en el cementerio del juniorado.

Su vida sacerdotal, como él bien sabía, se dividió en dos partes: una muy activa, en la que tuvo importantes papeles, la otra con muy poca influencia, además de una pequeña parroquia y la comunidad de Hermanas, ancianos y huérfanos en la periferia de la evolución que estaba cambiando el rostro de Canadá del oeste. Al menos logró tener paz y su recuerdo es el de un anciano tierno y cariñoso, que tuvo amor y admiración.

Emiliano Lamirande