1. La afiliación a los Oblatos de María Inmaculada en 1857-1858

Las Hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos fueron fundadas en 1820 por el abate Pedro Bienvenido Noailles con el título de Asociación de la Sagrada Familia.

Pedro Bienvenido nació en Burdeos el 27 de octubre de 1793. Tras una adolescencia marcada con el sello de la inconsistencia y la ligereza, volvió poco a poco al buen camino hacia los 17 años. Hizo la primera comunión a los 20, en 1813, y entré en el seminario de San Sulpicio de París en 1816. Tras su ordenación sacerdotal el 5 de junio de 1819 fue vicario en la parroquia de Santa Eulalia. A la vez que cumplía con celo las funciones ordinarias de vicario, se dedicó a las obras de caridad. En esta clase de apostolado encontró justamente su vocación: fundar una Asociación, bajo el patrocinio de la Sagrada Familia, para ocuparse de todas las obras de misericordia reuniendo a sacerdotes, religiosas y laicos. Fue la obra de su Vida. A su muerte, en 1861, las nueve ramas femeninas comprendían a más de 1.500 religiosas, repartidas en 223 casas en Francia, en España, en Italia y en Argelia. Unos 20.000 laicos estaban asociados.

Por fidelidad a su proyecto de fundación y para asegurar a las religiosas una dirección espiritual común, intentó sin éxito fundar congregaciones de sacerdotes: Los Sacerdotes Pobres (1822-826) y los Sacerdotes auxiliares (1833-1840). Decidió entonces afiliar su asociación a una congregación de religiosos. Sus tentativas no tuvieron éxito con los Hermanos de San Antonio en 1847-1848, con los Jesuitas en 1850, con los Dominicos en 1856-1857, ni con los Misioneros del Calvario de Toulouse en 1857.

La afiliación a los Oblatos de María Inmaculada en 1857-1858

En el santuario de Notre-Dame de Talence, cerca de Burdeos se había establecido una comunidad de Oblatos en 1853. En noviembre de 1856 los padres Delpeuch y Duclos predicaron una misión en Martillac. Encontraron entonces a la madre Susana Machet que se hallaba en la Solitude. Resolvieron hacer un pacto de unión decoraciones y de méritos entre los Oblatos y la Sagrada Familia. En esa ocasión Pedro Bienvenido conoció al padre Delpeuch y se hizo su amigo.

En el verano de 1857, sin duda tras haber visto las dificultades que presentaba la afiliación con los Misioneros del Calvario, expresó al padre Delpeuch el deseo de afiliarse a los Oblatos. No había dejado de notar que los fines de esta sociedad correspondían en gran parte a los que él mismo había querido para los Sacerdotes Pobres en 1822: continuación de la obra de los Apóstoles, servicio a los obispos, predicación de misiones, amor a los pobres, devoción a María. El padre Delpeuch respondió al abate que nunca obtendría el asentimiento del Fundador de los Oblatos, Monseñor de Mazenod. Solo una persona podría hacerle aceptar la propuesta al Obispo de Marsella: el arzobispo de Tours: “Si Monseñor Guibert toma en manos los intereses de usted, él inducirá a nuestro amadísimo padre a dar se consentimiento”.

Mons. Hipólito Guibert era uno de los hijos predilectos y un hombre de confianza de Mons. de Mazenod. Pedro Bienvenido también lo conocía bien pues tenía obras en Tours. Fue a verlo y obtuvo su apoyo. Mons. de Mazenod hizo la visita de los Oblatos de Inglaterra en el verano de 1857. A su regreso, poco después del 15 de agosto, se detuvo en Tours y Mons. Guibert le puso al corriente de los deseos del Buen Padre, Mons. de Mazenod prometió interesarse en ello y comunicarlo a su consejo a su llegada a Marsella; pero en vez de volver directamente a su sede, como estaba previsto, pasó en seguida por Burdeos, donde se detuvo del 28 al 31 de agosto y allí convocó a dos de sus asistentes. La afiliación quedó prácticamente decidida. Durante el otoño se fue perfeccionando el proyecto, pasando de una ciudad a la otra, por mediación del arzobispo de Burdeos. El tratado se firmó el 11 y el 14 de enero.

El padre Carlos Bellon fue enviado inmediatamente a Burdeos para secundar al abate Noailles en la dirección de la asociación. Este murió el 8 de febrero de 1861 y Mons. de Mazenod se convirtió entonces en director general de la asociación de la Sagrada Familia, representado en Burdeos por el padre Bellon. Tras la muerte del fundador de los Oblatos, el 21 de mayo de 1861, y del padre Bellon, el 28 de junio del mismo año, el padre José Fabre, elegido superior general de los Oblatos el 5 de diciembre de 1861, se convirtió ipso facto en director general de la asociación. Designó al padre Luis Soullier como pro-director.

Todos los superiores generales oblatos hasta el padre Léo Deschåtelets fueron directores generales de la asociación, Los pro-directores, tras los padres Bellon y Soullier, fueron los padres José Roullet (1866-1870), Francisco Anger (1870-1906), Eduardo Gandar (1906-1924); Augusto Bommenel, (1924-1928), Emilio Durand (1928-1943), Pablo Péron (1943-1948 y 1953-1957), Enrique Tassel (1948-1953) y Augusto Ehrhard (1957-1963).

Según el tratado de afiliación, el director general tomaba parte en el gobierno de la asociación. El 24 de julio de 1902 la Congregación de los Obispos y Regulares aprobó no la asociación sino la congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia. Las ramas quedaron reducidas a tres, con además la sección de contemplativas. Los Oblatos quedaron como capellanes y consejeros, sin jurisdicción en el fuero externo, El superior general conservó el título de director general.

En 1958 se celebró en Roma y en Talence el centenario de esa afiliación. Durante el siglo XX, la congregación de los Oblatos como la de Hermanas se habían desarrollado mucho. Esta última contaba con más de 5.000 religiosas en trece países. Las hermanas habían seguido a los Oblatos en Ceilán, en 1862, en Lesotho en 1864, en Natal en 1865 y en Canadá en 1901. La afiliación concluyó con ocasión del concilio Vaticano Il. Las relaciones han seguido siendo fraternas entre los miembros de ambas congregaciones. Hay Oblatos que predican todavía ocasionalmente retiros a las religiosas.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.