1. Primer Imperio (1804-1814)
  2. Segundo imperio (1852-1870)

Eugenio de Mazenod conoció el Primer Imperio (Napoleón I) y los primeros años del Segundo Imperio (Napoleón III).

Primer Imperio (1804-1814)

El 1 de mayo de 1804 Napoleón logró hacerse nombrar por el Senado emperador hereditario de los franceses. Restablecía así la monarquía que la Revolución había destruido. Él era entonces tan popular que por plebiscito el pueblo aprobó el voto del Senado. Las fiestas de la consagración y la coronación en presencia de Pío VII el 2 de diciembre de 1804 fueron solemnes. El emperador residió en las Tullerías y tuvo una corte como los antiguos reyes.

Su reinado tuvo muchos aspectos positivos, en particular un mejor entendimiento con Roma y la paz religiosa, pero las guerras no cesaron. Tres coaliciones de los países de Europa se formaron contra Francia (1805, 1806 y 1809). Napoleón salió a menudo vencedor; en 1809 era dueño de la mitad de Europa y su ambición se acrecentaba. Con todo, cada una de sus victorias costaba cara en hombres y en dinero. La popularidad del emperador fue disminuyendo en Francia y los pueblos de Europa trataron de recobrar su libertad. La guerra contra España (1808-1813), la campaña y la desastrosa retirada de Rusia (1813) ocasionaron el ocaso de la potencia de Napoleón. Tuvo que abdicar el 6 de abril de 1814 cuando los ejércitos europeos invadieron Francia.

En su correspondencia Eugenio de Mazenod no habla de las guerras de Napoleón ni de su actividad política. Menciona al emperador únicamente en relación con la religión. Sobre este tema, cf. el artículo Napoleón 1º.

Segundo imperio (1852-1870)

En 1852 el príncipe Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón I, se hizo proclamar emperador con el nombre de Napoleón III y el pueblo aprobó el nuevo régimen por el plebiscito del 21 y 22 de noviembre. Napoleón III disfrutó de un poder casi absoluto hasta 1860, con supresión de la libertad de prensa y del derecho de reunión. Posteriormente su gobierno fue más liberal.

El reinado de Napoleón III aportó prosperidad material a Francia. Se realizaron importantes trabajos en las grandes ciudades. Se desarrolló la red de ferrocarriles. Se votaron numerosas leyes sociales. En su correspondencia y su diario Mons. de Mazenod alude algunas veces a la prosperidad de Marsella.

Durante los primeros años del Segundo Imperio las relaciones entre la Iglesia y el Estado son excelentes. El emperador es un católico practicante, lo mismo que la emperatriz, Eugenia de Montejo, que pasa por tener la fe ardiente de los españoles. Los ministros, especialmente el de cultos, toman en cuenta las necesidades de la Iglesia, que es privilegiada en el sentido de que el episcopado goza de una libertad de expresión excepcional. El presupuesto del culto pasa de 39 a 48 millones. La administración autoriza dones y legados a los establecimientos religiosos y permite el desarrollo de las congregaciones religiosas.

Mons. de Mazenod aprovecha las buenas disposiciones del emperador y los ministros para ventaja de la diócesis de Marsella. Obtiene subsidios para aumentar el sueldo del clero, para la creación de parroquias y sucursales y sobre todo para la construcción de la catedral y de la basílica de Notre-Dame de la Garde. Sin embargo, las autoridades civiles y religiosas piden en vano el título de arzobispado para la diócesis. Eso habría aumentado igualmente el sueldo del obispo, cuyos gastos eran elevados a causa de los numerosos visitantes (cartas del canónigo Jeancard al Sr. Reybaud, 15-5-51y de Mons. de Mazenod al ministro de cultos, 15-3-53, etc.).

Personalmente, Mons. de Mazenod es nombrado senador en 1856 (ver el artículo Senador), obtiene en 1858 el nombramiento de Mons. Jeancard como auxiliar (cf. artículo Jeancard) y es propuesto para el cardenalato ( cf. artículo Cardenalato). Sus relaciones con el emperador son corteses y frecuentes (cf. artículo Napoleón III ).

En 1852, en un discurso en Burdeos que fue como el programa del Segundo Imperio, Luis Napoleón había dicho: “El imperio es la paz”. Sin embargo, se dejó arrastrar a varias guerras, especialmente a la de Crimea en 1854-1856 y a la de Italia en 1859. El 13 de abril de 1854 Mons. de Mazenod publicó una pastoral para pedir oraciones con ocasión de la guerra de Crimea, y el 12 de setiembre de 1855 hizo cantar un Te Deum por la victoria de Sebastopol. La guerra de independencia de Italia en 1859 le preocupó. Los ejércitos franceses ayudaron al Piamonte a expulsar a los austríacos. El 15 de mayo de 1859 Mons. de Mazenod escribió una pastoral en esa ocasión y, a petición de las autoridades civiles pero sin entusiasmo, hizo cantar el Te Deum cuando las victorias de Magenta, el 4 de junio, y de Solferino, el 24.

Posteriormente Mons. de Mazenod encontró que el emperador no defendía bastante al Papa y a los Estados Pontificios, amenazados por la rebelión de las legaciones y los proyectos de Cavour, tanto más cuanto que entonces Napoleón pensaba retirar de Roma el ejército francés que había permitido el regreso del papa en 1849.

Fue entonces, a fines de 1859 cuando Mons. de Mazenod escribió dos cartas al Emperador para recordarle que el papa y la Iglesia de Francia contaban con él para salvaguardar los Estados pontificios.

Las guerras por la unidad de Italia terminaron con la toma de Roma en 1870. Ese mismo año Prusia, deseando completar la unidad alemana con la anexión de Alsacia y Lorena, batió al ejército francés en Sedan. Napoleón III capituló y se rindió prisionero el 2 de setiembre. Esto ocasionó la caída del Imperio.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.