1. Misionero de Provenza y Oblato de M.I. (1821-1834)
  2. Sacerdote diocesano de Marsella, canónigo, vicario general, obispo de Cérame (1834-1861)
  3. Los últimos años (1861-1875)

Nacimiento en Cannes (Alpes Marítimos) el 2 de diciembre, 1799
Toma de hábito en N.-D. De Laus el 21 de diciembre, 1821
Profesión en N.-D. de Laus el 30 de mayo, 1822
Ordenación sacerdotal en Fréjus el 23 de diciembre, 1823
Dispensa de los votos el 23 de julio, 1834
Ordenación episcopal en Marsella el 28 de octubre, 1858
Muerte en Cannes el 6 de julio, 1875.

Santiago Jeancard nació en Cannes, diócesis de Fréjus, el 2 de diciembre de 1799 y recibió en el bautismo los nombres de Santiago María José. Primogénito de la familia, tenía un hermano y una hermana que se hizo religiosa y fue superiora general de las Hermanas de Santa Marta.

Hizo los estudios secundarios en el colegio de Grasse, dirigido por algunos miembros del antiguo Oratorio. A los 16 años manifestó a su familia el deseo de consagrarse a Dios en el estado eclesiástico. Su padre le sacó entonces del colegio para emplearlo en su casa de comercio. Tras un año y medio de trabajo, Santiago obtuvo permiso para ir a hacer la retórica, y luego quedó otro año como profesor en el colegio. En octubre de 1818 entró en el seminario mayor de Aix, dirigido por los Sulpicianos.

Misionero de Provenza y Oblato de M.I. (1821-1834)
Santiago Jeancard comenzó la teología al mismo tiempo que Santiago Marcou (1799- 1826), congregante y fiel discípulo del padre de Mazenod desde el mes de abril de 1813. Los dos Santiagos, ligados por la amistad, acudían con frecuencia a la casa de la Misión a ver al Fundador. Decidieron entrar juntos en la Congregación. Tras un retiro de una semana, comenzaron el noviciado en Notre-Dame de Laus el 21 de diciembre de 1821, hicieron la oblación allí mismo el 30 de mayo de 1822 y siguieron el estudio de la teología como externos en el seminario mayor de Aix.

En 1823 se restablecieron las diócesis de Marsella y de Fréjus. Mons. de Richéry, obispo de Fréjus, reclamó a los sacerdotes y a los seminaristas que trabajaban fuera de la diócesis; asimismo hizo saber a los padres Deblieu y Maunier, y también a Santiago Jeancard, que los desligaba de sus votos si querían volver a su diócesis de origen, Santiago se dejó arrastrar, dejó la Misión, que entonces estaba en crisis porque los padres de Mazenod y Tempier habían decidido ser vicarios generales dé Marsella, y entró en el seminario de Fréjus el 30 de octubre de 1823. Recibió el sacerdocio de manos de Mons. de Richery el siguiente 23 de diciembre y fue nombrado vicario en Pourrières.

Pronto se arrepintió de haber dejado a los Misioneros de Provenza. El P. de Mazenod escribe al P. Mie el 31 de octubre de 1823: “Yo espero a esos infieles a la hora de su muerte. Jeancard no ha esperado a ese momento para sentirse carcomido por los remordimientos; me ha escrito dos cartas que dan lástima y me inspiran la mayor compasión”. El Fundador mantuvo entonces correspondencia con el abate Jeancard y con el obispo de Fréjus que permitió a su diocesano reintegrarse en la Congregación. Así encontramos al padre Jeancard en la casa del Calvario en Marsella a fines de octubre de 1824, encargado de dar catequesis a los pobres a quienes se reunía dos veces a la semana. Ya en noviembre participó en su primera misión en Allauch con los padres Suzanne, Albini y Marcou.

Miembro del Capítulo general de julio de 1826, estuvo presente en la promulgación de las Reglas aprobadas por León XII y pronunció de nuevo sus votos, esta vez como Oblato de María Inmaculada. Durante los diez años de su vida oblata, el P. Jeancard trabajó primero en Marsella, luego en Notre-Dame de Laus en 1828 y 1829 y finalmente en Aix. Predicó una decena de misiones, sobre todo de 1824 a 1829; le costaba no obstante plegarse a la sencillez y al género que el Fundador deseaba; por eso éste le confió sobre todo sermones de circunstancia.

Tras la Revolución de julio de 1830, fue prohibido por el Gobierno el ministerio de las misiones; a Jeancard se le confió la enseñanza del dogma en el seminario de Marsella en 1831 -1832 y de la Sagrada Escritura1 en 1832- 1833. En esa vida en ambiente cerrado, no tardó en manifestar los defectos de su carácter. El Fundador lo reprende entonces, haciéndole notar que es excesivamente sensible, siempre prevenido contra varios padres, sin ocultar sus repugnancias para diversos ministerios.

Durante el verano de 1834 Mons. de Mazenod, obispo de Icosia, le permite ir a descansar con su familia. Desde Cannes el P. Jeancard escribe para pedir la dispensa de los votos a fin de, según él, ayudar a sus padres y recobrar la paz de conciencia que ha perdido porque se ha hallado constantemente en oposición a sus deberes religiosos, al haber asumido hábitos inveterados de irregularidad y de inobservancia de sus obligaciones. En la sesión del 23 de julio de 1834 el Consejo general decide por unanimidad otorgarle la dispensa que pide porque, en efecto, la irregularidad del padre “produce mal efecto en la comunidad”; y se añade: “la que es más grave es su carácter inquieto, su espíritu crítico y cierta insubordinación natural que lo vuelven cargoso para sus Superiores y muy pesado para sus hermanos”.

Sacerdote diocesano de Marsella, canónigo, vicario general, obispo de Cérame (1834-1861)
El secretario del consejo anota, el 23 de julio de 1834, que el P. Jeancard “está sinceramente apegado [a la Congregación] a la que está dispuesto a servir con todas sus fuerzas”. Habría podido añadir, sobre todo, que estaba muy adherido al Fundador y por ese conducto se abrió ante él una “carrera” que le permitió desarrollar sus talentos.

Ningún oblato, a excepción del P. Tempier, colaboró tan estrechamente con Mons. de Mazenod ni gozó tanto de su amistad y de su confianza. Ya en 1834 el abate Jeancard fue nombrado capellán del orfanato de la Gran Misericordia; era ya capellán de las cárceles. En 1835 fue nombrado, canónigo honorario, y canónigo titular en 1836, arcediano de Notre – Dame des Accoules en 1842, vicario general en 1844, obispo de Cérame y auxiliar de Mons. de Mazenod en 1858, y vicario capitular a la muerte del mismo en 1861.

Mons. Jeancard no era un administrador, ni siquiera podía llamarse un apóstol, pero Mons. de Mazenod conocía bien sus talentos de intelectual, de orador y de escritor, y se sirvió de ellos para provecho de su diócesis y de la Congregación. En efecto, Mons. Jeancard amaba la lectura y el estudio. Confesó un día que en el colegio de Grasse estudió mucho para llegar al primer puesto y, añadía, “lo conseguí con un largo y, obstinado trabajo”. En el seminario mayor trabajó igualmente con ardor. Su biógrafo, el abate Verlaque, escribe: “No contento con instruirse en las obras clásicas, se remontaba incluso a las fuentes. Una notable cantidad de apuntes tomados durante, sus estudios y encontrados entre sus papeles han mostrado cómo le gustaba consultar a los santos Padres, para profundizar las cuestiones en sus doctos escritos. Se aplicó también al estudio de la filosofía. El Sr. de Bonáld y los señores de Maistre y Bergier fueron en ese campo sus autores predilectos. Dotado de una memoria muy feliz, retenía todo lo que leía. Pero se dedicó sobre todo al estudio de, la teología moral. Durante los tres años que pasó en el noviciado de los misioneros, estudió a fondo a san Alfonso de Ligorio”. Como predicador, añade el biógrafo, Jeancard estaba “dotado de excelente memoria; había leído a todos los oradores que habían adquirido renombre en ese género de apostolado y los había asimilado plenamente. Sus preferencias iban por el Padre Lejeune… ”?

Cuando se introdujo la enseñanza regular de la historia de la Iglesia en el seminario de Marsella, se le confió al canónigo Jeancard. Lo hizo de 1844 a I857. Por otra parte, Mons. de Mazenod recurría a veces a él para sermones de circunstancias. Por ejemplo, él predicó con ocasión de la consagración de la iglesia del Calvario en 1825, y de la de San Lázáro en 1837. El hizo también el elogio fúnebre del P. Suzanne en 1829, el de Mons. Fortunato de Mazenod en 1840 y el de Mons., Eugenio de Mazenod en 1861.

A Mons. Jeancard le gustaba sobre todo escribir. Fortunato y Eugenio de Mazenod le hicieron su secretario particular como obispos de Marsella. Eugenio sin embargo muestra cierta reserva al respecto. Cuando el asunto de Icosia, escribe al P. Tempier el 14 de noviembre de 1833: “No tome nunca como consejero a Jeancard ni siquiera a Courtés; el primero no es bueno más que para exponer bien lo que se le haya explicado, pero en los asuntos él no ve nada, nunca examina nada según el verdadero punto de vista; exagera tanto las cosas como las personas; siempre lo acomoda todo en el sentido que le impresiona; tiene en una palabra todo lo necesario para inducir a equivocarse a quien lo escucha, pues ama su propio discurso y tiene mucho espíritu para dar giro a sus ideas”.

Posteriormente el obispo de Marsella se fía más del juicio de su secretario. La mayor parte de sus largas cartas a las autoridades civiles y religiosas para tratar asuntos importantes, fueron escritas por Santiago Jeancard, o por lo menos en colaboración con él, por ejemplo cuando, la rebelión del párroco de Aygaládes o del abate Jonjon, o en el asunto de Icosia en 1832-1835, en la larga disputa sobre el retiro de los Oblatos de Laus de 1837 a 1842, en la lucha por la libertad de la enseñanza y la defensa de los jesuítas de 1843 a 1850, en las quejas contra los excesos de L’Univers en 1853, en las protestas contra el comportamiento de las autoridades civiles de Marsella en 1856, etc.

El recuerdo de Mons. Jeancard será inolvidable en la Congregación sobre todo a causa de sus escritos, de los cuales los más conocidos entre los Oblatos son: la Vida de san Alfonso de Ligorio en 1828, la Noticia de Notre- Dame du Laus en 1829, la Vida del hermano F.-M. Camper en 1859, las notas necrológicas del P. Nolasco Mie en 1866 y del P. Juan Bernard en 1870, y sobre todo la obra Mélanges historiques sur la Congrégation des O.M.I. à l’ocassion de la vie et de la mort du R.P. Suzanne, publicada en-1872.

Más allá de los servicios prestados, Mons. de Mazenod y Mons. Jeancard se entendían bien porque ambos eran sensibles y afectuosos y, sin duda también porque ambos tenían gran devoción a la Eucaristía. El abate Verlaque escribe de Mons. Jeancard: “Este amor por el santo sacramento del altar, lo tuvo toda su vida, pero lo mostró de manera impresionante en una ocasión que no podríamos pasar en silencio. La víspera del día en que iba a recibir la plenitud del sacerdocio, Mons. de Mazenod le propuso un blasón para su escudo episcopal, pero él lo rehusó diciendo: “Si usted me deja libre, no se verá en mi escudo más que un cáliz con una hostia encima”.

Mons. Jeancard habitó siempre en el obispado con el obispó y el secretario Cailhol; acompañó al Fundador en sus viajes al norte de Italia y a Argelia en 1842, a Roma en 1845 y en 1854, a París en 1856,1857 y 1858.

No puede extrañar que en 1858 Mons. de Mazenod haya escogido como auxiliar a ese colaborador. Lo pedía desde tiempo atrás. El 13 de febrero de. 18S6 ya había escrito al Ministro del culto: “Permítame añadir solo una cosa: es el ruego que le reitero de reservarme como obispo auxiliar a mi discípulo y fiel compañero… Le he escrito que el Sr. Jeancard es un verdadero, hijo y que no me ha dejado desde hace cerca de 40 años. Yo, he formado su juventud; conviene que él sostenga mi ancianidad”. En 1859, con ocasión de su estadía anual en París como senador, el ministro de Marsella pidió al ministro del culto un aumento del sueldo de su auxiliar y anunció que lo pediría pronto como coadjutor. Mons. Jeancard se lo agradeció el 1 dé marzo, añadiendo: “Reconozco su paternal solicitud en el trabajo que se ha tomado por mí… Esté persuadido de la tierna e inviolable adhesión que le ha dedicado de todo corazón su servidor e hijo”.

Esa tierna e inviolable adhesión se mostró sobre todo durante la enfermedad de Mons. de Mazenod. Mons. Jeancard y el P. Tempier se alternaron durante seis meses a la cabecera del enfermo, como representantes de la diócesis y de la Congregación. El P Tempier escribió entonces varias circulares a los Oblatos y Mons. Jeancard hizo lo mismo para tener al comente del estado del enfermo a los párrocos y a los feligreses; él compuso la pastoral de cuaresma de 1861.

Los últimos años (1861-1875)
A la llegada de Mons. Cruice a Marsella, Mons. Jeancard pasó por una temporada de sufrimiento por defender a Mons. de Mazenod y a los Oblatos. Por lo demás él nuevo obispo no quiso rodearse de ningún colaborador del Fundador; agradeció igualmente a Mons. Jeancard sus servicios, haciéndole nombrar canónigo de San Dionisio. “Muy triste”, éste se retiró a Cannes, (el P. Fabre al P. Rey, 26 de agosto de 1861).

Ese destierro duró cerca de diez años, durante los cuales Mons. Jeancard escribió las noticias antes mencionadas y las Memorias históricas sobre la Congregación. Comenzó también a preparar una biografía del Fundador. Cada año se alejaba unos meses de Cannes para ir a ver a los Oblatos, en especial a Mons. Guibert en Tours, a los Padres Tempier y Fabre en París, a los escolásticos en Autun, etc. En 1870 acompañó a Mons. Guibert al Concilio Vaticano.

En noviembre de 1871 Mons. Guibert, trasladado del arzobispado de Tours al de Paris, invitó al obispo de Cérame a seguirle para ayudarle en la administración de la diócesis. Mons. Jeancard respondió con diligencia a esa llamada. Aunque no tuvo el título de obispo auxiliar, cumplió las funciones de tal durante tres años. Cayó enfermo en julio de 1874 y se retiró a Cannes, donde, tras un año de enfermedad, murió el 6 de julio de 1875.

YVON BEAUDOIN, O.M.I