Nacimiento en: Barcus (Basses-Pyrénées), Septiembre 22, 1829.
Toma de hábito en: N.-D. de l’Osier, Septiembre 20, 1849
Oblación en: N.-D. de l’Osier, Septiembre 21, 1850 (N. 280).
Ordenación sacerdotal en: Natal, Septiembre 22, 1852.
Salió de la Congregación en: 1856

 

Julián Logegaray nació en Barcus, diócesis de Bayonne, Francia, el 22 de septiembre de 1829. Al terminar sus estudios comenzó su noviciado en Notre-Dame de l’Osier el 20 de septiembre de 1849, donde tomó votos el 21 de septiembre de 1850. Su comportamiento recibió la admiración del Padre Jacobo Santoni, maestro de novicios, quien constantemente anotó en sus reportes las virtudes del novicio. En Febrero-Marzo de 1850 escribió: “No podría usted siquiera imaginar el espíritu de mortificación de piedad, de regularidad que hay en este joven. Hay que ver la vida de los buenos ermitaños de quienes escuchamos tan maravillosas historias, para comprender la extensión de tal virtud. Es la edificación de toda la comunidad.” En su reporte para Junio-Agosto, añade: “No creo exagerar al comparar su virtud con la de los Santos Estanislao Kostka y Aloisio Gonzaga. Cuenta con la suficiente habilidad, buen juicio y excelente carácter. Lo presento para votos.”

El escolástico tomó un año de filosofía en Notre-Dame de l’Osier en 1850-1851 y después pasó algunos meses en el seminario mayor de Marsella, donde también causó una buena impresión en el moderador de los escolásticos, quien escribió en julio de 1852: “El Hermano Logegaray, quien saliera sin estudiar teología, y en los pocos meses que pasó en Marsella mostrara tan maravilloso espíritu religioso, tal devoción y gran espíritu de mortificación, que es imposible no ver en su conducta y progreso la poderosa e inmediata acción de Dios. El poco tiempo que estuvo con nosotros fue suficiente para promover un notorio bien hacia la piedad entre sus hermanos y en cuanto a mí, debo decir que me hizo mucho bien.” El Obispo de Mazenod lo ordenó sub-diácono el 20 de septiembre y en noviembre el escolástico salió a Natal, con el Obispo J. F. Allard, los Padres J. B. Sabon y L. Dunne, y el Hermano J. Compin.

Los misioneros llegaron a Durban el 25 de marzo de 1852. De inmediato del Obispo Allard envió un reporte del viaje al Obispo de Mazenod, quien informó al Padre Courtès, el 18 de agosto, que el obispo no estaba alarmado por la tarea que le esperaba “no más que lo que estaba su joven compañero, el Hermano Logegaray, quien espera con ansia llegar a la edad en la que pueda ser ordenado sacerdote.” Mientras estudiaba inglés, continuó el estudio de teología bajo la dirección del Obispo Allard, quien le ordenó al sacerdocio el 22 de septiembre de 1852, o poco después.  En el verano, el Padre Dunne y el Hermano Compin volvieron a Europa. El Padre Sabon trabajaba con los católicos de Durban, mientras que el Obispo Allard y el Padre Logegaray se hicieron cargo de los católicos en Pietermaritzburg.

Tenemos pocos detalles de las actividades apostólicas del Obispo Allard y su colaborador. El segundo escribió al Obispo de Mazenod a principios de 1853, comentando acerca de su noviciado, diciendo que “el maestro de novicios (Santoni) era muy dado a dar un juicio favorable de ellos” y que estaba muy ocupado de la parroquia de Notre-Dame de l’Osier y las confesiones de las mujeres (Ver Mazenod al P. Richard en Inglaterra, Marzo 1°, 1854). En una carta al Padre Mouchette del 29 de abril de 1853, comenta estar trabajando con 250 católicos en la región y que en ocasiones viaja al interior. Visitó a los soldados en Fort Napier. Según una nota Histórica de 1854-1855, “iba a dedicarse al estudio del danés, idioma que hablaban algunos católicos en el pueblo y la mayoría de la gente en las aldeas. “Dios permita” continúa la nota, “que algún día nuestra pequeña Congregación de Oblatos de María Inmaculada hable todos los idiomas del mundo.”

Julián Logegaray fue el sacerdote que más tiempo pasó con el Obispo Allard en esos años, y sin duda quien más sufrió las exigencias del obispo, y al menos en forma ocasional, se quejaba de ellas. El obispo mencionó el asunto al Superior General, quien respondió el 11 de enero de 1855: “No puedo expresar el dolor que sentí al leer lo que me comenta acerca de las excentricidades del P Logegaray. Esperábamos algo muy diferente de este joven misionero. Debe haberse dejado guiar por pensamientos de orgullo y auto-satisfacción, que le ocasionaron caer tan bajo. Tengo la intención de escribirle… También escribiré a los Padres Barret y Gerard, quienes deben servirle de consuelo. Me anima pensar que su caridad les llevará a bien aconsejar al Padre Logegaray, llevándolo de nuevo al camino de la obediencia y la sencillez. En cuanto a usted, modere su rigidez natural, producto de su amor por la regularidad, de una gran bondad y condescendencia.

A principios de 1856, probablemente en respuesta a la carta del Fundador, el Padre Logegaray escribió un extenso documento quejándose del obispo, que junto con las cartas del Obispo Allard fueron causa de gran preocupación para el Obispo de Mazenod, quien informó a su consejo de lo que estaba sucediendo. En el reporte de la reunión realizada el 8 de abril, el secretario general escribió: “De acuerdo a los diferentes documentos, parece que el pobre Padre ha llegado a un punto en el que le ciega el orgullo y del que no hay esperanza de rescatarle, incluso al llamarle de vuelta a Europa o transferirle a otra misión afuera…”

De hecho, en ese punto el Padre Logegaray ya había decidido unirse a los pastores protestantes de habla francesa en Basutolandia. Había estado en contacto con Guillermo Campbell, ministro presbiteriano por algunos meses. Salió de Natal el 5 de agosto de 1856; permaneció en Basutolandia por dos años y de ahí fue a Transvaal en 1858. Posteriormente fue al distrito de Zambesi, donde fue asesinado. En su historia del comienzo del catolicismo en Natal, J. B. Brain da varias explicaciones sobre su apostasía (pp. 106-107). Por su parte, el Obispo de Mazenod lamenta el orgullo del Padre (carta al P. Barret, Abril 23, 1856), aunque considera que el Obispo Allard es igualmente responsable de las salidas de esa época en Natal. El 10 de noviembre de 1857 hace un recuento claro de lo que cree: “Debe admitirse, mi querido señor Obispo, que sus cartas son siempre una fuente de pesar. Hasta ahora, su misión ha sido fallida…  Lo que es particularmente perturbador es que tenga tantas quejas acerca de sus compañeros misioneros. Examine su actitud ante el Señor, para encontrar si no hay algo que deba cambiarse en su relación con ellos. Es la primera vez que ha habido tanta insatisfacción. Todos admiran su virtud, pero hay algo que falta, para que su admiración pueda combinarse con un sentimiento de apego, que facilite la obediencia y simpatía…”

Yvon Beaudoin, o.m.i.