El 15 de agosto de 1822 el P. de Mazenod bendijo solemnemente una estatua de la Inmaculada Concepción en la iglesia de la Misión de Aix. En la revista Missions OMI de 1908 p. 279 se da la siguiente descripción: “Su cabeza, coronada con doce estrellas, está elevada al cielo en actitud orante. Lleva un velo dorado, como también son enteramente dorados su larga túnica y su manto. Símbolo de la Inmaculada Concepción, con un pie sobre la luna y el otro sobre la serpiente a la que aplasta, apoya su derecha sobre el corazón, mientras la otra mano extendida derrama gracias sobre sus hijos que la imploran”.

Tras la bendición de la estatua, el P. de Mazenod se quedó a solas en Aix. Escribió la siguiente carta al P. Tempier, superior de la comunidad de N.S. du Laus: “Queridísimo y buenísimo hermano, acaba de terminar el oficio, en casa reina el silencio, sólo turbado por el son de una lejana campana que anuncia la salida de la gran procesión. Satisfecho con los sinceros homenajes que acabamos de tributar a nuestra buena Madre, al pie de la hermosa estatua que hemos erigido en su memoria en medio de nuestra iglesia, dejo a otros el cuidado de honrarla con la pompa externa de un cortejo que no ofrecería nada de edificante a mi piedad tal vez demasiado exigente. Este tiempo debo emplearlo en compartir con usted, querido amigo, en las dulces efusiones de nuestros corazones. ¡Ojalá pudiera comunicarle todo el consuelo que he experimentado en este hermoso día consagrado a María, nuestra Reina!

“Hacía tiempo que no había sentido tanta dicha al hablar de sus grandezas y al animar a los cristianos a poner en ella toda su confianza, como esta mañana en la instrucción a la Congregación [de la juventud]. Tengo la esperanza de haber sido comprendido y esta tarde he creído percibir que todos los fieles que frecuentan nuestra iglesia han compartido el fervor que nos inspiraba la vista de la imagen de la Santísima Virgen y más todavía las gracias que nos obtenía de su divino Hijo, mientras la invocábamos con tanto cariño, me atrevo a decirlo, ya que ella es nuestra Madre. Creo deberle también un sentimiento especial que he experimentado hoy, no digo precisamente más que nunca, pero sí ciertamente más que de ordinario. No lo definiré bien porque abarca varias cosas, aunque todas se refieren a un solo objeto: nuestra querida Sociedad. Me parecía ver, palpablemente, que ella encerraba el germen de muy grandes virtudes y que podía operar un bien inmenso; la encontraba buena, todo en ella me gustaba; estimaba sus reglas y sus estatutos; su ministerio me parecía sublime, como lo es en efecto. Encontraba en su seno medios de salvación seguros y hasta infalibles, tal como se me presentaban. Un solo motivo de dolor venía a templar y casi a amortiguar por entero la alegría a la que con gusto me habría dejado arrastrar, era yo mismo…

Eso es lo que dice el Fundador sobre el suceso. El original de su carta ha desaparecido. El texto nos viene trasmitido por Rambert (I, 352s) y Rey (manuscrito de su biografía del Fundador, compuesto de 1886 a 1903), que lo copian sin comentario. No hay ninguna otra alusión al hecho en los escritos del Fundador ni en la correspondencia entre oblatos hasta 1861. Hay que aguardar aún unos 30 años hasta que vayan apareciendo en los escritos oblatos otros detalles acerca de ese 15 de agosto.

En un informe de la casa de Aix, el 15 de julio de 1889, el P. Próspero Monnet describe la capilla interior de la iglesia de la Misión de Aix, con el altar de los votos “y la Virgen antigua que antaño sonrió a nuestro venerado Fundador y que hoy domina sobre el rico pedestal de mármol…” (Missions, 1889, p. 285).

En su obra Esprit et vertus du missionnaire des pauvres, C.J.E. de Mazenod, publicada en 1894, el P. Eugenio Baffie, al enumerar ciertos favores especiales recibidos por el Fundador, escribe: “El primero que Mons. de Mazenod contó personalmente en fecha del 15 de agosto [de 1822], aunque en términos velados y misteriosos, fue la intuición viva y confortadora de las maravillas que Dios quería obrar en él y por él. ¿Se mostró directamente la Santísima Virgen a su servidor? ¿Le descubrió distintamente el porvenir de su Congregación? Tal vez tendríamos derecho a afirmarlo. Lo cierto es que desde ese día el P. de Mazenod conoció claramente que su obra venía de Dios y era grata a Dios”.

De 1878 a 1903 el P. Alfredo Yenveux hizo copiar muchas cartas del Fundador, con la idea de preparar un comentario sobre las santas Reglas. En el vol. IV, p. 113s de su manuscrito se copió la carta del 15 de agosto de 1822 sin comentario. En un artículo titulado L’Immaculée Conception et la Congrégation de la jeunesses chrétienne fondée à Aix…publicado en Missions, 1904, p. 465-477, el P. Emilio Lamblin relata la bendición de la estatua el 15 de agosto de 1822 (escribe como algunos otros por error: 1823) y luego añade: “La tradición oral cuenta que la estatua abrió los ojos e inclinó la cabeza en señal de adhesión mientras su celoso servidor le suplicaba una gracia. Este hecho extraordinario no fue consignado en ningún atestado […] A partir de entonces esa estatua, a la que todos nuestros padres antiguos atribuyen este milagro, fue llamada Virgen milagrosa o también Virgen de la Misión y de Monseñor de Mazenod”.

La estatua, el altar de los votos y el corazón del Fundador se trasladaron a Roma tras las expulsiones de los religiosos de Francia en 1903. El 8 de junio de 1908 el P. Emilio Baffie, vicario general, bendijo el “santuario familiar” detrás de la capilla del escolasticado de Roma, donde se encontraban esos tres importantes recuerdos del Fundador, incluida la estatua de la Virgen milagrosa (Missions, 1908, p.272-301). En su álbum de fotos sobre Mons. de Mazenod, aparecido en 1913, el P. Marcelo Bernad menciona el relato del P. Lamblin y añade: “Ignoramos el fundamento en que se apoya esta tradición”. La tradición, tal como fue referida por el P. Lamblin, aparece posteriormente varias veces en la literatura oblata, en particular en los testimonios del P. Edmundo Dubois o.m.i. y de Sor Verónica del Sagrado Corazón, Hermana de la Sagrada Familia de Burdeos, emitidos en el proceso ordinario de la causa del Fundador en 1928 (Positio super introductione causae…, Roma, 1935 p. 705 y 716), en la revista La Bannière de M.I. Ottawa, 1933 p. 31, en la obra del P. León Hermant Le Serviteur de Dieu C.J.E. de Mazenod, 1936, p. 64-65, etc.

Manifiestamente la tradición enriqueció con detalles lo que el P. de Mazenod llamó “un sentimiento especial que he experimentado hoy, no digo precisamente más que nunca, sino ciertamente más que de ordinario. No lo definiré bien porque abarca varias cosas, aunque todas se relaciones con un solo objeto: nuestra querida Sociedad…” Esta comunicación del Fundador se hizo al P. Tempier que siempre fue excesivamente discreto y ciertamente no dio a conocer esa carta del Fundador. Esta, al parecer, no se encontró entre los papeles del P. Tempier hasta después de su muerte en 1870. El P. Monnet en 1889 añadió el primer detalle: la Virgen sonrió al Fundador; en 1904 el P. Lamblin lo completó diciendo que la estatua “abrió los ojos e inclinó la cabeza en señal de adhesión…”

En una nota sobre la Virgen del milagro escrita en 1956 Emiliano Lamirande concluye: “Estamos plenamente autorizados a hablar de una gracia extraordinaria obtenida ese día. Pero en cuanto al ‘milagro’ propiamente dicho, tenemos que remitirnos a una tradición muy posterior y un tanto vacilante […] Sea lo que sea, ese día 15 de agosto de 1822 marca un momento importante en la historia de la Congregación y queda que la estatua, ante la cual el venerado Fundador volvió a rezar tantas veces, ha pasado a ser para nosotros, como dice el P. Rey ‘uno de los más preciosos recuerdos de los orígenes de la familia’ (Rey, I, p. 280)”.

El 2 de febrero de 1933 esa estatua que estaba en el oratorio del escolasticado se trasladó a la capilla de la casa general de vía Vittorino da Feltre. Desde 1950 está colocada sobre el altar mayor de la capilla de la casa general de vía Aurelia.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.