1. Su vida y su política
  2. Sus relaciones con la familia de Mazenod

María Carolina, reina de Nápoles y Sicilia, aseguró a los Mazenod una pensión vitalicia durante su estadía en Nápoles y Palermo. El presidente de Mazenod en sus cartas la designa a menudo con el epíteto “la incomparable”.

Su vida y su política

María Carolina nació en Viena el 13 de agosto de 1752, hija de Francisco I emperador de Austria y de María Teresa. En 1768 se casó por procurador con Fernando IV rey de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia). En el acta del matrimonio fue inscrita con el nombre de Carolina, con el que quedará siempre. De espíritu vivaz y muy inteligente, hacía contrapeso a su marido, más interesado en la caza y las diversiones que en los asuntos políticos. Fue ella, pues, la que llevó prácticamente el timón del reino. Aun siendo austríaca, se apoyó más bien en Inglaterra que en Austria. Nada extraño es que sus consejeros preferidos hayan sido el almirante John Acton y Lady Hamilton, esposa del embajador de Inglaterra.

Como su hermana María Antonieta, esposa de Luís XVI, había sido ejecutada por los revolucionarios en París, ella los odiaba visceralmente. En 1796 Napoleón invade Italia y en 1798 está ya a las puertas de Nápoles. Toda la familia real tuvo que huir a Sicilia. El almirante inglés Nelson es quien se encarga de embarcarlos en sus navíos. Una vez en Sicilia, ella se encarga de organizar una cruzada contra Francia. El conde de Antraigues, amigo del presidente Mazenod es su agente secreto en Europa. En junio de 1800 la reina deja Sicilia y va a Viena para implorar la ayuda de Francisco II, emperador de Austria. Por fin, en 1802 la familia real puede regresar a Nápoles, pero el reino sigue estando bajo la amenaza de una invasión de las tropas francesas. En 1805 el almirante Nelson, aunque consiguió una gran victoria sobre la flota francesa en Trafalgar, cerca de Gibraltar, murió en el combate. Fue un duro golpe para Carolina. En 1813, a instancia de los ingleses, debe abandonar Sicilia y refugiarse en Austria. Fallece el 8 de septiembre de 1814 en Hetzendorf, cerca de Viena. Había tenido varios hijos, entre ellos María Amelia que se casará con Luís Felipe, futuro rey de Francia, y María Antonieta que se casó con Fernando, futuro rey de España.

Sus relaciones con la familia de Mazenod

En noviembre de 1797 los Mazenod tuvieron que salir de Venecia y se refugiaron en Nápoles. Tras el fracaso comercial sufrido en Venecia, se hallaban sin recursos. “La miseria y la indigencia más completas son nuestra única perspectiva”, escribía el presidente de Mazenod al conde de Antraigues el 9 de enero de 1798. La intervención de este último ante Carolina, con el apoyo del barón y la baronesa de Talleyrand, antiguos amigos de los Mazenod, tuvo el éxito esperado. María Carolina concedió a los Mazenod, enemigos declarados de los revolucionarios franceses, subsidios que les permitieron vivir hasta finales de 1798. Hacia el fin de ese año las tropas francesas empezaron a amenazar a Nápoles. La familia real, a toda prisa, se embarcó en los navíos ingleses para refugiarse en Sicilia. Antes de partir, la reina avisó a los Mazenod de su salida y les ofreció cuatro plazas en esos navíos. El presidente de Mazenod se excusó cortésmente, pues prefirió la oferta del conde de Puységur, camarada de su hermano Luís, que mandaba el navío almirante portugués. La elección resultó feliz, pues la familia real, salida a fines de diciembre, sufrió una terrible tempestad, mientras que los Mazenod, salidos el 3 de enero de 1799, llegaron sin dificultad a Palermo el 6 de enero.

Informada de su llegada, la reina se apresuró a enviar 25 onzas (o sea, 325 francos de germinal) al tío Fortunato, pidiéndole que celebrara una misa por su familia. Era una forma delicada de proveer a las primeras necesidades de los Mazenod en Sicilia. Esa subvención les permitió alquilar una modesta casa y asegurar por unos meses su existencia material. El 12 de septiembre siguiente les otorgó un subsidio mensual de 12 onzas (156 francos de germinal). Como Eugenio fue acogido en la familia de los Cannizzaro, solo quedaban tres, y así la subvención les aseguró una modesta subsistencia. Escribiendo el 16 de febrero de 1856 al rey de Nápoles, Mons. de Mazenod recordó agradecido esa beneficencia de María Carolina: “Vuestra real casa, escribe, fue un tiempo la bienhechora de mi familia de emigrados en Nápoles y en Palermo”.

Mons. de Mazenod habla también de María Carolina con ocasión de la llegada a Palermo de Carlos Fernando, duque de Berry, hijo del futuro rey de Francia Carlos X (1824-1830). Como están ligados por amistad, Eugenio sabe muchas cosas de él. El duque se proponía casarse con una de las hijas de María Carolina. Esta aceptaba encantada. Pero el almirante Acton, consejero de la reina, logró disuadirla, sobre todo haciéndole saber que el duque estaba sin recursos y solo sería una carga inútil para el reino. Se rogó al duque que fuera a Roma, y el asunto terminó ahí.

En junio de 1800 María Carolina abandonó Sicilia y se fue a Viena. Quería organizar una cruzada contra los revolucionarios franceses y pidió ayuda a Austria, pero sin éxito. Después de la salida de la reina para Austria, Eugenio no vuelve a hablar de ella en su diario.

JOSEF PIELORZ, O.M.I.