La Obra de la Propagación de la Fe fue fundada en Lyón en 1819 por Paulina Jaricot (1799-1862), laica que consagró su vida a las obras de caridad. Antes de la Revolución las misiones habían sido sostenidas por la liberalidad de los reyes y de los soberanos y por la Iglesia. Una vez que desapareció el patronato de las potencias coloniales y que la Iglesia perdió sus bienes por la secularización, la Obra de la Propagación de la Fe pasó a ser la organización en la que, por primera vez, el conjunto de los católicos aportó su dinero para el sostenimiento de las misiones.

Mons. de Mazenod no nombra a Paulina Jaricot en sus escritos, pero ya en 1823, como vicario general, propuso a su tío Fortunato establecer la Obra en Marsella. Esta recogió 1.000 francos el primer año. La cifra fue en aumento año tras año hasta alcanzar 79.021 francos en 1861. La Obra fue bien organizada en las parroquias, con el reclutamiento activo de miembros y la formación misionera de los fieles. El Fundador escribió sobre el tema circulares a los párrocos y cartas pastorales. Le gustaba presidir las reuniones de los miembros. A partir de 1838 se escogió la fiesta de la Epifanía como la fiesta solemne de las misiones, con exposición del Santísimo Sacramento, adoración y oraciones por la conversión de los paganos.

Con los centros de Lyón y de París Mons. de Mazenod mantuvo frecuente correspondencia desde 1841. Se han encontrado 106 cartas dirigidas a esos centros. Aunque generalmente tengan el carácter de correspondencia de negocios, respiran el amor a las misiones y traslucen también el espíritu de moderación del religioso misionero de los pobres, el respeto del dinero de la gente humilde y el cuidado de mantener el espíritu de pobreza en los misioneros. En 1852, el consejo de Lyón decidió enviar al obispo de Marsella la suma global destinada a las misiones oblatas, dejándole el cuidado de repartirla entre las diversas misiones.

La Congregación recibió para sus misiones 12.500 francos en 1843. La cifra aumentó cada año hasta alcanzar en 1859 la suma de 190.000 francos. Se comprende que el Fundador haya juzgado indispensable esa obra y que la haya llamado “la Obra de las obras” (6-8-1851), “la Providencia viviente de las misiones extranjeras” (17-11-1851), “la gran Obra… a la que nunca podrá asemejarse ninguna otra” (4-4-1856).

Para testimoniar su reconocimiento a la Obra, Mons. de Mazenod le aportó muy pronto la colaboración de sus misioneros en los Anales; a veces se queja de que no se habían publicado las cartas y de que los lectores no estaban informados de lo que sucedía en el Extremo Oriente. Hizo que el Capítulo general de 1846 aceptara una moción que invitaba a los padres que misionaban en Francia a dar a conocer la obra de Lyón y con frecuencia encargó ese trabajo a misioneros que venían a descansar en su país, tratando incluso de prolongar su estadía para ese efecto.

Lo que Mons. de Mazenod fue para la Propagación de la Fe, lo fue también para la Santa Infancia. Fundada por su amigo Mons. Carlos de Forbin-Janson, ésta le pareció al principio nociva para la primera. Estuvo vacilando doce años, pero cuando la sagrada Congregación de Propaganda, que también desconfiaba, aceptó finalmente la utilidad de esta nueva forma de ayuda a las misiones, se decidió. Desde 1857 Marsella daba una copiosa suma, y los primeros beneficiarios oblatos fueron Jaffna y San Bonifacio para sus escuelas.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.