Por unos quince años los Oblatos atendieron la capilla de Notre-Dame de la Croix, a unos 20 km. al este de Notre-Dame de l’Osier.

Este santuario está situado en un lugar aislado sobre el monte Parménie (Isère) a más de 700 metros de altitud. En el siglo VII se alzaba ahí un castillo perteneciente a los arzobispos de Viena. Lo cedieron luego a los obispos de Grenoble que construyeron la capilla. Del siglo XIII al XV lo habitaron las monjas cartujas. En el siglo XVI la habitación fue reducida a cenizas por la soldadesca que asolaba el Delfinado (guerras de religión) y la capilla fue medio destruida. El conjunto fue restaurado en el siglo XVII y confiado a la custodia de los sacerdotes diocesanos hasta la Revolución. Vendidos como propiedad nacional, los edificios fueron comprados en 1798 por el abate Marion que prestó juramento a la constitución civil del clero y luego se adhirió al partido anticoncordatario de la pequeña Iglesia. En 1830 Mons. Filiberto de Bruillard, obispo de Grenoble de 1823 a 1853, adquirió la construcción. Instaló allí por cierto tiempo a sacerdotes diocesanos y después a capuchinos. En 1842 hizo vivas instancias ante Mons. de Mazenod para que los Oblatos asumieran la dirección. Este aceptó por condescendencia y los oblatos de Notre-Dame de l’Osier tomaron posesión de los lugares el 15 de julio de 1842.

El P. Eugenio Bruno Guigues, entonces superior de l’Osier, pasó allí dos semanas y el 1 de agosto de 1842 escribió al Fundador: “el panorama es encantador. Los que de los nuestros tiene gana de hacer un buen retiro y de estar enteramente separados del mundo para sumergirse en el estudio, mirarán a Parménie como uno de los lugares más deliciosos del universo. La soledad es perfecta y no sin atractivo. La capilla agrada mucho dentro de ese desierto”. Las construcciones comprendían una capilla con las bóvedas más bien bajas y dos cuerpos de habitaciones separados por un jardín, uno destinado a los sacerdotes que prestan servicio en el santuario y el otro a los peregrinos.

De las 25 fundaciones efectuadas en Francia por Mons. de Mazenod, ésta es la que menos huellas ha dejado en la correspondencia y en los archivos. El padre Teófilo Ortolan (I, p. 387) escribe: “Nunca los oblatos fueron numerosos ahí, pues el servicio de peregrinación no era absorbente. Durante el invierno había semanas y casi meses enteros de inacción. Los padres se reemplazaban, llegando de l’Osier, por turno. Hacía falta ser muy amigo de la soledad o tener entre manos un trabajo personal muy intenso, para no aburrirse allí. Durante el verano, los Oblatos suscitaron un movimiento de peregrinos bastante apreciable, sobre todo los domingos, invitando a las parroquias vecinas. Dos retiros prolongados, predicados cada año en los meses de mayo y setiembre, atraían a mucha gente. El ministerio de los capellanes no quedaba pues sin fruto. Muchas almas encontraron en aquella montaña tranquila la paz de la conciencia y la energía que les hacía falta para el cumplimiento de sus deberes”.

Se ignora casi del todo cuál fue el personal de aquella sucursal de l’Osier. Se sabe que en el otoño de 1842 pasó allí unas semanas el P. Toussaint Dassy, ocupado en la composición de su obra L’abbaye de Saint-Antoine, en Dauphiné. Ensayo histórico y descriptivo, publicado en Grenoble en 1844. Durante el verano de 1843 fue el padre José Bise, ecónomo de Notre-Dame de l’Osier, quien se ocupó de los peregrinos, reemplazado en 1844 por el padre Federico Mouchel. El 12 de mayo de 1844 escribe, en efecto, Mons. de Mazenod al padre Guigues: “Ya que os hace falta alguien en Parménie, lo encamino [al P. Mouchel] hacia esa soledad sin desear demasiado que se la ponga en honor. Al contrario, sería preciso que esa devoción cayese. Hay más inconvenientes que ventajas en sostenerla”.

De julio a octubre de 1846 se reunieron allí una decena de padres jóvenes bajo la dirección del padre Ambrosio Vincens para prepararse con el estudio al ministerio de la predicación. El padre Julio Piot pasó luego allí unos años. Cuando fue enviado a Nancy en 1850, el P. Dassy no pudo lograr hacerle observar la Regla. Escribió al Fundador el 26 de octubre: “Es un sujeto gastado, desgastado del todo, una quimera de religioso. Dice a quien quiere oírle que se le ha dejado cuatro años seguidos en Parménie, en la situación más independiente y más libre, y que ahora no puede ya atenerse a la regla. Y como nuestra casa es regular, nuestro ejemplo en vez de edificarle le irrita”.

En el curso de esos años dos hermanos se encargaron de la granja: Gaspar Janin y Claudio Francisco Martel. Ellos fueron mejores religiosos que el P. Piot. En sus notas necrológicas se alaba su austeridad de vida y su espíritu de obediencia y dedicación. El primero fue enviado a Oregón en 1849 y el segundo a Notre-Dame de Talence unos años después.

En mayo de 1847 Mons. de Mazenod hizo una visita a Notre-Dame de l’Osier y entonces fue a Parménie. “Quedó encantado del panorama que se despliega a los pies del visitante, escribe el P. Rey (II, p. 254), pero no encontró que aquella soledad tan profunda pudiera responder a los fines del Instituto. A su modo de ver, debía efectuarse el abandono de aquel santuario pronto o tarde, cuando la Providencia asignara el momento oportuno”.

En setiembre de 1851 el P. Carlos Bellon hizo la visita canónica de l’Osier y de Parménie. Después de eso las fuentes oblatas no vuelven a hablar de Parménie. Simplemente se lee en el códex histórico de l’Osier el 16 de junio de 1856: “Los Olivetanos nos reemplazan en Parménie”.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.