Nacimiento en: Rians (Var), Francia, Julio 8, 1827.
Toma de hábito en: N.-D. de l’Osier, Noviembre 20, 1850.
Oblación en: N.-D. de l’Osier, Noviembre 21, 1849 (N. 291).
Ordenación sacerdotal en: Marsella, Febrero 15, 1842.
Muerte en: Jaffna, Ceylán, Noviembre 10, 1882.

Juan Bautista León Pélissier nació en Rians, diócesis de Fréjus, Francia, el 8 de julio de 1827. Al terminar sus estudios secundarios en Brignolles y dos años de teología en el seminario mayor de Fréjus, comenzó su noviciado en  Notre-Dame de l’Osier el 20 de noviembre de 1849, donde tomó votos el 21 de noviembre de 1850. Al término del noviciado, el Padre Jacobo Santoni, maestro de novicios, escribió en un reporte: “Este novicio siempre muestra buen comportamiento, gran virtud, buen juicio, con suficiente aptitud, salud algo débil”. A continuación el Hermano pasó dos años en el seminario mayor en Marsella y fue ordenado sacerdote por el Obispo de Mazenod el 15 de febrero de 1852. En su reporte de abril de 1852, el moderador de los escolásticos, Padre Juan Marchal lo juzga severamente: “Durante su estancia en Marsella, el Hermano no cometió errores graves, pero no mostró entusiasmo ni dedicación. Se agradecería un mayor esfuerzo en la puntualidad y mayor apertura a la dirección, al igual que una mayor devoción al estudio. Es bastante bueno con sus compañeros.”

El Padre Pélissier salió a Ceylán con el P. Constante Chounavel el 25 de abril de 1852, llegando a Jaffna a fines de septiembre. Al principio trabajó como asistente del Padre  Federico Mouchel en Kalpity y en 1853 estuvo con el Padre José Vivier en Mantotte. En 1854 quedó a cargo de la misión en Valikamam y sus estaciones. Pasó muchos años en Point Pedro, donde construyó una iglesia. En 1873 se convirtió en pastor de Trincomalee y hacia el final de su vida trabajó en la catedral de Jaffna, donde tuvo un problema cerebral y falleció el 10 de noviembre de 1882. Está sepultado en el cementerio de la parroquia Saint Mary.

A su fallecimiento, un artículo en el Catholic Guardian de Jaffna menciona: “Todos los que conocieron al Padre supieron de su bondadoso corazón y cuán determinado estaba a nunca alejarse de sus tareas. Su espíritu de justicia con todos, su celo inquebrantable en reformar los hábitos de quienes estaban a su cuidado pastoral, así como su dedicación en los muchos brotes de cólera, le ganaron el profundo respeto de la población católica en general y en especial de las personas a quienes dirigía en la vida cristiana.”

En su obituario, el Padre José Fabre escribió: “su temperamento efervescente le dificultó más que a otros conquistar su espíritu independiente, pero fue respetuoso de la autoridad y moderado con sus hermanos.”

Yvon Beaudoin, o.m.i.