Con ocasión de su viaje a París en junio-julio de 1856, para asistir al bautismo del Príncipe imperial, Mons. Eugenio de Mazenod conoció a Mons. Nicolás María Sergent, obispo de Quimper. Éste, deseoso de dar mejor formación a sus futuros sacerdotes, buscaba una congregación a la que confiar la dirección de su seminario mayor. Habló de su proyecto al Fundador y, al saber que los Oblatos de María Inmaculada dirigían seminarios, le pidió algunos directores a título de ensayo. Mons. de Maznod se guardó bien de rehusar un centro de ciento cincuenta jóvenes que, además, permitiría a la Congregación penetrar en Bretaña ‘en el centro de la tribu sacerdotal”.

A su vuelta a Marsella consultó a sus consejeros y escribió que reservaba para la “gran obra” de Quimper a “dos hombres de Dios, llenos del espíritu de su estado y dedicados a la Iglesia”, eminentemente capaces de formar buenos sacerdotes, El superior sería el padre Juan José Lagier, de cincuenta años, antiguo director de los seminarios mayores de Marsella y de Ajaccio y, desde 185, superior del de Fréjus. El consejo general, en la sesión del 12 de agosto, le asignó como compañero al padre Antonio Mouchette, moderador de los escolásticos en Montolivet, y luego, el 17, aprobó la decisión del superior general que, comprendiendo toda la importancia de esa fundación y queriendo asegurarle el éxito”, había preferido designar al padre Carlos Bellon, hasta entonces superior del seminario de Romans, de más edad y más apto para representar a la Congregación.

Esos dos padres llegaron a Quimper poco antes del año escolar 1856/1857 y vieron que se les confiaba la dirección intelectual y espiritual de los seminaristas, mientras los profesores del clero secular seguirían ocupándose de la enseñanza y de la administración. Entre aquellos sacerdotes los dos oblatos se alegraron de encontrar como profesor de moral al vizconde de la Houssaye, amigo celoso de las misiones que había orientado hacia Marsella a varios ardientes seminaristas, entre ellos al escolástico Francisco Camper, muerto en olor de santidad en Montolivet el 19 de enero de 1856.

La correspondencia de la época nos ha dejado poca información sobre el proceder de los dos Oblatos y sobre sus relaciones con el personal y con los estudiantes. Al parecer, hubo satisfacción de una y otra parte. Al regreso de su viaje a Inglaterra a fines de agosto de 1857, se había acordado que Mons. de Mazenod iría a Bretaña para visitar el santuario mariano que el obispo quería confiar a los Oblatos cerca de la ciudad de Saint-Pol-de-Léon, y para acompañar a los otros directores oblatos ya designados, los padres Próspero Boisramé, Toussaint Rambert, José Vivier o Carlos Jolivet.

Grande fue la decepción de Mons. de Mazenod cuando en el mes de agosto recibió en Inglaterra una carta de Mons. Sergent en la que anunciaba su resolución de no firmar el contrato y de volver a poner el clero diocesano al frente del seminario. Invocaba como motivo la dificultad de entenderse con el padre Lagier sobre la naturaleza del contrato que regularía la posición de los Oblatos. De hecho, el obispo, llegado a Quimper poco antes, en 1856, había subestimado la oposición de una parte del clero a su proyecto. Además, en el curso del año había consultado al obispo de Ajaccio e indirectamente al de Valence, quienes, por diversos motivos dieron un juicio desfavorable sobre los oblatos y aconsejaron a Mons. Sergent que se desligara de ese lazo cuando estaba todavía a tiempo.

Mons. de Mazenod sufrió mucho por ese cambio brusco del obispo que consideró como “la mayor humillación y el agravio más duro que ha sufrido la Congregación”. Tras varias cartas de explicación y de protesta, hubo de aceptar como definitiva esa decisión y retiró a los padres Bellon y Lagier. A este último escribió el, 17 de agosto: “Ayudémonos mutuamente a soportar las humillaciones y los contratiempos de esta vida miserable. Dios nos dará la gracia de ganar mérito a sus ojos”.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.