Nacimiento en Barcelonnette (Alpes-de-Haute-Provence), el 24 de abril de 1813
Toma de hábito en Saint-Just, el 1 de mayo de 1829.
Oblación en Saint-Just, el 1 de mayo de 1830 (nº 40)
Ordenación sacerdotal, ¿Aix?, ¿el 29 de septiembre de 1835?.
Dispensa de votos, 9 de junio de 1844.

André Jean Valentin Reinaud nace el 24 de abril de 1813 en Barcelonnette, diócesis de Digne, diócesis en la que los oblatos predicaron muchas misiones. Hace su noviciado en Saint-Just del 1 de mayo de 1829 al 1 de mayo de 1830. Algunos meses después de su oblación, tras la revolución de Julio, parte para Billens, Suiza, donde el Fundador adquirió una casa para acoger a los novicios y escolásticos. El P. Mille, que será nombrado superior de dicha comunidad, escribió antes de su partida de Marsella, en el mes de agosto, que acababa “de disfrazar [para el viaje] a Aubert Casimir y Rinaud. Éste parecía un mocoso”.

Valentin estudia teología en Billens de 1830 a 1832 y luego en Marsella en 1833 y 1834. En un recuento de oblatos, el padre Casimir Aubert, director de los escolásticos en el Calvario, escribió el 20 de abril de 1834: el hermano Reinaud “cuyo carácter es en el fondo bueno”, no parecía haber ganado mucho, “no por falta de voluntad suya, sino por causa de todas las penas a las que se ha visto abocado por los desastres de su familia. Ha moderado bastante, es cierto, sus pequeñas pretensiones y se ha corregido en muchos otros defectos, pero tiende aún a ser demasiado apegado a sus ideas y deja salir aún algo de demasiada rigidez en sus maneras”.

A comienzos del año de 1835, se encuentra en Aix y el Fundador no le permite ir y “perder su tiempo en la universidad”. En junio, se prepara para el diaconado y es ordenado sacerdote el 29 de septiembre. En el mes de agosto de 1835, durante la epidemia de cólera que hizo estragos en Aix y en Marsella, el padre Aubert es enviado a Notre-Dame du Laus con los novicios y algunos escolásticos. Se quedará allí hasta el verano de 1836. Mons. de Mazenod confiaba en él. Escribe el 3 de enero de 1836: “He mandado a Laus entre otros al joven padre Reinaud, quien me era demasiado penoso ver vegetando, con la savia que podría aportar si la planta estuviera cuidada. No le he ocultado mi intención” (Letters to the Oblates of France, 1831-1836, Oblate Writings I, vol. 8, no. 554, p. 207). Añadió el 13 de junio siguiente: “El homenaje que me ofreces sobre el talento naciente del padre Renoid me agrada… Me regocijo del éxito en potencia que serán útiles a la Congregación a la cual debe su existencia” (Letters to the Oblates of France, 1831-1836, Oblate Writings I, vol. 8, no. 577, p. 238). Le permite también ir a ver a su familia “ob duritiam cordis [por la dureza de su corazón]”.

El padre Reinaud recibe a continuación obediencia para el Seminario Mayor de Ajaccio, donde enseña Dogma de 1836 a 1838. El 4 de abril de 1837, escribe al Fundador. Está contento de constatar las bendiciones de Dios sobre la obra de la regeneración del clero corso y añade: “No ignoro en absoluto lo que los insidiosos calumniadores han podido inventar para hacerme perder su estima, su amistad… Me contentaría con mostrar con mi conducta lo que soy real y efectivamente, es decir, miembro totalmente devoto de la familia, un hijo devoto del todo del que bien se podría decir mi padre”.

Lo que en realidad era pronto salió a la luz. En la primavera de 1837, Mons. Casanelli d’Istria solicitó al Fundador mandar un sustituto para tal profesor. En una carta de junio, el padre Guibert “desvela el fondo gangrenado del padre Reinaud” (Journal Mazenod, 8 de junio). Sobre todo el padre Moreau, que sustituía al padre Guibert a menudo ausente, no deja de quejarse del padre Reinaud, quien durante el verano de 1837 se puso a viajar por la isla, ir de pesca, hizo también una visita al Prefecto de Córcega sin conocimiento del superior, etc. Las acusaciones se vuelven cada vez más serias en la primavera de 1838. En mayo, el padre Moreau solicita a Mons. de Mazenod llamar a Marsella a tal padre: “[Desearía darle noticias consoladoras] respecto a él, pero se necesitaría un milagro para ello y Dios no lo hará porque el orgullo del sujeto es demasiado grande. Es siempre la misma cuestión, la misma insubordinación. Es algo calculado por su parte… Busca siempre hacerse seguidores en el seminario y amigos en la ciudad con el fin de que si es llamado al continente, su marcha provoque mucho ruido… Monseñor, no deseo hacer de profeta, pero creo bastante que este hermano no nos causará inquitudes si Ud. no se apresura en librarnos de él, lo más astutamente posible, dado que el año escolar está para acabar…” En su diario, el 25 de mayo, el Fundador copia un fragmento de dicha carta y hace el siguiente comentario: “¿Que podría esperarse de un sujeto que no ha dejado de ir por este camino después que nos arrancara las santas órdenes?. Desde entonces no ha sido más hombre de la Congregación. Es una perversidad precoz que trae ahora sus frutos. Que Dios aparte los efectos finales”.

El padre es llamado a Marsella y solicita inmediatamente la dispensa de sus votos para ayudar a su familia. La reacción del fundador es también viva. Escribe en su diario el 18 de julio: “No, jamás esta idea horrible de romper los lazos sagrados, contraídos usque ad mortem y sellados por un temible juramento, debió entrar en el pensamiento de un hombre que cumple con sus obligaciones. Más aún, Reinaud hará lo que quiere, pero le he expresado bien que el perjurio me ha causado demasiado horror y la apostasía ha sido demasiado horrible como para que quiera cooperar con mi adhesión, aunque los pretextos y los falsos paliativos estuvieran aún más adornados que en el caso presente”.

El 20 de julio, con “sentimientos bien diferentes”, el padre Reinaud vuelve a ver al prelado. Protesta por “el propósito en que se encuentra de cumplir lo mejor posible todos sus deberes”. Obtiene, sin embargo, lo que deseaba: 600 francos por año como pensión para su madre, internada en las hermanas de Saint-Charles, en Lyon. “Qué enorme carga para la Congregación –anota el Fundador el 6 de octubre-. Así es como se sacrifica por sus miembros, que no son siempre agradecidos y, a menudo, poco juiciosos”.

El padre Reinadu permaneció siempre en Marsella, bajo la mirada del obispo y del padre Tempier. Enseña Dogma en el Seminario Mayor durante cuatro años académicos (de 1838 a 1842) y es igualmente capellán de prisiones. Durante el verano de 1839, acompaña a los escolásticos a Notre-Dame de Lumières y es su director “ya sea en los estudios o en lo espiritual”.

Durante la reunión del Consejo General, el 9 de junio de 1844, no se sabe en qué circunstancias, es expulsado de la Congregación y dispensado de sus votos. Poco después de que fuera a Ceilán, a fines de 1847, el padre Semeria se encuentra con el abate Reinaud, que invita a los oblatos a trabajar con él en Kandy. El Fundador aconseja al superior mantener buenas relaciones con él, pero guardar prudencia: “Es evidente –escribe- que este pobre niño, que marchó de aquí con la manía de alcanzar el episcopado, se servirá gustosamente de nosotros como un peldaño para conseguirlo” (Letters to Ceylon and Africa, 1837-1842, Oblate Writings I, vol. 4, no. 2, p. 4).

En efecto, el abate Reinaud envía una memoria a la Propaganda en 1848 y va a Europa en 1849. Propone a la Propaganda formar tres vicariatos en Ceilán y confiar el de Kandy a los oblatos. Esto es lo que dijo a Mons. de Mazenod, que le ofreció su hospitalidad en el obispado. No osa revelar todo su plan al obispo, pero va a encontrarse con el padre Casimir Aubert en Inglaterra y le deja entender que está dispuesto a entrar en la Congregación si se convierte en obispo de Kandy y el vicariato es confiado a los oblatos. Espera que Mons. de Mazenod apoye este proyecto en Roma. Éste cuenta todos los detalles al padre Semeria en 1849, y le anuncia, el 10 de noviembre, que el Papa no ha creado más que dos vicariatos. Decepcionado, el abate Reinaud, regresa a Kandy, que permanece bajo la jurisdicción del Vicariato de Colombo.

En 1852, el padre Semeria espera enviar algunos oblatos a la región de Kandy. El Fundador le recuerda, el 21 de enero, que mantenga las buenas relaciones con Reinaud, pero sin olvidar “que es un gran compadre que piensa sobre todo en sus propios intereses” (Letters to Ceylon and Africa, 1847-1860 , Oblate Writings I, vol. 4, no. 72, p. 95).

Yvon Beaudoin, o.m.i.