Eugenio conoció durante su vida numerosos regímenes políticos, en concreto dos repúblicas.

La Primera República fue proclamada el 21 de septiembre de 1792 y durará hasta el 28 de mayo de 1804, cuando fue sustituida por el Imperio de Napoleón. Eugenio habla poco de ella, pero sufrirá sus consecuencias. Durante este período fue cuando la Revolución Francesa se mostró violenta. Comienza pacíficamente con el fin de sustituir una sociedad basada en los privilegios por una sociedad donde la legalidad de todos sea la ley común.

El 4 de agosto de 1789, los privilegios feudales fueron suprimidos por la Asamblea Nacional. Ésta proclama la Declaración de Derechos del Hombre el 26 de agosto. El Parlamento de Aix, como todos los demás, fue suprimido por un decreto del 7 de septiembre de 1790; lo mismo le sucedió al Tribunal de Cuentas el 4 julio de 1791.

Un movimiento contrarrevolucionario comenzó en Aix, contra el que se formaron clubes agresivos que defendían la Revolución. En diciembre de 1790, surgen disturbios, las bandas querían apresar a algunos aristócratas, algunos de los cuales fueron colgados en el Cours, frente al “hôtel” [mansión] de los Mazenod. Fue entonces cuando, hacia el 13 de diciembre de 1790, vestido de cazador, el Presidente de Mazenod marchó a Niza, desde donde llamará a Eugenio en febrero de 1791.

El 12 de julio de 1790 igualmente fue decretado la Constitución Civil del Clero, sancionada por el rey el 24 de agosto. Por decreto del 27 de septiembre de 1790, los nuevos obispos, nombrados por una asamblea de ciudadanos activos, en adelante no debían solicitar la institución canónica al Papa, sino al arzobispo. Además, los obispos, párrocos y funcionarios públicos debían prestar juramento a la Constitución. El clero se divide entonces entre juramentados y no juramentados o refractarios. El 10 de marzo de 1791, el Papa Pío VI condena la Constitución Civil del Clero. Como consecuencia de tales sucesos, los no juramentados fueron perseguidos y muchos de ellos debieron abandonar el país, se cerraron las iglesias y comenzó una descristianización sistemática. Carlos Augusto Andrés de Mazenod, Vicario General de Marsella, y Fortuné, Vicario General de Aix, tío-abuelo y tío de Eugenio, respectivamente, ambos refractarios, abandonan la Provenza en septiembre de 1792 para reunirse con su familia en Turín. Durante la Primera República, Eugenio permaneció siempre en Italia. Habla poco de ella, pero menciona a menudo a Napoleón.

En sus escritos de 1848-1852 aparece bastante la cuestión de la Segunda República, que se inició el 24 de febrero de 1848, tras la caída de Luis Felipe, y que llegó a su fin el 2 de diciembre de 1852, cuando Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón I, fue proclamado Emperador.

Ni la monarquía constitucional de 1814-1830 ni la de Luis Felipe satisficieron lo bastante al pueblo, que no tenía parte alguna en el poder. Se quería una reforma electoral que Luis Felipe rechazaba. Tras unos disturbios el 24 de febrero de 1848, Luis Felipe se retira a Inglaterra, proclamándose la República. Un gobierno provisional decide que la nueva Asamblea y el Presidente de la República serán elegidos por sufragio universal. El príncipe Luis Napoleón Bonaparte es elegido Presidente el 10 de diciembre de 1848. Este cambio de poder asustó a la burguesía. El comercio disminuía y las fábricas cerraban sus puertas. Pronto hay muchos obreros sin trabajo y gran pobreza. Los obreros se revolucionarán en junio. El general Cavaignac consigue vencer a los insurgente pero hubo, sobre todo en París y en Marsella, numerosas víctimas y deportaciones.

La Asamblea Legislativa estaba compuesta en su mayoría por realistas y no se entendía con el presidente. Con el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851, Luis Napoleón anuncia la disolución de la cámara. Los días 20 y 21 de diciembre, por un plebiscito, el país aprueba tal acto y lo elige nuevo Presidente por un período de dos años. El 14 de enero de 1852, una nueva Constitución atribuía al Presidente de la República un poder casi absoluto. Menos de un año después, se restablece el Imperio. Por un nuevo plebiscito, los días 21 y 22 de noviembre, Luis Napoleón es proclamado Emperador y escoge el nombre de Napoleón III (el 2 de diciembre de 1852).

En su Diario, Mons. de Mazenod anota a comienzos de marzo de 1848 la llegada a Marsella de Émile Ollivier, comisario del gobierno provisional, buen cristiano y bastante favorable a la Iglesia. Casi de inmediato, el obispo lo reconoce y le hace una visita. Sin entusiasmo, Mons. de Mazenod participa en la plantación de un árbol de la libertad el 9 de abril y de una cena popular al aire libre el día 16. Escribe con tal ocasión: “Parece que nos hemos dicho, en esta revolución, de rendir homenaje a la religión y a sus ministros; es una razón suficiente para plegarse a ciertas exigencias que presentan un lado bueno, y que se muestran algo extrañas por otro lado”. Mons. de Mazenod cuenta en su Diario el curso de los acontecimientos: elecciones el 23 de abril, alzamiento de los obreros los días 22 y 23 de junio, misa por los muertos el 1 de julio, partida de Émie Ollivier el 18 de julio, proclamación de la constitución republicana el 20 de noviembre, elección del presidente de la República el 10 de diciembre de 1848. En su correspondencia con Mons. Semeria y con el presidente de la obra de la Propagación de la fe, Mons. de Mazenod hizo muchas veces alusión a la crisis financiera de 1848, a la disminución de los ingresos de la obra y a la imposibilidad de pagar el viaje a Ceilán a los nuevos misioneros (Écrits oblats I, t. 4, p. 16, t. 5, p. 209-213).

El 24 de febrero de 1849, a petición de la Asamblea Nacional, se mandó hacer un “servicio de acción de gracias en honor a la proclamación de la república” el año anterior. Con ocasión de las elecciones del 20 y 21 de diciembre de 1851, se invita al clero y a los fieles a no abstenerse y a prestar su apoyo “al poder encargado de defendernos” (carta del 20 de diciembre de 1851, en el “Courier de Marseille”). El 29 de diciembre siguiente, asegura al Ministro de Cultos que “el gobierno puede contar con el concurso de la Iglesia”. El 1 de enero de 1852, escribe al presidente Luis Napoleón que, según su deseo, durante una ceremonia religiosa en la catedral, se han invocado las bendiciones celestiales sobre la Francia y sobre “su gran misión”. Por un mandato del 6 de enero de 1852, ordena el canto de un Te Deum en todas las iglesias para el domingo 11 de enero, “con ocasión de la proclamación del presidente de la República”.

Durante su viaje por el Mediodía, a fin de preparar el establecimiento del Imperio, Luis Napoleón es solemnemente recibido en Marsella a finales de septiembre. Anuncia entonces que aprovechará su estancia para poner la primera piedra de la futura catedral y que un crédito de 2.500.000 de francos, abierto por orden suya, permitirá comenzar inmediatamente los trabajos. Esto llegó al corazón de Mons. de Mazenod, quien, ya desde 1837 venía hablando de tal proyecto. Sin embargo, no intervino en favor de la restauración del Imperio en el plebiscito de los días 21 y 22 de noviembre de 1852. Tras la proclamación del Imperio, escribe una carta pastoral en la que habla simplemente de las gozosas consecuencias que prevé para la religión.

Durante la Segunda República, las relaciones de Mons. de Mazenod con las autoridades políticas de París fueron, pues, confiadas y cordiales, lo mismo que con el Sr. Chantérac, alcalde de Marsella de 1849 a 1854, y con el vizconde de Suleau, prefecto de las Bocas del Ródano de 1849 a 1853.

Yvon Beaudoin, o.m.i.