1. Los Mazenod bajo la Restauración.

Por “Restauración” se entiende el período de la historia de Francia que sigue al Imperio de Napoleón, en el que se produce de nuevo el reinado de los borbones de 1814 a 1830: Luis XVIII (1765-1824) y Carlos X (1757-1836).

El mismo día de la abdicación de Napoleón, el 6 de abril de 1814, el Senado llama al trono al conde de Provenza que tomará el nombre de Luis XVIII. Reina durante un año (primero de la Restauración). En efecto, al regreso de Napoleón (mayo-junio de 1815, los Cien Días), el rey se marcha a Bélgica. Una nueva alianza europea obliga a Napoleón a abdicar de nuevo. Tras el exilio de Napoleón a la Isla de Santa Elena, Luis XVIII regresa a París el 8 de julio. La caída de Napoleón, tras Waterloo, fue el detonante de una viva reacción realista que se llamó “Terror Blanco”. En el Mediodía, los antiguos revolucionarios y los colaboradores de Napoleón fueron buscados por las turbas y llevados a la muerte. Luis XVIII reinará hasta su muerte, acaecida el 16 de septiembre de 1824. Como en otras diócesis, los Mazenod, por medio de cartas y mandatos, solicitan a los párrocos oraciones por el rey en su enfermedad y muerte, y, más tarde, un oficio anual en el aniversario.

El conde de Artois, hermano de Luis XVIII, le sucede con el nombre de Carlos X. Durante su reinado, los liberales logran mayor influencia. En 1829-1829, el primer ministro Martignac, para contentar a la izquierda y a los liberales, les hace concesiones en detrimento de la Iglesia. Nombra un laico al frente de la Universidad, prohíbe las congregaciones, sobre todo a los jesuitas, enseñar, limita a 20.000 el número de alumnos en los seminarios menores, etc..

En 1830, los ministros del rey no llegan a un entendimiento con la cámara de diputados acerca de las nuevas leyes. Carlos X quiso imponer su voluntad publicando cuatro ordenanzas sobre la prensa y las elecciones. El pueblo se subleva. Carlos X ha de abdicar en la Revolución de los días 27, 28 y 29 de julio de 1830, retirándose a Inglaterra (fin de la Segunda Restauración). Se confía entonces el gobierno al Duque de Orleans, que reinará con el nombre de Luis Felipe.

Los Mazenod bajo la Restauración.

El padre de Mazenod raramente usaba la palabra Restauración, aunque menciona con frecuencia a los reyes Luis XVIII y Carlos X. Se escribe con los ministros y se encuentra con algunos de ellos en sus viajes a París de 1817, 1823 y 1825. Él y los demás de Mazenod acogerán con alegría el regreso de los borbones en 1814. El Presidente Carlos Antonio envía al rey un acto de homenaje y su juramento de fidelidad. Durante los Cien Días, Eugenio se distingue por una hostilidad fogosa hacia el régimen de Napoleón. Escribe a su padre el 7 de julio de 1815: “He sido el realista más intrepido de la ciudad que habito y habrán pocos en Francia que puedan disputarmelo”.

El padre de Mazenod, sin embargo, se mantuvo a distancia de la política y se aplicó a la obra de la regeneración espiritual. Su asociación de la juventud tomó el nombre de Congregación de la Juventud Cristiana de Aix y se mostró en público. Con el beneplácito de los vicarios generales, funda los Misioneros de Provenza. Desde 1816, Mons. Guigou, Vicario General, solicita, sin éxito, la aprobación real de la sociedad. Ante la oposición de los párrocos de Aix, el padre de Mazenod fue a París, donde estuvo desde el 17 de julio hasta finales de noviembre de 1817. Vió a Lainé, ministro de Interior, que no pudo acordar una aprobación real, aunque autorizaba a los Misioneros de Provenza a continuar sus actividades. El Fundador vio igualmente al cardenal Talleyrand-Périgord, Capellán Mayor, y a Mons. de Latil, Capellán del Conde de Artois, hermano del rey. Consigue el nombramiento de su tío, Fortuné de Mazenod, como obispo de Marsella. Tal nombramiento decide a los Mazenod a regresar a Francia, a donde llegan el 27 de diciembre de 1817. En París, el padre de Mazenod no solicita nada para sí mismo y, para evitar toda solicitud, evita encontrarse con viejos amigos de Sicilia, tales como los sobrinos del cardenal de Talleyrand y del duque de Berry, hijo del futuro rey Carlos X (Diario Mazenod, 31 de agosto de 1847).

En París, desde el 15 de febrero hasta comienzos de agosto de 1823, para la ordenación episcopal de Mons. Fortuné en Issy, que tuvo lugar el 6 de julio, los Mazenod no fueron nunca recibidos por el rey. Hicieron aún un viaje a París del 9 de mayo al 31 de julio de 1825 para asistir el 29 de mayo a la coronación del rey Carlos X en Reims. El padre de Mazenod escribió de esta ciudad al padre Tempier el 27 de mayo: “Al recorrer estos bellos aposentos, estos pórticos soberbios, la misma iglesia, que parece haber cambiado momentáneamente de objeto, no siendo ya la casa de Dios, sino el templo suntuoso de la vanidad, me complazco interiormente de desafiar al mundo a hacer algo más magnífico, más deslumbrante. ¡Y bien!, dije, estás acabado; imposible ir más allá; sabe que de ninguna forma podrás satisfacer más el menor de mis afectos, llenar el más pequeño recoveco de mi corazón. Mis reflexiones me llevaron muy lejos al considerar a los hombres que se atropellan aquí y, sin salir de nuestra casta, ¡qué pena ver tanta vanidad!” (Oblate Writings, vol. 6, no. 179, p. 171). El 17 de julio, los Mazenod fueron recibidos por el rey en Saint-Cloud.

Los Mazenod hablaron a menudo del rey en su correspondencia y en su viva oposición a las Ordenanzas de 1828, la del 21 de abril, que quitaba a los obispos la vigilancia y la dirección de las escuelas primarias, y la del 16 de junio sobre las escuelas secundarias, que prohibía la enseñanza a los miembros de congregaciones, limitaba el número de alumnos en los seminarios menores y fijaba un reglamento incompatible con los derechos de los obispos. Jean Leflon escribió a propósito de este asunto que la fuerza liberal no inquietaba en menor medida a Mons. Fortuné de Mazenod que al alcalde de Marsella y al prefecto de las Bocas del Ródano y, añadimos, a su sobrino Eugenio. “La campaña lanzada contra la Iglesia le parecía, como a ellos, apuntar indirectamente al trono. Su deber de obispo le obligaba defender a la primera; sus convicciones íntimas le comprometían igualmente a salvar ésta, a sostener la monarquía legítima, sin la cual no podía subsistir la religión en Francia. No fallará en emprender esta tarea y, con ardor juvenil, se lanzará en 1828 a la batalla de las Ordenanzas, que ponía en cuestión, en el terreno educativo, las posiciones reconquistadas por el clero desde 1814” (LEFLON, Jean, Eugène de Mazenod, t. II, p. 305).

Yvon Beaudoin, o.m.i.