Joseph Marie Timon-David nació en Marsella el 29 de enero de 1823. Hizo sus estudios secundarios en el colegio jesuita de Friburgo y seminario mayor con los sulpicianos en París. Ordenado sacerdote el 28 de junio de 1846, dedicó su vida a la santificación de los jóvenes obreros. Trabaja un año con la Obra de la Juventud de La Loubière con el Abate Julien y más tarde con la Obra de la Juventud del Sr. Allemand, que trabajaba con la pequeña burguesía. En 1849 se separa para fundar una obra destinada a los jóvenes obreros.

Mons. de Mazenod le apoya sin reservas y el 20 de de noviembre de 1852 erige canónicamente esta obra y una comunidad a prueba bajo el nombre de Congregación del Sagrado Corazón de Jesús. Consideraba al Abate Timon-David como el mejor de los directores de las obras de su diócesis junto con el Abate Fissiaux. Le escribe unas diez cartas; le recibe con frecuencia en el obispado y le gustaba visitar su obra, situada en la calle Orán. Le convoca al sínodo diocesano de 1856, hace la consagración de la capilla de la obra en 1857 y ese mismo año lo nombra canónigo.

Joseph Timon-David escribe numerosas obras. En algunas menciona a Mons. de Mazenod, a quien consideraba como fundador de su sociedad. Por obediencia a un obispo que invitaba a los párrocos y a sus vicarios a llevar una vida común, junto con los abates Brunello y Guiol hace voto de vivir en común para santificar a la juventud. Entre sus escritos, el Abate Timon-David dejó uno que no fue publicado, con el título: «Les douleurs d’un Fondateur d’œuvres» (“Los dolores de un Fundador de obras”). El tercer dolor le vino del obispado y de los cuatro obispos que conoció desde su ordenación sacerdotal hasta su muerte el 10 de abril de 1891. Entre otras cosas habla del mal genio de Mons. de Mazenod y dice que era “execrado por su clero” pero que él lo amaba y lo apreciaba mucho. Iba a verle a menudo, incluso durante la enfermedad final del prelado. Sobre ello escribió en los Annales de l’Oeuvre (vol. III, p. 82-83): unos días después que hubo recibido los últimos sacramentos, “fui hasta su cama y me arrodillé a su lado sin decir palabra. Él abrió los ojos; su mano me acercó a sí, mientras me decía las más tiernas palabras. Mons. Guibert quiso hacerme salir, pues esto le fatigaba, pero él me retuvo fuertemente, siempre arrodillado a su lado, mi cabeza sobre su pecho. «Monseñor -dijo al obispo- él ha edificado una capilla que es una catedral y que yo he consagrado. Ha fundado una obra admirable. Quiero que vaya a verla». El 20 de mayo por la tarde yo estaba aún junto a él, pero él permanecía inmóvil y puede que inconsciente. Yo salgo, el corazón afligido, derramando abundantes lágrimas. Un asunto me obliga a ir y pernoctar en La Viste y al día siguiente, al levantarme, el viento del Mediodía me trae el tañido que emitía la campana de Notre-Dame de la Garde. Ello fue una tragedia para nosotros. Perdimos a nuestro amigo, a nuestro protector, a nuestro padre; lo único que sentimos de su superioridad fueron sus beneficios”.

Yvon Beaudoin, o.m.i.