Nacimiento en: Malaucène, Vaucluse, Septiembre 22, 1825.
Toma de hábito en: N.-D. de l’Osier, Septiembre 1, 1847.
Oblación en: Marseilles, Septiembre 3, 1848 (N. 209).
Ordenación sacerdotal en: Marsella, Septiembre 23, 1848.
Muerte en: en el mar, Golfo de México, Agosto 10, 1856.

 

Juan Mauricio Casimiro Verdet nació en Malaucène, diócesis de Avignon, el 22 de septiembre de 1825. Estudió teología en el seminario mayor de Avignon. Al iniciar sus estudios en el seminario deseaba ir a las misiones extranjeras, razón por la cual quería unirse a la Sociedad del Sagrado Corazón de María, pero su obispo se opuso a la idea. Posteriormente conoció al Padre Leonardo Baveux, OMI y quiso convertirse en Oblato. Gracias la intervención del Obispo de Mazenod, obtuvo el permiso de su obispo e ingresó al noviciado en Notre-Dame de l’Osier el 1° de septiembre de 1847. En marzo de 1848, el Padre Jacobo Santoni informó al Obispo de Mazenod, que el escolástico Verdet era “un joven de fuerte devoción; piadoso, muy racional y con tal seriedad que podría pasar por alguien de 50 años”. Su opinión sin embargo, fue que su celo “es algo exagerado” y debido a la debilidad de su laringe, desea continúe su noviciado en Marsella, donde hizo su profesión el 3 de septiembre de 1848 y fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre.

Fue profesor en el seminario mayor en Ajaccio en 1848-1849. El Padre Juan José Magnan, superior, escribió al Obispo de Mazenod el 7 de noviembre, diciendo que “el Padre Verdet confirma todo lo bueno que su Excelencia me ha comentado sobre él. Tiene tanta regularidad como el Padre Pont, aunque sin la misma actitud empecinada… Comenzó sus clases en Sagrada Escritura y además, mientras aguardamos la aprobación de su parte, trabaja como tesorero”. En diciembre, el Padre Magnan añadió: “El mejor que tengo, desde el punto de vista eclesiástico y de virtudes religiosas, es el Padre Verdet: de buen juicio, no exagerado, de temperamento tranquilo, afortunadamente tomando la Regla con más seriedad que sus compañeros, a la que ha jurado obediencia y no ser una molestia para nadie”. Sin embargo, el Padre Magnan lamenta que la salud del Padre Verdet no sea buena; tiene que enviarlo a Vico para descansar por un mes. El Padre Verdet estuvo en Notre-Dame de Bon Secours en 1850-1851. A principios de 1852 el Obispo de Mazenod tomó la decisión de enviar seis sacerdotes y un Hermano a Texas, nombrando al Padre Verdet como superior de la misión. En septiembre le escribió reprochándole haber asignado a todos sus compañeros al colegio en  Galveston. “¿Cómo es que se encuentran en Galveston, cuando la mitad de ustedes estaban destinados a las misiones… Debemos aclarar muy bien que la enseñanza no es la misión de nuestra Congregación, como los Jesuitas. Hemos instituido dar misiones, etc.”

A principios de 1853, el Padre Juan María Baudrand fue nombrado superior del colegio en  Galveston y el Padre Verdet fue superior y maestro de novicios en Brownsville, donde comenzó la construcción de una iglesia. Debido a su mala salud, en la reunión del Consejo General del 17 de agosto de 1856, se sugirió que fuera nombrado superior en Plattsburgh o en Burlington, reemplazado por el Padre Agustín Gaudet. Sin embargo, para entonces el Padre Verdet ya había fallecido, el 10 de agosto. Había salido de Brownsville a New Orleans con la intención de retirar los fondos enviados por la Sociedad para la Propagación de la Fe para comprar la madera necesaria para la construcción de la iglesia y había logrado conseguir un pasaje gratuito en el barco llamado Nautilus que pasaba por Galveston. Tuvo tiempo para visitar a los sacerdotes del lugar, pero se encontraba bastante enfermo. Continuando el viaje hacia New Orleans el buque quedó atrapado en una fuerte tormenta en el Golfo de México y se hundió, perdiéndose todos a bordo.

El Padre Étienne Vignolle informó de la tragedia al Obispo de Mazenod en una carta del 26 de agosto, añadiendo: “Hemos sufrido una gran pérdida con la muerte del Padre Verdet. Los reportes que hemos recibido, ya sea por escrito o verbalmente, me hacen apreciar el tesoro que la Congregación tenía en él…” Algunos días después el Padre Rigomer Olivier añadió: “¡Oh, qué golpe tan terrible! … Me sería imposible, mi querido padre, describir la tristeza que las noticias han ocasionado entre nosotros, no solo en los corazones de nuestros católicos, sino también en los protestantes y los más impíos que tenemos aquí. Todos han rendido un auténtico tributo a las virtudes y méritos del Padre Verdet. Al día siguiente celebramos un servicio solemne por el descanso de su alma, en el que los Padres de  Matamoros estuvieron presentes y con una extraordinaria afluencia de personas…”

El Obispo de Mazenod hizo mención de su fallecimiento en varias cartas a los Oblatos. Entre otras, escribió al Obispo Guigues el 27 de noviembre de 1856: “¡Qué terrible tragedia ésta que nos ha dejado sin el Padre Verdet, un miembro tan excelente! Tales pérdidas son irremediables. Debemos reconocer al mirar la lista de nuestros fallecidos, que el buen Señor pone a prueba de forma cruel nuestra confianza y por otro lado vemos tantos apóstatas. Nos deja sin estos excelentes miembros, mientras que los otros gozan de excelente salud. No es una observación que me permita para quejarme ante la Divina Providencia, quien recompensa a sus elegidos como desee. Es simplemente un lamento de dolor expresado ante la pérdida de nuestros miembros y la expresión de mi desaliento al no poder responder a la carga que el Señor coloca sobre nuestros hombros”.

Yvon Beaudoin, o.m.i.