El Obispo CARLOS JOSÉ EUGENIO DE MAZENOD  nació en Aix-en-Provence, Francia, el 1 de Agosto de 1782, en una familia de la baja nobleza. Cuando Eugenio tenía ocho años de edad, su familia huyó de Francia durante los tumultos de la Revolución Francesa.

Dejando todas sus posesiones, la familia Mazenod comenzó un exilio que duró once años. Como refugiados políticos viajaron por diferentes ciudades en Italia. Por un corto periodo de tiempo Eugenio estudió en el Colegio de Nobles de Turín; la huida a Venecia supuso el final de su escolaridad formal. Don Bartollo Zinelli, un sacerdote inspirado por San Ignacio de Loyola que vivía cerca, tomó en sus manos la educación del joven emigrante francés. Le proporcionó una educación con un perdurable sentido de Dios. Los de Mazenod fueron luego a Nápoles y finalmente a Palermo donde, gracias a la amabilidad del Duque y la Duquesa de Cannizzaro, Eugenio tuvo su primera ocasión de gustar la vida de un noble.

Cuando Eugenio pudo regresar a su patria en 1802, Francia era distinta del mundo que había dejado. Viendo poco futuro real para sí mismo cae en depresión. Al mismo tiempo, fue profundamente afectado por la desastrosa situación de la Iglesia de Francia que había sido diezmada por la revolución. El llamado al presbiterado comenzó a manifestarse. Eugenio entró en el seminario de San Sulpicio en París y el 21 de diciembre de 1811 fue ordenado presbítero en Amiens.

Regresando a Aix-en-Provence no tomó ninguna responsabilidad parroquial, sino que comenzó a ejercer su ministerio cuidando las verdaderas necesidades espirituales: prisioneros, jóvenes, siervos, campesinos. Al inicio de 1816 buscó otros sacerdotes igualmente celosos que fueron preparados para dejar las vetustas y anticuadas estructuras. Eugenio y sus hombres predicaron en provenzal, el idioma de la gente común, y no en el “educado” francés. De un pueblo a otro fueron enseñando al nivel de la gente y dedicando horas en el confesionario. Entre una misión parroquial y otra, el grupo se reunía en una intensa vida comunitaria de oración, estudio y compañerismo.

Al principio se autodenominaron los “Misioneros de Provenza”. El 17 de febrero de 1826 el Papa León XII aprobó la nueva Congregación como “Misioneros Oblatos de María Inmaculada”. Además de sus crecientes labores apostólicas, tales como predicación, trabajo con la juventud, cuidado de santuarios, capellanía de prisiones, confesiones y la dirección de seminarios, Eugenio insistió en tener una profunda formación espiritual y una estrecha vida comunitaria.

Desde 1823 en adelante Eugenio fue Vicario general de la Diócesis de Marsella. En 1832 fue nombrado Obispo auxiliar. Cinco años más tarde fue nombrado Obispo de la Sede de Marsella, al mismo tiempo que continuaba siendo el Superior General de la creciente congregación Oblata. Sus hombres se aventuraron a ir a Inglaterra, Irlanda, Canadá, Estados Unidos, Sri Lanka y Sudáfrica. Exploraron tierras desconocidas, establecieron nuevas diócesis y de multitud de formas “lo intentaron todo para dilatar el Reino de Cristo”.

Como Obispo Eugenio fue un excepcional pastor de la Iglesia de Marsella: aseguró la formación de los presbíteros en el seminario, estableció nuevas parroquias, construyó la catedral de la ciudad y el espectacular santuario de Nuestra Señora de la Guardia que domina la ciudad, animó la vida de santidad de sus presbíteros, introdujo muchas Congregaciones religiosas para trabajar en la diócesis.

Eugenio de Mazenod falleció el 21 de Mayo de 1861 a la edad de 79 años. En su lecho de muerte dejó su testamento a los Oblatos: “Practiquen entre ustedes la caridad, la caridad, la caridad y fuera el celo por las almas”.