INDIA

Varam Anthonyswamy OMI
Provincia de San Eugenio, India

La segunda ola mortal de la Covid-19 ha arrasado grandes ciudades como Delhi, Mumbai, Lucknow, Pune, Chennai y Bangalore. Hospitales y crematorios se han quedado pequeños, sin espacio, y ya se celebran funerales en los parques y plazas públicas. Pero la pandemia también ha golpeado con dureza muchas ciudades más pequeñas, ciudades y pueblos, de cuya devastación tenemos menos noticias.

La gente se pasaba horas tratando de llevar a parientes y familiares de un hospital a otro en autos o bicicletas, ya que se ha hecho imposible conseguir una ambulancia u otro vehículo similar. Y una vez llegan a los hospitales, la administración del mismo se lava las manos diciendo que no hay camas disponibles, que hay pocos ventiladores, que se agotaron los medicamentos, o si éstos aún quedan, que su precio se ha disparado y son demasiados caros para una familia de clase media. Así las cosas, la gente deja todo en manos del destino y vuelve a casa dejando los pacientes en los pasillos o en cualquier hueco que quede libre en el hospital.

Los hospitales, cuando no encuentran un lugar para pacientes con el virus, te envían de regreso a casa para que te cuides tú mismo con prescripciones para que tú mismo compres las medicinas. Pero cuando la gente va a la farmacia a comprarlas, se dan cuenta de que son muy caras (una familia de clase media no puede permitírselas) o de que ya ni siquiera quedan disponibles.

Un hijo que llevó a su padre al hospital y que tuvo que regresar sin lograr para él una cama, gritaba en los informativos: “Le doy medicamentos en casa, pero no estoy seguro de que vaya a sobrevivir”. Nos dejan que muramos en las calles. Explica que varios hospitales privados incluso le “timaron” tomándole dinero para hacer varios análisis para luego decirle que se llevara a su padre porque no tenían camas. “No soy rico. Le he dado todo lo que tengo al conductor para que llevara a mi padre a los hospitales. Ahora pediré un préstamo para traer una botella de oxígeno a casa.” Estas historias se han hecho familiares en Delhi, la ciudad más afectada de India, y en otras grandes metrópolis. Y ahora también pueden oírse en ciudades más pequeñas por todo el país.

Los Oblatos no se han librado de la infección de este virus letal.

Más aún, el gobierno ha decretado que la “inyección Remdesivir” sólo pueda ser vendida en los hospitales públicos. Los familiares tienen que hacer cola de pie durante horas, y a veces hasta días, sin comida ni bebida, algunos incluso fallecen por deshidratación, etc. Si pone las noticias en la India, verá que es una noticia recurrente, y si bien pudiera pasar lo mismo en otras partes del planeta, no deja de ser realmente desolador.

Los Oblatos no se han librado de la infección de este virus letal. Varios Oblatos de India han sido infectados, unos pocos se han recuperado con grandes dificultades, y algunos han sido tratados en casa con cuarentenas y medicamentos prescritos desde los hospitales. Otros pocos no han logrado encontrar camas. Cuando acudíamos a los hospitales católicos solicitando una cama, incluso a aquellos a los que los Oblatos visitábamos con frecuencia, nos respondían que no tenían camas, y es que los hospitales están llenos. Así que teníamos que esperar durante días para lograr un hueco en los hospitales. Al menos por ahora, el número de Oblatos seriamente infectados y hospitalizados asciende a 8, otros están en cuarentena. Varios estudiantes oblatos y hermanos están siendo tratados con medicamentos, con remedios “Ayurveda”, desde sus comunidades, ya que no hay ni camas ni recursos disponibles en reserva para nosotros después de la repentina y devastadora segunda ola de este virus mortal.

En la primera ola, los Oblatos volcaron sobre todo fuera de nuestras comunidades para ayudar a la gente afectada, pero ahora, en esta segunda ola, el esfuerzo se dirige tanto hacia fuera, -hacia las personas que luchan cada día por sobrevivir, física, psíquica, mental y médicamente,- como hacia dentro de nuestras comunidades que también necesitan ayuda. También nosotros, al igual que toda la gente de aquí, ponemos a los Oblatos y a todas las personas en las compasivas y misericordiosas manos de Dios Todopoderoso.