14 de septiembre, 2022

Nos reunimos como familia Oblata para celebrar, discernir, trabajar y compartir nuestra fe y espíritu misionero en la evangelización de los pobres.  Esta importante oportunidad para la vida y la misión de nuestra Congregación tiene lugar bajo el signo del Triunfo de la Santa Cruz.  Nuestro tema nos acompaña: “Peregrinos de esperanza en comunión”.

La Cruz está en el corazón de la peregrinación de conversión de toda la vida de Eugenio al convertirse en discípulo de Jesús.  En ese trascendental Viernes Santo, antes de la cruz, no solo experimentó las profundidades de su propia pecaminosidad, sino que, en ese mismo momento, lágrimas de alegría brotaron de su corazón al encontrarse con el amor incondicional de Dios.  Estaba inmerso en el misterio pascual: muerte y vida, pecado y gracia. Esto fue parte de un movimiento continuo en la vida de Eugenio, un viaje de conversión a la santidad.

El carisma Oblato, centrado en la Cruz, está íntimamente ligado a la Resurrección.  En su Prefacio, Eugenio nos llama a comprometernos constantemente a la conversión, moviéndonos como peregrinos hacia el encuentro definitivo en el corazón de la Santísima Trinidad.  La luz de la cruz ilumina esta peregrinación y engendra esperanza. Cuando los miro a ustedes, mis hermanas y hermanos, reunidos aquí para este Capítulo General, pienso en las preocupaciones que traen: la tragedia de la pandemia y sus efectos; situaciones de extrema pobreza, guerras y conflictos; situaciones de refugiados y migrantes; efectos de la crisis climática en sequías, inundaciones, hambrunas severas; y desastres naturales.  Nos enfrentamos a la persecución religiosa, política y social.  En muchos lugares, las sociedades y la Iglesia están divididas y polarizadas.  La Iglesia sufre escándalos, y la gente es indiferente, si no hostil, a ella.   En algunos lugares, la disminución de nuestra familia Oblata ha fomentado una atmósfera de que no tenemos futuro y nos estamos muriendo.

Repito lo que cité hace varios años de un pre novicio que declaró: “¡Nacimos para tiempos como este!”

Los Oblatos se distinguen por un solo signo, la Cruz.  En lo que parece ser un clima de muerte, proclamamos la Cruz de Jesús como el signo de la vida abundante y la esperanza radical, uniendo a todas las personas y reconciliándonos con Dios y entre nosotros.   Somos hombres, mujeres y jóvenes cuya esperanza está enraizada en la plenitud del misterio pascual.  El Espíritu Santo, el Señor y Dador de Vida, está verdaderamente trabajando entre nosotros para hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o imaginar (Efesios 3:20).

En este Capítulo General, con fidelidad creativa, renovaremos nuestra visión misionera.  Proclamemos vigorosamente nuestra fe en que la Trinidad está en el corazón del mundo y lo está transformando, incluso si no lo podemos ver claramente en la actualidad.  Dios viaja en medio de nosotros y nos sostiene.  Atraemos la esperanza recordando a Abram y Sara, sabiendo que los Tres Santos Peregrinos siempre vienen a nuestro encuentro. Dios está entre nosotros y con nosotros.  Podríamos estar inclinados a reír como Sara, y pensar que es imposible, pero la Cruz es un testimonio del poder liberador y transformador de Dios, que se vació a sí mismo y se convirtió en el camino hacia la salvación.

Las Tres Personas Santas revelan que Dios es una comunión de amor, siempre saliente para encontrar, ante todo, a los pobres y más abandonados.  Hechos a imagen y semejanza de Dios, nuestra misión es también tejer lazos de comunión, dando testimonio de la gloria y la belleza del amor preferencial de Dios por los más rechazados.

Que nuestro Capítulo dé un nuevo impulso a toda la familia Oblata para que camine como peregrinos con una profunda fe en las cosas que no se ven; con esperanza radical; y como artesanos de comunión, empezando por los pobres.  María Inmaculada, la Virgen Oblata, nos bendice con su sonrisa amorosa y ora para que seamos verdaderos hermanos y hermanas de su Hijo, Jesús.

¡Alabado sea Jesucristo y María Inmaculada!