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El 24 de agosto, el Superior General hizo una peregrinación a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.   

El Gobierno Central y los participantes de la sesión conjunta se unieron en acción de gracias a los Oblatos de la Provincia de México y a los Laicos Asociados para dirigirse como peregrinos hacia la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, donde el Padre General presidió la Eucaristía. 

Durante esta celebración se celebraron los 80 años de la continua presencia oblata en México. El Superior General invocó la intercesión maternal de nuestra Querida Madre sobre nuestra familia oblata en todo el mundo. Y consagró a toda la familia carismática oblata al Inmaculado Corazón de María.   He aquí la homilía predicada por el Superior General en esta ocasión.

Homilía del Superior general

24 de agosto de 2023. San Bartolomé, uno de nuestros primeros padres

Madre de Dios y Madre nuestra, Nuestra Señora de Guadalupe, venimos hoy ante ti caminando, peregrinos de esperanza en comunión. Llegamos hoy al cerro de Tepeyac y celebramos el misterio de amor de tu Hijo en esta basílica que custodia tu imagen. Caminamos con los Oblatos y laicos asociados de México que celebran los 80 años de su peregrinación misionera por tierras Mexicanas. Junto con ellos caminamos representantes de toda América Latina y de nuestra familia carismática del mundo entero. Venimos en nombre de muchos hombres y mujeres, laicos y consagrados, que sentimos en nuestro corazón palpitar con fuerza los consejos de nuestro Fundador, san Eugenio de Mazenod, que nos pedía tenerte siempre por madre y profesar hacia ti una tierna y sincera devoción. ¡Qué bella eres María, Virgen de Guadalupe, en tu figura impresa en la tilma que hoy veneramos!

Atraídos por esa belleza, queremos hoy consagrarte nuestra Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada y todos los miembros de nuestra familia carismática. Te consagramos nuestras obras y misiones, los ancianos y los jóvenes, los sanos y los enfermos, nuestras comunidades y familias y también todas las personas a las que servimos y de una forma más particular a los pobres y más vulnerables que nos honran permitiéndonos estar  su servicio. Te confiamos nuestros sufrimientos y alegrías de misioneros sabiendo que tú los convertirás en anuncio alegre del Evangelio. 

Virgen de Guadalupe, míranos con tus ojos misericordiosos y que en tus pupilas quede grabada cada una de nuestras personas, míranos y ayúdanos a siempre mejor servir a Dios y a su Reino, a servir y amar a los más pobres y vulnerables. Míranos y trasforma nuestra debilidad en fortaleza que se pone al servicio, nuestras cobardías en audacia misionera, nuestras tibiezas en fuego evangélico. Ayúdanos a intentarlo todo para anunciar a Cristo y su Reino a los más abandonados. Ayúdanos a dejarnos mirar por ti, a ser íntegros y veraces. Que tu mirada nos consuele, nos trasforme y nos anime a ser los cooperadores de tu Hijo y vivir nuestras vidas totalmente entregadas al plan de salvación para todos los hombres como tú mismo lo hiciste, discípula y misionera de tu Hijo Jesucristo.

Deja también que contemplemos tu imagen milagrosamente impresa en esta tilma que por los siglos anuncia tu mensaje, un mensaje de alegría para los pobres y sencillos, un mensaje de comunión entre los pueblos, un mensaje de esperanza. Al contemplar tus manos y tu tez morena acogemos el anuncio de esa nueva humanidad en la que todos los hombres de todas las razas y de todos los tiempos están llamados a participar en la comunión del Padre, el Hijo y el Espíritu. Comunión perfecta donde no se diluye la diversidad ni la identidad propia de cada uno. En ti vemos el modelo de la interculturalidad que da al mundo la esperanza de una humanidad nueva en la que sin renunciar a nuestras raíces, nos ponemos al servicio de una comunión que anticipa y anuncia la comunión definitiva en el seno del Padre. Tu tez morena es ya realidad cumplida de Buena Nueva que traspasa nuestros límites y fronteras y que anuncia la fraternidad universal que nosotros nos comprometemos a construir según el Evangelio.

En tus manos orantes nos acogemos: reza por nosotros y contigo ayúdanos a orar por toda la humanidad, Madre de Misericordia. Manos orantes que acogen y custodian la Palabra de Dios hasta hacerla carne y vida en nuestra historia. Manos orantes que son las manos de la joven trabajadora en la casa de Nazaret que sabe encontrar la presencia de Dios en todo y en todos. Al consagrarnos hoy a ti, Virgen de Guadalupe, ayúdanos a ser siempre contemplativos en la acción para acoger el Espíritu Santo y dejarnos guiar siempre por ÉL para poderle decir siempre Sí a Dios con una vida entregada en oblación, oblación que se renueva siempre en nuestro compromiso misionero.   

En tu vientre bendito está ya presente tu hijo que como Hijo de Dios brilla como luz nueva que ilumina nuestras noches. Una luz divina, Madre de Guadalupe, que tú llevas en tu seno para darlo al mundo del que solo Él es la esperanza. Tu Hijo Jesús brilla en tu seno y en tu peregrinar vas sembrando luz y alegría. Somos peregrinos con la Iglesia que camina sinodalmente y queremos ser nosotros aquellos que hacen memoria y prolongan tu caminar en esta tierra. Madre de la unidad misionera, camina siempre con nosotros, no nos sueltes de la mano. Que caminemos siempre en comunión con la Iglesia y con nuestros pastores, especialmente que caminemos en comunión con el papa. Como san Juan Diego enviado por ti al obispo, haz que sepamos ser sembradores de comunión en el Pueblo de Dios, caminando desde la humildad, trabajando por la paz, la reconciliación y la concordia, buscando sendas para caminar haciendo la unidad con todos los cristianos, peregrinando también en diálogo con los que siguen el camino en otras religiones, en diálogo con todos los hombres y mujeres de nuestras sociedades, construyendo juntos la fraternidad universal. ¡Ven con nosotros a caminar ya que tú estás aquí y eres madre de toda la humanidad!

Madre de la nueva creación, tu manto estelado nos invita a contemplar los cielos. Tu vestido nos habla de una creación en donde tantos pueblos originarios han visto la presencia divina. Danos la gracia de cuidar nuestra casa común y cuidar con ternura y respeto de todo lo creado. Que trabajemos por la justicia y la paz para recuperar esa harmonía que refleja tu imagen y de la que tú eres anuncio, poque en ti, Madre Inmaculada, Dios ha obrado ya la victoria definitiva sobre todo mal, sobre toda muerte, sobre todo pecado. Que anunciemos, de palabra y de obra, esa victoria divina sobre el mal abrazando contigo una vida sencilla inspirada por el Evangelio. Una vida inspirada en tu canto de alabanza a Dios, exaltando su misericordia y su justicia, eligiendo estar y servir a los humildes y pobres para anunciar la salvación que ya está amaneciendo.  

Tus cabellos sueltos, signo de virginidad y de integridad, nos ayuden a vivir con un corazón puro para ser bienaventurados y poder contemplar a Dios. Que vivamos la pobreza evangélica para anunciar el Reino y la obediencia de los que cooperan con tu Hijo, como tú lo hiciste al pie de la cruz ayudándole a cumplir la voluntad del Padre hasta el fin. Danos, María el don de la perseverancia haciendo que nuestros hermanos alcancen gozo y plenitud en su vida y su misión.

Santa María, virgen de Guadalupe: somos tus oblatos. Que tu tímida sonrisa nos fortalezca. Tú estás aquí y eres nuestra Madre, no dejes abandonados a tus hijos. Elígenos para que llevemos tu mensaje de alegría evangélica a los más pobres y haznos audaces ante todo peligro, danos  la fuerza de peregrinar creciendo en fe, esperanza y amor para poder ser esos santos misioneros que san Eugenio de Mazenod soñó, predicando la Buena nueva a los más abandonados y siendo peregrinos de esperanza en comunión. Que al abandonar tu santo templo tu imagen quede grabada en nuestros corazones para poder ser una prolongación de ti, María, en la Iglesia; ser María en la Misión, ser María cuidando de los más pobres y vulnerables como tú cuidaste a tu Hijo y nos cuidas hoy a nosotros con ternura. Gracias María por habernos traído hasta aquí para consagrarnos en cuerpo, alma y espíritu a ti, Virgen de Guadalupe. Te pedimos tu santa bendición y la de tu Hijo, que vive y Reina con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén

México, en la Basílica de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe
Luis Ignacio Rois Alonso, OMI
Superior General