Raymond Mwangala, OMI
Asistente general para la Misión

La esperanza no es simplemente optimismo. A veces, las cosas deben empeorar antes de que ocurra una verdadera transformación.

Al mirar hacia atrás en 2023, hay muchas razones para sentir desaliento: las guerras violentas entre Rusia y Ucrania, Israel y Palestina, la creciente brecha entre ricos y pobres, el número de migrantes que continúan muriendo en búsqueda de un futuro mejor, desastres naturales, entre otros. Sin embargo, nos negamos a sucumbir al desespero. Somos peregrinos de esperanza en comunión. ¿Cuál es la fuente de nuestra esperanza? (cf. 1Pe. 3:15) El Misterio Pascual.

En el Misterio Pascual, Dios revela que la vida prevalece en última instancia sobre la muerte, y el bien vence al mal. El sufrimiento, la muerte, la resurrección, la ascensión de Jesús y el envío del Espíritu Santo sirven como modelo para todos los cristianos. Así como Jesús experimentó estas pruebas, cada cristiano a lo largo de la historia también lo ha hecho. Aunque actualmente podamos soportar el sufrimiento y la pérdida, entendemos que estos no pueden tener la última palabra. Ninguna cantidad de guerra y violencia traerá paz verdadera. Eventualmente, la nueva vida surge incluso desde las profundidades de la muerte.

Al mirar hacia el horizonte del nuevo año, 2024, que la esperanza brote en nuestros corazones. La esperanza no es simplemente optimismo. A veces, las cosas deben empeorar antes de que ocurra una verdadera transformación. Sin embargo, poniendo nuestra confianza en Dios, sabemos que el próximo año no será una repetición del pasado. Algo profundamente nuevo se desplegará, porque nos dirigimos hacia el plan divino para el futuro. Que nos esforcemos incansablemente por la justicia y la reconciliación entre individuos y naciones, para que la paz, el shalom, pueda reinar.

Miremos a María, la Madre de la Paz, como nuestra guía y modelo. (C.10) Ella, que es la Portadora de Dios, la Theotokos, conoció en su vida lo que significaba esperar a que Dios actuara. Parada al pie de la cruz, presenció la muerte de su hijo. Tres días después, lo conoció como el Resucitado.

Que Dios nos bendiga al comenzar el nuevo año. Que haga brillar su rostro sobre nosotros y nos sea propicio. Y que continuemos caminando como peregrinos de esperanza en comunión.

¡Feliz año nuevo y muchas bendiciones para el 2024!